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Elecciones Cataluña Llega el 14F: Cataluña afronta una jornada electoral incierta y una noche de recuento de votos de infarto

La elecciones catalanas se celebran finalmente este domingo con la incógnita de cómo impactará la pandemia en la participación de los 5.624.044 ciudadanos llamados a votar y con una dura pugna entre nueve partidos con opciones a estar en el Parlament y una enconada lucha por la victoria entre ERC, PSC i Junts.

Sergi, un joven de 18 años, llamado a votar por primera vez en las elecciones del 14-F.
Sergi, un joven de 18 años, llamado a votar por primera vez en las elecciones del 14-F. EFE

Los automatismos parlamentarios, activados con la ratificación del Tribunal Supremo de la inhabilitación de Quim Torra como president el 28 de septiembre, abrieron un largo período de cuatro meses y medio hasta las elecciones catalanas. Pero finalmente ha llegado el día y este domingo 5.624.044 catalanes y catalanas tendrán la opción de escoger el nuevo Parlament, 69.650 más que hace tres años. Aunque una de las principales incógnitas es precisamente cuántos de esos electores recogidos en el censo irán a votar en plena pandemia. Un dato que puede tener una especial relevancia para el resultado final. El temor en parte de la población es palpable a pesar de las llamadas a la tranquilidad del Govern que asegura que los colegios electorales estarán blindados contra el coronavirus. Para ello en Cataluña se votará este domingo con mascarilla obligatoria, colas en el exterior, distancia, y en sitios inusuales cómo grandes mercados, carpas, pabellones, almacenes e incluso algún castillo. Y no faltaran los aparatosos trajes EPI para los miembros de las mesas electorales que también serán sometidos a PCR. Pero la inquietud es latente como demuestra que el voto por correo ha crecido un 350% con 284.706 peticiones, cuadriplicando los datos de 2017.

En todo caso, se ha articulado tres franjas horarias de votación recomendadas: de 9 de la mañana a 12 del mediodía para personas de riesgo. De 12 a 7 de la tarde para la población en general. Y la última hora hasta el cierre de los colegios electorales reservada para las personas que sean positivas de covid o estén en cuarentena por ser contacto directo. Los científicos se muestran contrarios a la participación de este colectivo afectado directamente por el coronavirus que cifran en unas 60.000 personas. Pero la legislación vigente no permite en la situación pandémica actual, sin estado de alarma con confinamiento general, restringir el derecho al voto de ningún ciudadano.

La incierta constitución de las mesas electorales

A pesar de todos los contratiempos, las elecciones al Parlament de Cataluña son ya un hecho en ciernes, si no acaban aflorando las dificultades para la constitución de las 9.139 mesas electorales que auguraban el alud de más de 30.000 peticiones de miembros de las mesas que querían ser eximidos por prevención a la pandemia. Aunque el Govern de la Generalitat mantiene que se podran abrir los 2.763 colegios electorales ya que el 99,9% de las mesas están aseguradas. En todo caso este punto clave para el buen desarrollo de los comicios se conocerá entre las nueve y las diez de la mañana del domingo. Tiempo límite para la constitución de los colegios electorales. Con una legión de suplentes escogidos por prevención que incluso serán trasladados de un barrio a otro, o de un pueblo a otro, según las necesidades y según el cúmulo de insumisiones electorales que se den en cada caso. Para intentar que todo funcione, se desplegará un operativo de 100.000 personas, entre los habituales responsables del operativo electoral y miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad, pero a los que se sumaran personal sanitario y de organización que velarán por el cumplimiento de las normativas anticovid.

Y es que el 14F ha llegado, en plena tercera ola de la pandemia, casi sin quererlo y decidido en los tribunales. Este domingo se vota en Cataluña después de un fracasado aplazamiento judicial fijado por el Govern para el 30 de mayo con el acuerdo de todos los partidos -excepto el PSC-. Como el origen de la convocatoria, que fue inducida por el Supremo, también fueron los tribunales –el Tribunal Superior de Justícia de Cataluña- los que vetaron la nueva fecha e impusieron finalmente un 14F precedido por una campaña electoral muy diferente y especial, con predominio de los actos telemáticos y sin el tradicional aforo de fervientes seguidores de los partidos. No ha habido tampoco visitas a los mercados ni fotografías de candidatos a niños pequeños. Una campaña electoral descafeinada en que se ha hablado poco de modelos de gestión desde el punto de vista ideológico derecha-izquierda, se ha debatido un poco más de cómo afrontar la pandemia y la crisis económica, pero en que sobretodo ha vuelto a emerger con gran protagonismo el Procés y todo el debate sobre el conflicto político territorial. Más de lo esperado en plena pandemia. Y sin embargo, hay aroma de mucho en juego. Tanto para la formación de Govern en Cataluña como en los efectos colaterales que pueda tener para la gobernabilidad del Estado. Ya que el resultado de ERC puede condicionar los actuales apoyos al gobierno estatal de PSOE y Unidas Podemos, especialmente si Illa consigue la presidencia aunque sea con los votos de Vox, o si se da un mal resultado de los republicanos que les deje sometidos a la estrategia de confrontación de JxCat.

