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La Telemadrid que quiere Cifuentes: ¿Independencia o control remoto?

 

ENRIQUE PÉREZ CABEZAS

*Miembro del Círculo de Periodismo y Medios de Comunicación de Podemos.

Una semana antes de la toma de posesión de Cristina Cifuentes ya se filtraban noticias sobre lo que pretende el nuevo Gobierno autonómico para Telemadrid: “Amarrarla, para que no caiga en manos de la izquierda”, según ABC.

El titular revela un estilo de gobierno que parece poco renovador. En el cuerpo de la noticia se citan, como referencia, aspectos más amables que tienen que ver con el discurso de Ciudadanos y aluden al modelo de la BBC, del que se ha estado hablando durante la campaña electoral. Pero no nos engañemos: Ciudadanos y el PP no se han referido a la emblemática corporación británica durante las tres semanas previas a las elecciones ni por asomo.

En medio de la fogosidad de la campaña, resultaba fácil intuir la proximidad política entre PP y C’s, simplemente preguntando a los candidatos acerca de Telemadrid. Fue un tema estratégicamente ocultado por parte de los dos partidos que ahora han firmado el pacto de gobierno. Cuando se les preguntaba al respecto, y se les preguntó, ambos candidatos se ponían de perfil, aludiendo a la complicada situación financiera y judicial en que está envuelta la televisión pública madrileña y sin negar la posibilidad del cierre. El mismo discurso ofrecían los dos partidos. También eludieron ambos firmar con otras fuerzas políticas (PSOE, Podemos, Ahora Madrid, IU, Equo y UPyD) y sindicales el Pacto por una Nueva Telemadrid. Resultaba obvio que querían tener las manos libres de compromisos a la espera de los resultados del 24-M.

Podemos mientras tanto, enarbolaba como bandera electoral su intención de recuperar para la ciudadanía madrileña un medio de comunicación que en otro tiempo fue emblemático y querido, presentando un proyecto político de gestión de la televisión pública movido por una clara idea central: desgubernamentalizar Telemadrid.

La mera existencia de ese proyecto y la presencia, durante su presentación pública, de los trabajadores despedidos en el ERE, expresaban exactamente lo contrario: compromiso. Se venía a poner en evidencia uno de los aspectos más oscuros de la gestión de Esperanza Aguirre: el lacerante endeudamiento, hundimiento y desprestigio de la televisión que en otro tiempo fuera apreciada de manera unánime por los madrileños, saldado, además con 829 despidos.

Desgubernamentalizar va mucho más allá de pretender controlar la televisión con el procedimiento actual, del que ya conocemos el resultado: la audiencia le da la espalda por su descrédito. No consiste en sacar la política de la televisión como tema informativo y de debate, reservándolo, si acaso, para una estirpe de “opinadores” profesionales a cual más sesgado y extremista y al filtrado informativo de redacciones paralelas de fidelidad requerida. Tampoco se trata de acabar disponiendo de un canal de entretenimiento más, producido por empresas afines y/o recomendadas, al servicio de clubes de fútbol o compañías multinacionales de entretenimiento, que algún día sea reclamado como espacio legítimo propio y natural por el sector privado: se trata, exactamente, de lo contrario.

Desgubernamentalizar consiste en limitar las posibilidades de control por parte del gobierno de turno y los partidos que lo sustenten, ya sean uno o varios, con mayoría absoluta o simple, con pactos de gobierno o sin ellos. Consiste en dejar trabajar a los comunicadores bajo criterio profesional, que lo tienen, sin duda (¿Quién no recuerda los buenos tiempos de Madrid Directo, por ejemplo?). Consiste en crear unas redacciones regidas por criterios profesionales estrictos, bajo la supervisión de consejos deontológicos internos e independientes. Se trata de promover el debate profundo y libre, abriendo la participación a políticos de todo signo pero sin someter el medio público a su control partidista.

