Este artículo se publicó hace 2 años.
¿Qué está pasando en Reino Unido?
Sara Serrano
Madrid-
El exministro de economía de Boris Johnson y uno de los hombres más ricos del país, Rishi Sunak, ya es el líder de los Conservadores británicos. De este modo, se convierte en el nuevo primer ministro británico tras la dimisión de Lizz Truss, forzada por la cúpula del partido.
En primer lugar, el partido se encuentra dividido y muy fragmentado. Sunak tiene la confianza de los diputados conservadores más relevantes, pero las bases del partido siguen apostando mayoritariamente por Boris Johnson. De hecho, la victoria de Truss frente a Sunak en las primarias del verano pasado se explica fundamentalmente porque buena parte de los afiliados veían en Sunak al traidor que con su dimisión había provocado la caída de Johnson, mientras que Truss representaba la continuidad del legado del exprimer ministro.
Además, la larga sombra del Brexit sigue pesando sobre el partido, y los euroescépticos no tolerarán una marcha atrás en el enfrentamiento con Bruselas.
La segunda dificultad que va a tener que enfrentar el nuevo primer ministro es el descrédito del Partido Conservador. Según las encuestas, la intención de voto de los conservadores se ha desplomado estrepitosamente. Si se celebrasen elecciones hoy, los tories apenas alcanzarían el 20% de los votos, frente al 50% que obtendrían los laboristas.
Desde las últimas elecciones generales (que se celebraron en diciembre de 2019), el Partido Conservador ha retrocedido 20 puntos, mientras que el Labour ha avanzado 19 puntos. Traduciendo estos porcentajes en escaños, la Cámara de los Comunes tendría una mayoría absoluta laborista, con 480 diputados, mientras que los conservadores, que ahora tienen 365 escaños, podrían quedarse con unos 75 diputados.
Como en casi todo acontecimiento político no existe una explicación única. Por un lado, están los escándalos que rodearon a Boris Johnson y que provocaron que por primera vez desde que fuera elegido primer ministro, los laboristas adelantaran a los conservadores en intención de voto.
El segundo momento determinante en la caída en picado de los tories, se produjo justo después del nombramiento de Lizz Truss, cuando anunció una impopular bajada de impuestos a las rentas más altas.
El pasado 23 de septiembre Truss anunció un plan que incluía la bajada de las tasas impositivas del 45 al 40% para las rentas de más de 170.000 euros. Esta bajada de impuestos equivalía al 1,5% del PIB, algo nunca visto en Reino Unido en los últimos 50 años. Pues bien, sólo 10 días después de presentar esta propuesta, la presión de los sindicatos, los movimientos sociales, la oposición las encuestas y los mercados financieros -que experimentaron una caída histórica de la libra esterlina- obligaron a Truss a dar marcha atrás.
Rishi Sunak llega a Downing Street en un contexto inflacionario que puede que tenga su origen en la crisis energética, pero que ha sido amplificado por la especulación. Actualmente la inflación se sitúa por encima del 10% y no ha sido compensada con una subida proporcional de los salarios ni con un aumento de las prestaciones sociales. Esto ha provocado una ola de huelgas masivas en sectores como el ferroviario, el de los trabajadores portuarios, los abogados penalistas o los profesores públicos.
La protesta social también dio lugar al movimiento "Don’t Pay UK", que llama a más de 1 millón de ciudadanos británicos a no pagar las facturas de la luz. Este movimiento surge en un momento de gran subida de los precios de la energía: el gas, por ejemplo, ha multiplicado por siete su precio en el último año. Frente a esto Truss propuso congelar los precios de la energía durante dos años, eliminar el impuesto a la energía destinado a financiar la transición verde y levantar la moratoria sobre la producción de gas de esquisto, altamente contaminante.
La respuesta de Truss ante el aumento de la inflación y de los precios de la energía beneficiaba fundamentalmente a los ricos. Según un estudio de la Resolution Foundation, las primeras medidas anunciadas por Truss ahorrarían un promedio de 4.700 libras al 10% de los hogares más ricos frente a las 2.200 libras que ahorraría al 10% más pobre. Si nos fijamos exclusivamente en la que era su propuesta fiscal, las medidas beneficiarían 250 veces más a los hogares más ricos que a los más pobres.
El paquete de medidas propuesto por Truss costaría 150 mil millones de libras a las arcas públicas. Para que nos hagamos una idea, esto es más del doble de lo que se gastó durante la pandemia para financiar las prestaciones por pérdida de empleo. Truss podría haber financiado estos nuevos gastos aumentando los impuestos a las grandes fortunas o gravando los beneficios excepcionales del sector energético, pero no, decidió endeudar al Estado para financiarlos.
Esto no hace más que empeorar la crisis de deuda que atraviesa el Reino Unido, [que actualmente tiene una deuda privada que supera el 300% del PIB y un déficit público del 99%], y allana el camino a la vuelta de lo que eufemísticamente se conoce como políticas de "control de gasto", es decir austeridad.
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