Pugna a tres, escenarios abiertos y posible bloqueo

Y es que las elecciones catalanas siempre son importantes pero la incertidumbre que sobrevuela los resultados con una pugna enconada en las encuestas entre un PSC revigorizado y los dos grandes partidos independentistas, ERC y JxCat, le da a los comicios de este domingo una especial trascendencia. Para Cataluña, pero también para el resto del Estado, por saber si se abrirá una nueva etapa o no después de una década de procès independentista y más de tres años después del referéndum del 1 de octubre, el encarcelamiento y el exilio de dirigentes independentistas y de unas elecciones celebradas el 21 de diciembre de 2017 convocadas por Mariano Rajoy a tenor de la aplicación del artículo 155 de la Constitución en que el independentismo mantuvo la mayoría absoluta con un récord histórico de participación del 79%, pero con una división interna galopante que no ha aflojado en ningún momento de la legislatura. Ahora las cartas están echadas y se vislumbra una extrema fragmentación del Parlament, probablemente de récord, con hasta nueve formaciones políticas con opciones de obtener representación. Un hecho que deja abiertos múltiples escenarios, diversas opciones -aunque difíciles- de pactos multilaterales, e incluso la posibilidad de un bloqueo que nos lleve a la repetición electoral a causa de los vetos cruzados entre formaciones políticas que se han manifestado en la campaña.

Así pues, dos elementos marcan los comicios catalanes de este domingo, la incertidumbre sobre cómo transcurrirá la jornada en plena expansión de la pandemia y una noche de infarto en relación a los resultados.
El independentismo, mantener la mayoría y pugna entre ERC y JxCat
La primera de las incógnitas recae en saber si el independentismo mantendrá la mayoría absoluta de que goza desde 2015 y cierra el paso a la opción de un president constitucionalista como podría ser el candidato socialista, Salvador Illa. Y dentro del mundo soberanista, medir cuál de los dos grandes partidos se impondrá al otro, la Esquerra Republicana de Cataluña de Junqueras, con Pere Aragonès como candidato, o la Junts per Cataluña de Puigdemont con Laura Borràs como presidenciable.

ERC llega al 14F con buenas vibraciones después de remontar algunas semanas de caída en las encuestas, que inicialmente encabezaba. Ha podido disponer de Oriol Junqueras como revulsivo después que le fuera otorgado el tercer grado penitenciario. Se presenta como la alternativa al PSC con una propuesta de Govern de coalición amplia que vaya desde JxCat a los Comuns pasando por la CUP. Unas alianzas que se entrevén harto complicadas pero que Aragonès quiere forjar entorno a un Ejecutivo de fuerzas partidarias de la amnistía y la autodeterminación pero con el acento puesto en la izquierda. Lo que ha dejado claro por activa y por pasiva es que lo que no se producirá es ningún tipo de acuerdo que incluya al PSC, del estilo del tripartito con los Comuns. Sus opciones electorales se sitúan al entorno de los 32 diputados que obtuvo ya el 2017, según el informe demoscópico realizado por Key Data para Público. Pero penden en gran parte de la participación y del 30% de indecisos que marcan las últimas encuestas ya que tiene muchos flancos electorales de votantes que se disputa con Junts, la CUP y los Comuns, y podría sumar apoyos de última hora que decanten la balanza si consigue activar una cierta movilización del electorado independentista.

JxCat por su parte empata con ERC en esos 32 diputados según el mismo estudio, un poco por debajo de las últimas elecciones en que sacó 34 escaños. Junts tiene un electorado más blindado y movilizado que los republicanos, de hasta el 80% de fidelidad. Por lo tanto, una baja participación le podría dar la victoria electoral o por lo menos superar a Esquerra. En cualquiera de los dos casos, JxCat apuesta por reeditar un Govern independentista con ERC, con un mayor acento unilateralista y de confrontación con el Estado, y con Laura Borràs como primera presidenta de la Generalitat. Necesitará, eso sí muy probablemente, el apoyo de la CUP, que tiene una posición ascendente y puede recuperar electorado e incluso duplicar la representación actual pasando de los 4 diputados actuales a 7. Unos votos, los de la CUP, que no le será fácil conseguir a Borràs dadas las exigencias de los anticapitalistas que quieren imponer parte de su agenda de desobediencia para conseguir la independencia, la repetición de un referéndum en 2025 y políticas de izquierdas en materia económica o de vivienda. En el terreno independentista faltará por ver el resultado del PDeCAT, la antigua Convergència escindida de JxCat. Solo algunas encuestas le dan representación pero de conseguirla, por menor que sea, podría devenir decisiva.

