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Meritocracia 

Pablo Iglesias en La Base
Pablo Iglesias en La Base.

¿Es la meritocracia un mito? Obviamente y hay decenas de datos que lo demuestran. En España sabemos que el 75 por ciento de los 100 más ricos no son ricos por ser muy listos o por ser hábiles emprendedores, sino porque heredaron. Y sabemos también que la esperanza de vida en los barrios populares es menor que en los barrios más pudientes. 

Pero quiero preguntarme algo: ¿Existe el mérito? ¿Existe el esfuerzo? Pues claro, igual que existen la decencia y la indecencia. Tiene mérito llegar a ser doctor habiendo crecido en una casa en la que no había libros, como tuvo mérito que el tartamudo Demóstenes se convirtiera en el mejor orador en Atenas, durante el siglo IV antes de Cristo. Pero que nadie tenga la poca vergüenza de poner de ejemplo a Demóstenes o a los héroes de la clase obrera para justificar la mierda neoliberal que nos rodea. Ningún ejemplo de superación individual puede justificar la desigualdad social y la falta de políticas que compensen la desventaja con la que parte cualquiera que nace en una familia humilde.

Decía que el mérito existe, lo mismo que la decencia y la indecencia existen también. Frente al individualismo de Michael Jordan, su compañero de los Bulls Craig Hodges, tuvo mérito cuando el presidente Bush padre invitó a lo campeones a visitar la Casa Blanca. Hodges, campeón de la NBA y ganador del concurso de triples, llevó a la Casa Blanca un dashiki, una vestimenta tradicional africana, para protestar ante el presidente por el trato que el Gobierno daba a los negros. Aquel gesto valiente acabó costándole que ningún equipo de la NBA quisiera contratarlo. Esa decencia y ese valor, viniendo de alguien que lo tenía todo, tuvo mucho mérito. 

En estas últimas horas en las redes sociales, se ha pronunciado mucho el apellido Verstrynge. Conozco a los dos políticos que lo llevan. El padre, Jorge, fue secretario general de Alianza Popular. Cualquiera que haya sido secretario general de AP tiene asegurado acabar en un consejo de administración y vivir de puta madre el resto de su vida sin pegar un palo al agua. Pero Jorge Verstrynge volvió a dar clases en la Complutense y además se hizo rojo. Un rojo de mierda con suelo de profe de la pública. Eso tiene mérito. 

La otra política del clan, Lilith Verstrynge, creció en una casa llena de libros en la que le hablaban en castellano y en francés. Lo tuvo todo más fácil que Demóstenes y que los héroes de la working class. Podría llevar una plácida vida y ganar pasta pero se metió en Podemos para aguantar los insultos de hordas de babosos y las críticas de mercenarios con carnet de periodista, encantados de cumplir servilmente las consignas que les dan sus jefes. Y eso tiene mucho mérito. Y lo que dijo Lilith Verstrynge sobre la meritocracia en la Fiesta de la primavera de Podemos, era la puñetera verdad.

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