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Machismo institucional El machismo de la Guardia Civil, en cifras y contado por sus víctimas

La mujer ha sido admitida, pero no asimilada por el cuerpo. "Nos están echando una a una", denuncia una víctima de acoso

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Una guardia civil en formación. Imagen: GC

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La Guardia Civil no es un cuerpo donde abunden las mujeres. Según las cifras oficiales del Ministerio del Interior, la mujer tan sólo supone el 6% del total de los agentes. La mayoría realiza funciones meramente administrativas, además de tener una presencia anecdótica en los puestos de mando y especialidades de la institución. Sin embargo, las guardias civiles son cada vez más protagonistas en los medios de comunicación, y no precisamente por cuestiones positivas.

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El último caso, una agente expedientada en abril por ir a ponerse una compresa estando de servicio. En 2016, la Justicia procesó a un sargento por acosar sexualmente a una subordinada durante cuatro años, llegando a dejarla embarazada y obligándola a abortar. Y en marzo, otra agente fue denunciada por segunda vez por la Guardia Civil por no utilizar el chaleco antibalas reglamentario, a pesar de los riesgos de seguridad que esto conllevaría y de que ella ya había ganado el caso por la vía Penal.

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El caso de los chalecos

El chaleco reglamentario que esta agente, Alicia Sánchez, se había negado a utilizar y por el que se compró el suyo propio, era un modelo único masculino no adaptado a la forma femenina. Según la ex secretaria de la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC), Pilar Villacorta, este chaleco “supone una clara desventaja en materia de seguridad” ya que “no se ajusta en talla y antropometría a la mujer”, queda grande a las agentes, “tapa el arma, la porra , los grilletes” y deja en desventaja ante cualquier agresión en comparación con los hombres, “que sí tienen la oportunidad de repeler la agresión con su equipamiento”.

Pero, gracias a la repercusión que ha tenido este caso, el Ministerio del Interior, responsable de la seguridad de los agentes, comunicó en diciembre una partida extraordinaria para adquirir 21.000 chalecos entre 2017 y 2019, según comenta Villacorta, de los cuales iban a reservarse un número determinado para efectivos femeninos. Eso sí, limitados, ya que tan solo contempla dos tallas distintas, en comparación con las siete de la Policía Nacional, añade Villacorta, que define esta partida como “absolutamente insuficiente”.

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Abuso de poder

El hecho de que los chalecos para la mujer hayan tenido que incluirse en una partida “extraordinaria” y a raíz de la presión mediática, refleja que la mujer ha sido “metida con calzador” en el cuerpo, comenta Villacorta. Pero no sólo eso, pone evidencia que las mujeres que denuncian discriminación o trato abusivo sobre ellas se encuentran en un terreno de absoluta indefensión, según distintos testimonios a los que ha tenido acceso este medio.

Uno de ellos es el de Erika (nombre ficticio). Los problemas de esta agente comenzaron con la llegada de un nuevo Oficial de tan solo 26 años. Recuerda que las primeras palabras que escuchó de su boca, en la cafetería, aludían a que las mujeres eran el “cáncer de la Guardia Civil”. A raíz de aquello, Erika tuvo varios encontronazos con él por distintas cuestiones, pero los principales problemas llegaron con el embarazo de su segundo hijo.

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Una guardia civil de tráfico junto a un compañero. Imagen: GC

“El primer embarazo había sido de riesgo”, relata la agente, por lo que al enterarse de su segundo embarazo, acudió a este Oficial para solicitarle realizar cualquier servicio que no requiriera llevar chaleco antibalas. No se trataba de un capricho, ya que el chaleco, que “pesa unos seis kilos”, oprime el pecho y no está acondicionado para la mujer, mucho menos para una mujer embarazada.

“En la unidad éramos unos 160 agentes” divididos en tres servicios (mañana, tarde y noche) y por cada servicio tan sólo llevan chaleco un máximo de siete personas, relata la agente, para poner en contexto la situación.