El PSC de Illa, la alternativa

El PSC llega con fuertes aspiraciones no solo de ganar las elecciones sino de poder gobernar con Salvador Illa. El "efecto Illa" parece haberse desinflado un poco situándose en tercera posición con 30 diputados, pero hace falta recordar que los socialistas vienen de la fuerte caída de 2107 donde se quedaron con solo 17 escaños. El exministro de Sanidad ha hecho una buena campaña electoral impulsada por los pesos pesados del PSOE con el presidente del Gobierno español al frente junto a medio Consejo de Ministros. Pero ha llegado a la recta final envuelto en la polémica por haber rechazado el test de covid en el debate de TV3, a diferencia del resto de candidatos, que han cargado duramente contra Illa al unísono. En todo caso, mantiene sus opciones a la presidencia.

El problema de Salvador Illa es que para obtener la investidura necesita que el independentismo no sume mayoría, ya que absolutamente todos los partidos de esta ideología han firmado un polémico acuerdo de compromiso para no pactar con los socialistas. Y aunque se diera este escenario, Illa tendrá que sumar muy probablemente los votos que van desde los Comuns hasta Vox, pasando por el PP i Ciudadanos. Cosa nada fácil, aunque no imposible. En caso de conseguirlo, a pesar de las fuertes presiones para que no acepte en ningún caso los votos de la ultraderecha, su apuesta pasa por incorporar a los Comuns al Govern e intentar cerrar acuerdos parlamentarios en geometría variable. Una operación que habrá que ver como asume En Comú Podem. Los Comuns, con Jéssica Albiach al frente, apuestan por un tripartito de izquierdas del cual ni ERC ni el PSC quieren oír hablar. Y parten con unas expectativas electorales poco halagüeñas en que conservar los actuales 8 diputados ya sería un éxito.

El descalabro de Cs y la lucha entre PP y Vox

En cuanto a la derecha constitucionalista habrá que estar pendientes en el recuento de votos a dos factores. En primer lugar cual es la profundidad del socavón en que queda enterrada la victoria de Ciudadanos de hace tres años con 36 diputados. La representación que ahora liderará Carlos Carrizosa -después de que la candidata escogida en las primarias, Lorena Roldán, fuera defenestrada y se fugara al PP- podría perder dos terceras partes de los votos y quedarse al entorno de 12 diputados. Un resultado que sería la puntilla para Cs después de la debacle de las generales y dejaría a Inés Arrimadas en una difícil situación.

Y en segundo lugar no hay duda que la gran pugna de la derecha la disputará el PP i Vox. Un resultado que situara a la ultraderecha en Cataluña por encima del PP tendría un evidente impacto a nivel estatal en el partido que preside Pablo Casado, que vería cómo Vox le vuelve a hurtar importantes bases electorales como ya pasó en las generales y avivaría la estrecha competición que mantienen los dos principales partidos de la derecha española. El candidato de los populares, Alejandro Fernández, ha conseguido mantener al PP con respiración artificial estos tres años después de casi desaparecer del Parlament con solo 4 diputados. Las expectativas de crecimiento se han mantenido hasta esta semana en que la irrupción del juicio de Luis Bárcenas y las revelaciones del extesorero han provocado una gran inquietud en las filas populares. A lo cual cabe sumar que Vox ha conseguido una cierta resonancia a base de la retahíla de incidentes provocados con sus actos en diversas ciudades catalanas. La entrada de Vox enel Parlament se da por segura y podría ser más destacada que lo que indican las encuestas, que apuntan a un empate a 7 diputados con el PP.

Los ciudadanos de Cataluña tienen ahora el poder de decisión este domingo. Tanto si votan como si no lo hacen su opción tendrá consecuencias en la elección de un fragmentado y complejo Parlament que tendrá la misión de escoger un president o presidenta. Y al Govern consecuente, que tendrá dos retos titánicos esperando sobre la mesa del Consell Executiu: cómo hacer frente a la brutal crisis sanitaria, social y económica provocada por la pandemia. Y como encauzar el conflicto político entre las aspiraciones soberanistas de una parte importante de la ciudadanía catalana y las principales instituciones del Estado español.

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