Desgubernamentalizar consiste, también, en crear un nuevo sistema de gestión y de control, con garantías cruzadas e independientes entre sí para supervisar el cumplimiento de un presupuesto suficiente y razonable. Un sistema que permita que la radiotelevisión pública disponga de fondos suficientes para afrontar desafíos como el que se presenta precisamente ahora, en esta etapa de revolución tecnológica, pero controlando que se ajuste a sus presupuestos año tras año, legislatura tras legislatura, sin que el endeudamiento incontrolado sea un recurso de libre disposición por parte del equipo directivo. Además, Podemos planteaba diferenciar los mandatos de los responsables de la entidad sobre los periodos electorales del parlamento regional, para desincronizarlos y hacerlos independientes. Se trata de hacer cotidianamente una radio y una televisión modernas y útiles, con vocación de grandes audiencias, gestionadas con transparencia, que sirvan al ciudadano, que le informen, y que le puedan entretener con productos de calidad. Pero también unos medios que hagan públicas sus licitaciones, sus condiciones de contratación y hasta el menor de los gastos de sus directivos, como se hace en países de nuestro entorno.

Se trata, por último, de crear un sistema de elección del equipo de gestión que supere al dedazo, al amigo, al fiel servidor. Podemos proponía convocar un concurso para candidatos avalados por un currículo intachable, y no necesariamente vinculados a algún partido. Pero lo más importante: que esos profesionales sean elegidos, y que rindan responsabilidades, a un Patronato o Consejo, de rango superior al Consejo de Administración, en el que estén representadas fuerzas de la sociedad civil que complementen y superen a las estrictamente presentes en el Parlamento regional. No se trata de cuestionar la legitimidad emanada de las urnas que avala a los políticos, sino de ampliar el espectro y entregar a los ciudadanos lo que es suyo; la herramienta con la que se gestiona uno de los bastiones principales sobre los que se asienta la esencia misma de la democracia: el Derecho a la Información.

Por mor de una clase política que está demasiado acostumbrada a tapar sus vergüenzas con un inmenso edredón de dinero público, no acabamos de llegar nunca en España a ese ideal mediático independiente. Pero no hace falta poner demasiada imaginación ni irse muy lejos para saber de qué hablamos. Para tomar prácticas notas sobre cómo son los medios públicos independientes, las mejores referencias están bien cerca: en Europa. En varios países de nuestro entorno: Alemania, Francia, Suecia, Dinamarca, Noruega... El clásico más conocido y reconocido es, por supuesto, la BBC.

Gracias al pacto de gobierno, PP y C’s han pasado de repente y por sorpresa, de ponerse de perfil, a citar a la BBC como inspiración. Casi nada. A poco que ustedes se interesen por conocer el modelo descubrirán por qué en España estamos tan lejos de alcanzar el estatus democrático efectivo de los británicos: quizá porque estamos mucho peor informados que ellos, aunque nos creamos lo contrario. Y eso, casi seguro, tiene que ver con la maquinaria informativa. ¿Es ese el modelo que de verdad quiere Cifuentes para Telemadrid? ¿O le resultará más cómodo escuchar las voces que le piden “amarrar”?

Hablan de amplio consenso parlamentario para renovar el modelo de Telemadrid, pero habrá que ver hasta dónde están dispuestos a llegar los partidos firmantes del pacto y habrá que ver hasta dónde está dispuesto a dejarse llevar el PSOE, partenaire necesario para dar credibilidad al consenso. Podemos, por su parte, puso el dedo en la llaga y planteó un marco verdaderamente ambicioso y renovador. Precisamente por eso es más que probable que, entre todos, traten de dejarles sin voz. Al fin y al cabo para muchos, ese es el principal objetivo. Lo demás es cuestión de aritmética parlamentaria y de una renovación que no acaba de llegar a nuestras instituciones. Puede que tenga que ver con la calidad y cantidad de nuestra información.

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