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Los chalecos de mujer se incluyeron en una partida "extraordinaria" a raíz de la presión mediática, lo que refleja que la mujer ha sido "metida con calzador" en el cuerpo

Sin embargo, el Oficial “no encontró la manera” de que la agente no llevase el chaleco. Un mando intermedio intentó facilitarle la situación colocándola en otros puestos, pero al enterarse, su superior directo le dio orden de no hacerlo. Finalmente, Erika se dio de baja para evitar poner en riesgo su embarazo. Durante aquel tiempo, relata, los comentarios que hicieron sobre ella por toda la unidad hicieron que ningún compañero quisiera saber nada de ella.

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No fue fácil su vuelta. Quería seguir dándole el pecho a su hijo, pero la respuesta del Oficial era que ya había agotado el permiso de lactancia. Ella argumentaba que si se ponía un chaleco, la opresión sobre los pechos sería dolorosa y poco higiénica, ya que podría vaciarle los senos sobre el mismo. Además, contaba con un informe a su favor del servicio médico para eximirle de utilizar esa prenda, pero esto no cambió la opinión del Oficial.

Acoso de los compañeros

Finalmente, logró su traslado a otro departamento para realizar labores administrativas. Pero, cuando llegó, se encontró con el “acoso” por parte de sus compañeros, a quienes les habían advertido antes de su llegada de que tuvieran “mucho cuidado” con esta agente porque era conflictiva y podría denunciarles.

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Sus compañeros rechazaron trabajar con ella porque su jefe buscaba cualquier excusa para ponerle "una falta disciplinaria": "El que estuviera conmigo, iba a caer conmigo"

Durante aquel tiempo recuerda que cuando iba a la sala de lactancia a sacarse la leche tenía que soportar que le apagasen la calefacción de dicha sala, movimientos de manivela de alguien que hacía amago de entrar y comentarios por parte de sus compañeros que hacían referencia a que ella se iba “a ordeñar”. El estrés y la medicación por ansiedad forzaron que abandonara la lactancia y entonces regresó a su departamento anterior. El acoso, denuncia, fue a más.

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De vuelta a su antiguo departamento sus propios compañeros le dijeron que no querían trabajar con ella porque su jefe buscaba cualquier excusa para ponerle “una falta disciplinaria”. “El que estuviera conmigo, iba a caer conmigo, iba a ser un daño colateral”, explica Erika.

Indefensión de las denunciantes

La situación derivó en varios problemas físicos (por somatización) y finalmente una grave crisis de ansiedad durante el servicio que provocó su actual situación de baja laboral. Pero en ningún momento se abrió el protocolo de acoso existente en la Institución como recomendaban los informes del especialista médico del Cuerpo. La agente denunció por lo penal al jefe de la comandancia de su provincia “por dejación de funciones” ya que debía investigar, alega, si era víctima o no de un acoso laboral. Pero la denuncia “se archivó en cuestión de 20 días”.

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Una guardia civil de la unidad de servicio fiscal. Imagen: GC​

Desde entonces, Erika está luchando por demostrar que su baja laboral está directamente relacionada con su servicio profesional, tal y como indican los informes médicos de la Guardia Civil. Sin embargo, el cuerpo lo niega y alega que era ella la que “acosaba” a su superior y acusa a su pareja, también guardia civil, de lo mismo. Ahora, Erika ha acudido al Defensor del Pueblo y se defiende diciendo que, si efectivamente ella hubiera sido la acosadora, la Guardia Civil ya hubiera tomado medidas represoras contundentes contra ella.

Y mientras, en los años transcurridos ha visto cómo el Oficial ha sido ascendido y condecorado, mientras que a ella nadie le ha tomado declaración sobre lo ocurrido.

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“Somos muchas mujeres en situaciones de acoso”, lamenta. “Desgraciadamente en la Guardia Civil no nos quieren. No lo pueden decir porque no es políticamente correcto, pero nos están echando una a una”, añade, insistiendo en que “no hay ninguna voluntad de integración”.

