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Feijóo se la juega en Andalucía: las autonómicas calibrarán la fortaleza del PP y medirán la amenaza de Vox

Los comicios en la comunidad más poblada marcarán la relación con la ultraderecha.

Feijóo y Moreno, en Sevilla.
Feijóo y Moreno, en Sevilla. Joaquin Corchero / Europa Press

El PP solo ha ganado una vez las autonómicas en Andalucía, la comunidad más poblada y por tanto decisiva para cualquiera que pretenda comprar un billete para La Moncloa. Fue en marzo del año 2012, el líder era el hoy senador Javier Arenas y no pudo gobernar. El pacto del PSOE de José Antonio Griñán, que quedó como segunda fuerza, con la IU de Diego Valderas cerró las puertas a ese Gobierno.

Seis años y nueve meses después, tras una derrota en 2015, en diciembre de 2018, con Juanma Moreno al frente, el PP obtuvo 26 diputados, uno de los peores resultados de su historia en Andalucía. Moreno, al contrario que Arenas, pudo formar un Gobierno, el primero sin un presidente socialista. "He tenido suerte", admitió él mismo el día de su investidura.

El hundimiento del PSOE y de la izquierda en general, sumado a la irrupción por sorpresa de Vox y a que los 21 escaños de Ciudadanos se sumaron a los de Moreno, propiciaron ese cambio, en Andalucía histórico.

El Gobierno de coalición de PP y Ciudadanos ha sobrevivido hasta hoy, por muchas razones –entre ellas la sintonía entre el hoy número tres del PP, Elías Bendodo, y el vicepresidente y líder de Ciudadanos, Juan Marín–, pero, sobre todo, una: el apoyo de Vox, que ha aprobado tres presupuestos a cambio de la homologación de su discurso (xenófobo y antifeminista).

En Andalucía se produjo el primer acuerdo de investidura del PP con Vox –por necesidades del guion, en parte: o Vox o el PP no gobernaba–. Tres años después, en Castilla y León, tras el desmoronamiento de Ciudadanos, se ha conformado un Ejecutivo de coalición entre Vox y PP.

Valga un ejemplo de cómo ha actuado, en algunas ocasiones, el PP ante Vox en Andalucía. Bendodo, cuando Rocío Monasterio, en octubre de 2019, acudió a un centro de menores de Sevilla a hacer campaña electoral y allí dijo que "el español de a pie [...] tiene derecho a caminar con tranquilidad por sus barrios sin tener miedo a ser atracado o asaltado por una manada de menas", se limitó a manifestar: "Todos los partidos tienen derecho a hacer campaña, cada uno la hace donde considere oportuno. A nosotros también nos han criticado actos en otras campañas pero mientras se cumpla la ley cada uno es libre de elegir dónde hace sus actos y asume las consecuencias que tiene". 

Ese tipo de actitudes –evitando la crítica a Vox– y las concesiones a la ultraderecha son, entre otros asuntos, los que han permitido al Gobierno andaluz llegar hasta las puertas de las próximas autonómicas con la expectativa de ganarlas por segunda vez, después de 2012. "Queremos ganar las elecciones en Andalucía", proclamó Juanma Moreno este viernes en Sevilla. "Tengo hambre y ambición", manifestó este sábado.

La relación con Vox

La relación del PP con Vox será el gran tema de la inminente campaña electoral. Moreno no ha descartado nunca meterlos en el Gobierno, si fuera necesario –y así emular a Mañueco–, aunque él preferiría desde luego tenerlos fuera.

Es la amenaza de la ultraderecha, que sigue en ascenso, la que ha planeado sobre el entierro de Pablo Casado y el ungimiento de Feijóo. Andalucía tiene el mayor presupuesto de todas las comunidades autónomas y es un territorio simbólico, casi mítico, para el PSOE. Arrebatarles la hegemonía en el sur es el objetivo "prioritario" para el PP de Feijóo.

Moreno afronta estos comicios, esta vez, sin distorsiones de Génova, aunque está por ver cómo se toman los casadistas el resultado del congreso. Sabe –no en vano ha colocado en Madrid a quien ha querido, entre ellos a Juan Ávila, que fue su apuesta, perdedora en Sevilla contra la casadista Virginia Pérez, dada su buena sintonía con Feijóo– que el poder del PP de Madrid, todo, se va a poner sobre la mesa para empujarlo a una victoria estratégica para el proyecto de Feijóo. "No sabéis la gasolina que nos dais", manifestó este viernes.

A pesar de las apariencias y de los lugares comunes a los que llevan las encuestas –todas dan una mayoría holgada a Moreno, que podría gobernar con los apoyos de Vox, desde fuera o desde dentro del Gobierno–, los últimos resultados electorales en Andalucía emiten alguna incertidumbre sobre lo que pueda pasar en la comunidad. Con el PP y Cs ya en el Gobierno, las generales de 2019 alumbraron prácticamente un empate a votos entre bloques –2,049 millones para la izquierda, 2,092 millones para la derecha– y una nueva victoria del PSOE en Andalucía, con más de 500.000 votos de ventaja sobre el PP –1,4 millones por 877.202– y solo 8.000 votos de diferencia entre PP y Vox, que fue tercera fuerza con 869.000 sufragios. Teniendo en cuenta estos datos: ¿Fueron las autonómicas de 2018 una anomalía, fruto de circunstancias muy determinadas, o alumbraron, por el contrario, un nuevo escenario sociopolítico en Andalucía? La respuesta a esta pregunta se sabrá el día que decida el presidente andaluz fijar las elecciones.

