Opinión
Jumilla y los pirómanos

Por Marta Nebot
Periodista
-Actualizado a
Todos los veranos nos vemos obligados a hablar de pirómanos; esos señores que inexplicablemente intentan destruir en un momento el patrimonio de todos, fruto de décadas, de siglos. Los bosques son un milagro de la vida, nuestros únicos generadores de oxígeno, el resultado de muchos factores a favor al unísono, una sinfonía existencial superlativa. Y no la llamo milagro por relacionarla con ninguna divinidad; la considero milagrosa porque nace de muchas carambolas no interrumpidas, de muchos parabienes ganando a muchos paramales, de dejar vivir a la vida.
Con el patrimonio social creo que pasa lo mismo. Vivir siempre implica lo uno y lo otro: las fuerzas del bien y del mal, como bien retrató George Lucas en su Guerra de las Galaxias, mantienen una batalla permanente dentro de cada uno. Nadie es bueno ni malo todo el rato. La cuestión es qué lado gana, si crecemos o menguamos, y para eso hay que trabajar a diario y controlar los momentos pirómanos. Y lo que vale de uno en uno -aunque suene a libro barato de autoayuda- vale para todos juntos... Es decir, hay pirómanos sociales y resulta que este verano están desatados generando incendios peligrosísimos.
Van a por uno de nuestros montes más preciados: la convivencia entre religiones, entre cristianos y musulmanes, para ser más concretos. Pretenden una vuelta a las cruzadas tan superadas por la historia, tan en contra de nuestros ordenamientos jurídicos, tan enfrentadas a cualquier idea de igualdad, de individuo, de respeto entre distintos.
En otros países se está fiscalizando más en los tribunales a estos neoterroristas. En Portugal, por ejemplo, esta semana se ha hecho público que la Fiscalía investiga al líder de la ultraderecha por dar una lista de niños musulmanes matriculados en colegios públicos en un debate parlamentario con el mismo propósito incendiario: señalar a "no portugueses". Aquí la ultraderecha ha leído listas parecidas sin consecuencias judiciales.
Y sí, les considero terroristas, aunque pueda sonar desproporcionado, porque siembran terror indiscriminado, porque alimentan el odio y a los extremistas, porque tratan de acabar con lo más preciado que tenemos los españoles, -y mira que me cuesta generalizar de este modo-. Quieren cargarse nuestra paz: nuestra convivencia. Somos uno de los países menos violentos del mundo. Tenemos una concordia envidiada en toda Europa. Hay que recordarle fuerte a los españoles el tesoro que tenemos y señalar sin pudor a los que quieren cargárselo.
Lo que ha ocurrido en Jumilla, ese pequeño pueblo murciano con vino propio, es la primera vez que nos pasa. En una localidad de 22.000 habitantes, con una población musulmana de unos 1.500 que trabajan al sol en sus campos, que viven en paz desde hace mucho tiempo, de repente se les ha prohibido celebrar sus dos fiestas religiosas anuales en el polideportivo donde siempre lo han hecho, con excusas peregrinas y una tramitación sonrojante. La moción directamente racista de Vox y la que luego aprobó el PP, maquillándola de nuevo reglamento para instalaciones deportivas, mantuvieron la misma exposición de motivos y el mismo título: "Sobre la defensa de los usos y costumbres del pueblo español frente a las prácticas culturales foráneas, como La Fiesta del cordero", como si no hubiera españoles musulmanes, como si solo hubiera una religión para el pueblo español en contra de lo que impone la Constitución, como si un concierto de Taylor Swift o un partido de waterpolo no fueran "prácticas culturales foráneas".
Los pirómanos oficiales han conseguido por primera vez que aquellos de donde surgieron, de los que se escindieron por presuntas tibiezas frente al independentismo, les ayuden a encender un foco tan arriesgado como peligroso. ¿Por qué se empeñan en empujar a los musulmanes hacia el extremismo? ¿Será que el Partido Popular está probando cuánto puede quemar sin terminar chamuscado?
Las encuestas sobre las principales preocupaciones de los españoles, las cifras de delincuencia y de enfrentamientos violentos, los datos económicos sobre la integración de la inmigración en España y su papel crucial en nuestra economía, la necesidad imperiosa de sus fuerzas para el trabajo, para la procreación, para sostener las pensiones y todo el sistema, para enriquecernos en tantos sentidos, destrozan su relato falsario. Y con estos datos en la mano me atrevo a señalar que Vox ni con la colaboración necesaria del PP va a conseguir calcinar este monte porque somos demasiados los que estamos dispuestos a echar cubos de agua sobre estos focos ficticios.
Los dos millones y medio de musulmanes que viven en España también votan y votan de todos los colores y conviven con una mayoría que los consideramos nuestros y que los queremos con nosotros.
El viernes pasado me encontré con una pirómana social en una tertulia en Televisión española. Sí, haberlos haylos. Afirmó que en España todo el que ve un velo islámico ve un terrorista. Los hechos desmienten sus fuegos. Aquí no hubo ninguna manifestación anti-musulmanes ni después del 11M, el atentado islamista más grave de Europa. Hasta la Conferencia Episcopal ha afeado la conducta a Jumilla.
La cuestión no es esa. Lo crucial es si el PP se va a convertir también en pirómano o si va a ayudar a preservar nuestro tesoro. Vox lleva mucho tiempo prendiendo estas cerillas, pero los populares nunca le habían echado claramente leña a estos focos endemoniados. A estas alturas sigue sin aclarar si esta alcaldesa murciana ha actuado por su cuenta, en contra de Génova, o si éste va a ser el nuevo pan nuestro pepero de cada día. Mientras los portavoces en Madrid lo niegan, el PP catalán pide más leña para este fuego. Lo contrario a lo que el PP hizo en el Congreso de los Diputados y en el Parlamento murciano, donde se opuso a iniciativas pirómanas parecidas.
Génova dice también que se opondrá a la prohibición del velo islámico en instalaciones públicas que Vox promete volver a traer al Congreso en septiembre, aunque ya la tumbara en 2013 el Tribunal Supremo, cuando lo intentó el ayuntamiento de Lleida. Cabe preguntarse si los populares propondrán la misma prohibición para las monjas con toga para evitar la discriminación que el Supremo vio clarísima y dar presunta verosimilitud democrática al siguiente episodio de la neocruzada ultra, como ha hecho en Jumilla su alcaldesa diciendo que la prohibición también es para celebraciones cristianas.
Seve González, que así se llama esta regidora que ya ha hecho historia, todavía puede rectificar en parte. Fuentes del Ayuntamiento dicen que los musulmanes solo tienen que presentar una solicitud para poder organizar sus celebraciones en otro lugar público y serán autorizadas. Así que está a tiempo de respetar estas celebraciones como siempre se hizo. Lo tiene fácil para contrarrestar algo el daño hecho a una marca tan reconocible y a la convivencia en su pueblo. Cualquiera que vaya a comprar su vino se acordará de todo esto –¿y se lo pensara dos veces? -. Cualquiera que vaya a depositar su voto, lo mismo.
Resumiendo, el Partido Popular está redescubriendo una defensa de "la esencia de la tradición nacional", como dice esta moción, que a la mayoría nos asusta. ¿Esto es lo que nos espera con un PP con Vox como única compañía? Esto es lo que lleva a la mayoría a las urnas con su cubo de agua.
Comentarios de nuestros socias/os
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros socias y socios, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.