La propia ex secretaria de la AUGC, Pilar Villacorta, que dimitió en febrero por cuestiones personales, reconoce la indefensión que existe para quienes denuncian, pues ella misma asegura haberlo experimentado. Recientemente ha interpuesto una denuncia contra un coronel por un incidente durante unas prácticas de tiro contra las mujeres que estaban: “Se nos vejó como mujeres, se nos humilló como mujeres delante de hombres”, expone.

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Tras dos archivos consecutivos de la causa, en la actualidad se está manejando la posibilidad de la apertura de un expediente disciplinario contra ella.

Sin prevención contra el acoso

Villacorta denuncia la falta de medidas contra el acoso dentro del cuerpo, porque no hay plazos fijados. “Tú pides que se te abra un protocolo de acoso y no tienes plazos, puedes estar un mes sin tener medidas preventivas o un año”. Durante ese tiempo, es posible que la víctima continúe sufriendo el acoso de su agresor, explica.

"Tú pides que se te abra un protocolo de acoso y no tienes plazos, puedes estar un mes sin tener medidas preventivas o un año"

“Puede darse el caso”, añade, “de que a quien te obligan a poner la denuncia sea tu propio abusador”, añade. Comenta que el sistema suele defender a los propios acusados y lo sitúa en “un contexto laboral plenamente masculinizado y con un machismo enraizado” porque “aquellos que tienen el poder para hacer los cambios son hombres”.

Y añade que, cuando una mujer decide denunciar a su mando, este mando “suele estar muy bien mirado” dentro del cuerpo, lo que le supone “una carga emocional y laboral tremenda” y conlleva a que “la mayoría de los casos no se denuncien”. Y no le extraña. “¿Para qué?” Se pregunta, “si es un protocolo que no te garantiza medidas preventivas”. Además, lamenta que “poner una denuncia tiene sus consecuencias; todas las que la han puesto han sido apartadas de su destino, están en un proceso de baja psicológica y mientras, los agresores siguen ascendiendo”.

Conciliación familiar

Según los datos de la Dirección General de la Guardia Civil, en diciembre de 2016 las mujeres en el cuerpo tan solo ascendían a 5.157, sin apenas diferencia de las 5.131 de 2012. Respecto a su jerarquía, tan solo hay 14 mujeres comandantes, 32 capitanes, 56 tenientes y cuatro alférez.  

El número también resulta alarmante cuando se consultan las especialidades dentro del cuerpo. La gran mayoría, 2.430, están destinadas en Seguridad Ciudadana.

El absentismo en mujeres dobla al de los hombres. La AUGC lo relaciona con la falta de medidas de conciliación 

La poca presencia de las mujeres en las especialidades les condiciona para poder ascender. Y esta poca presencia está directamente relacionada con la necesidad adicional, por el contexto de la sociedad, que tienen las mujeres de conciliar su vida profesional y laboral.

Las estadísticas también reflejan que hay un mayor absentismo laboral en las mujeres (12,61%) frente a los hombres (6,57%). “El absentismo laboral de la mujer, que duplica al de los hombres, está absolutamente conectado con la falta de medidas de conciliación”, denuncia Villacorta.

Y explica que, cuando una mujer solicita la conciliación por cuidado de hijos menores de 12 años, “se la dan inmediatamente, pero no la elección del horario”, sino que pueden conceder “una tarde, luego una noche, luego una tarde libre y luego mañanas seguidas”, por lo que no hay una continuidad de horario ni una estabilidad.

En este sentido, la secretaria general de la Federación de Mujeres de la Asociación Española de Guardias Civiles, Sara Díez, denuncia que muchas mujeres “recurren a las bajas” cuando se les deniega la reducción de jornada, o cuando se la concede pero “en un horario de tarde que no sirve para conciliar con la vida familiar”.

Para ésta y otras cuestiones, existe en la Guardia Civil un Comité de Igualdad entre hombres y mujeres que, sin embargo, no tiene rango para proteger a esas mujeres que “formaban parte de este cuerpo y para salvaguardar los derechos y libertades de la ciudadanía, y se han encontrado con que en la Guardia Civil tenemos borrachos, puteros, cocainómanos, acosadores y agresores”, concluye Pilar Villacorta.

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