Moreno tiene que decidir el campo –el día– en el que se va a producir la batalla electoral, un elemento de primer orden, como se demostró en 2018 con la inesperada derrota socialista. En la decisión sobre ir a elecciones en junio o en el otoño influirán elementos de diferente tenor: en este momento, destacan la inflación que desgasta al Gobierno de España; el avance de Vox y sus ganas de elecciones, lo que incrementa la sensación de soledad parlamentaria del PP; el desplome del socio, Ciudadanos, y el hecho de que numerosos militantes y dirigentes del PP de Andalucía sienten que la ventana abierta por Feijóo es una oportunidad de obtener un buen resultado, porque, consideran, cambia la dinámica a su favor en el caladero de votos que comparten PP y Vox.

Bendodo, en un alarde verbal, llegó a dar una fecha para las elecciones. El 31 de mayo de 2021, con el Gobierno de Moreno presionado, desde fuera y desde dentro del PP, para adelantar los comicios, Bendodo quiso despejar la presión y lo hizo de este modo: "¿Quiere una fecha de las próximas elecciones? 27 de noviembre de 2022 porque es el último domingo que se podrían convocar, agotando la legislatura". Luego, añadió: "Espero que con este mensaje quede ya zanjada toda esta historia del adelanto electoral".

En todo caso, la decisión es de Moreno y se barajan dos meses, junio y octubre. En el análisis que hace el presidente, según las fuentes consultadas por Público, la fortaleza, hoy, de Vox y dar un poco de tiempo al proyecto de Feijóo a que se asiente, entran en la ecuación. El vicepresidente Juan Marín (Ciudadanos) ya ha dejado dicho que el "compromiso" del presidente con él es ir a las urnas en octubre.

La cocina de San Telmo

Para Feijóo es clave un buen resultado en Andalucía. Este congreso y la presencia de Bendodo en el puente de mando de Génova son pruebas de ello. Hasta las elecciones, hay un escenario, todo a las andaluzas: los comicios abrirán otro para Bendodo –materia gris del Ejecutivo andaluz y corredor de fondo–, quien podría dejar Andalucía para ocuparse al 100% de los asuntos nacionales, si las cosas salen bien para el PP: ganar y gobernar no es lo mismo que otro resultado. Hay que esperar. La política, como bien saben Moreno –un presidente inesperado– y Bendodo, cambia de un día para otro. En todo caso, según las fuentes consultadas por Público en el entorno de Bendodo, la última palabra sobre su futuro la tendrá Moreno.

Bendodo y Marín han ejercido de guardia pretoriana del presidente, quien ha tenido, por así decirlo, una agenda presidencialista y ecuménica. Moreno, que sí tomó las riendas –aun con algunas dudas en algunos momentos– durante la pandemia y dio la cara cuando le tocó, ha tratado de mantenerse en el resto de los asuntos alejado de los charcos, que han pisado por él Bendodo y Marín, eso sí, siempre con las katiuskas puestas.

El presidente andaluz ha maniobrado estos años de manera inteligente, en aplicación de la estrategia fijada por él mismo, junto con Bendodo, Marín y –también, Antonio Sanz, el viceconsejero de la Presidencia, ex secretario general del PP con Arenas –lo era en el año 2012–, para emerger como una figura moderada, una especie de Feijóo del sur. Moreno es ciertamente una persona de buen trato, pero sus políticas, en todos los ámbitos han girado hacia la derecha. 

Así ha sido tanto en el campo social –por primera vez en Andalucía se dan ayudas a colectivos antiabortistas– como en el campo económico –la receta es la de Madrid, competitividad fiscal para atraer empresas–, en el campo de los servicios públicos –la sanidad publica ocupa los últimos lugares en las estadísticas nacionales y se ha cambiado la normativa educativa para favorecer el negocio y a la enseñanza católica, lo que le ha costado una huelga sectorial–, y en el campo de la ordenación del territorio y la defensa del medio ambiente –la nueva Ley del Suelo, ya aprobada, y la de los regadíos que se tramita en el Parlamento andaluz, suponen toda una oda al ladrillo y a poner los recursos naturales al servicio del capital, según sus críticos–.

La cocina de San Telmo ha venido trabajando a destajo estos tres años para estar donde están hoy: a las puertas de unas elecciones decisivas y, por primera vez, desde 2012, con serias expectativas de ganarlas. ¿Será Feijóo el empujón que necesita Moreno o lograrán el PSOE de Juan Espadas y la izquierda, que comienza a organizarse, evitarlo?

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