Opinión
Machitos en las calles
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Hace días que miro las imágenes de las protestas en Ferraz dividida entre la fascinación y el miedo. Fascinación en el sentido literal de sus dos principales acepciones: “alucinación” y “atracción irresistible” por el absoluto desconcierto que me provocan. No es habitual ver manifestantes de (extrema)derecha pelearse con la policía, arrojarles objetos, insultarles y arriesgarse a recibir porrazos, no al menos en movilizaciones de semejante envergadura.
Observo los vídeos con curiosidad etnográfica. Si no fueran quienes son, un atajo de racistas, homófobos, machistas, violentos y enamorados del totalitarismo, casi que empatizaría con lo mal que lo deben de estar pasando (miento, en realidad no hay nada más placentero que unas buenas lágrimas de facha). Debe de ser durísimo presenciar cómo todas las certezas con las que te criaste y construiste como sujeto se tambalean. Primero, la derecha pierde un poder institucional que siempre ha considerado naturalmente suyo. Para ellos, las instituciones solo tienen legitimidad y razón de ser cuando están controladas por los suyos, por lo que esa pérdida es siempre coyuntural y fácilmente reversible. No alcanzo a imaginar el tremendo golpe que debió de suponer el resultado de las elecciones de julio y la posterior investidura fallida de Feijoó. ¿Cómo entender que el Estado no es como ellos daban por hecho que era? ¿Cómo pueden aquellos que buscan “romper España” haber acumulado más apoyos en las urnas que quienes defienden su indisociabilidad férreamente? La democracia (con la que tampoco es que estuvieran a topísimo) les dio la espalda, pero aún les quedaban dos garantías de que todo se arreglaría, dos pilares de su sistema que jamás les traicionarían: la monarquía y las fuerzas del orden.
Y entonces Felipe propuso a Pedro Sánchez para ser investido. Seguro que si en ese momento hubiéramos aguzado el oído habríamos podido escuchar miles de corazoncitos de derechas haciéndose añicos de dolor. El despecho por la traición del monarca se palpaba esta semana a las puertas de Ferraz: “Felipe, masón, defiende tu nación”.
Qué cansada debe de ser la vida del pobre clásico hombre patriota, blanco y hetero. Y qué frustrante ahora mismo
Pero los héroes de la derecha no se amedrentan cuando se trata de recuperar lo que consideran suyo, no tienen pudor en utilizar todo aquello que esté en su mano (les dio instrucciones claras su caudillo José María), ya sea el poder judicial, las instituciones europeas o los disturbios callejeros. Cosa cansada esta última para quienes movilizarse es un agradable ritual dominical que engloba misa, mani y vermú. Tener que trasnochar para arrojar adoquines por las calles de Madrid y que encima te lleves un porrazo por ello debe de ser un tostón (lo sacrificado que es esto de putodefender España). Y aquí llega la tercera traición. Miro en bucle esa escena en la que un antidisturbios responde a la declaración de amor de un manifestante envuelto en la bandera eso de “si sois tan fieles y os decimos que os vayáis, os vais ¡cojones!”. Más corazoncitos rotos, más desengaños. Yo que me crié en Euskadi, numerosísimas veces he escuchado a manifestantes espetar un “txakurrak!” a un grupo de policías, jamás pensé que vería a un señor enarbolando una bandera franquista gritar “¡perro!” a un agente de la UIP.
Hay mucho de fascismo en lo que ha pasado estas semanas, pero también tiene todos los elementos de la masculinidad tóxica (tampoco es que una cosa y la otra sean especialmente incompatibles, más bien van de la mano): 1) una pésima gestión del despecho. Quien no tiene capacidad para digerir un rechazo se frustra y puede acabar rompiendo cosas (o algo bastante peor). 2) Necesidad de reafirmarse en lo machos que son en contraposición a todo aquel que les lleva la contraria y es por tanto marica (ay, la homofobia, ese reconfortante refugio de la masculinidad frágil). 3) Proteger a su hembra (léase España en este caso) aunque sea contra la voluntad de la misma, porque no sabe lo que le conviene. Qué cansada debe de ser la vida del pobre clásico hombre patriota, blanco y hetero. Y qué frustrante ahora mismo.
Porque lo más irónico de todo es que, finalmente, los ímprobos esfuerzos de estos sufridos manifestantes podrían haber acabado siendo el empujón final que le faltaba a una negociación de investidura que se estaba atascando, me parece precioso pensar que la chispa que ha propiciado finalmente el acuerdo entre PSOE y Junts haya sido la constatación de que la alternativa al Gobierno de coalición era tan patética como aterradora. Lo siento chicos, id comprando paquetes de clínex, porque parece que tocan cuatro años más.
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