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Recuerdos de la España que no fue desde el exilio mexicano

En el 80 aniversario del exilio español en México, 'Público' acompaña a seis refugiados republicanos que se reúnen para celebrar el día de la República. Recuerdan la España que pudo ser y advierten del auge del fascismo.

Loty de la Granja, Carmen Tagüeña, Fernando Rodríguez Miaja, Paloma Altolaguirre Mendez, María Teresa Martín Arroyo y Carlos Ordoñez García.

"Mi vida está dividida en dos. Una, hasta los 22 años. Otra, hasta los 127, que es a lo que voy a llegar. Estos 22 años son los realmente importantes". Fernando Rodríguez Miaja tiene 102 años y lleva exiliado en México desde 1939, cuando el ejército fascista liderado por Francisco Franco se impuso en la guerra civil española. Miaja, nacido en Oviedo, es un tipo carismático, de buena conversación. Fue secretario de su tío, José Miaja Menant, el militar republicano que organizó la defensa de Madrid. Conoce la República española no porque la haya leído en los libros, sino porque estaba allí, "en pantalón corto", pero ya consciente de que algo importante estaba ocurriendo.

"Leo mucho, veo películas, pero a veces, me siento junto a la radio apagada, en silencio, y recuerdo la guerra", dice Rodríguez Miaja. Es 15 de abril. La víspera se celebraba el día de la República. En un apartamento de la colonia Polanco, una de las más pudientes de la Ciudad de México, un grupo de exiliados españoles brinda por esa España que no fue, que les arrebataron.

En un extremo de la mesa, Rodríguez Miaja y Carmen Tagüeña, nacida en Moscú en 1940, hija de Manuel Tagüeña, uno de los militares más destacados del bando republicano y militante comunista, y Carmen Parga, histórica profesora en el colegio Madrid, el centro educativo fundado por exiliados republicanos en México. A su derecha, Loty de la Granja Goñi, alicantina nacida en 1934, que escapó a través de Orán, Marruecos. A su izquierda, Paloma Altolaguirre Méndez, hija de los poetas y editores Concha Méndez y Manuel Altolaguirre; y María Teresa Martín Arroyo, escultora e hija de un militar que terminó en un campo de concentración en Francia antes de exiliarse en México. Por último, frente a ellos, en el extremo de la mesa, Carlos Ordoñez García, que llegó a México en el Nyassa, uno de los barcos que llevaron exiliados desde San Juan de Luz y que residió en el mítico edificio Ermita, sobre el que escribió un libro.

Todos ellos son exiliados. Todos, salvo Carmen Tagüela, nacieron en España antes de la sublevación fascista o durante la guerra. Algunos, como De la Granja, Martín Arroyo y Ordoñez García, se conocieron siendo muy niños, cuando llegaron al Ermita, el edificio que compartieron con figuras como Rafael Alberti. Este año se cumplen 80 años de la huida masiva de republicanos a México. Fue en 1939, cuando el entonces presidente, Lázaro Cárdenas, realizó un llamamiento: habría puertas abiertas para los republicanos que escapasen de la represión y los fusilamientos en la España franquista. Todos ellos, en algún momento, regresaron a España, aunque después de tanto tiempo, tenían la vida hecha en México.

Durante todo el año, el ateneo de México y el gobierno español tienen previstas actividades conmemorativas. Pedro Sánchez pronunció una conferencia centrada en el exilio durante su visita de enero al presiente mexicano, Andrés Manuel López Obrador.

Los supervivientes de aquella época reivindican la memoria. Que la gente sepa qué ocurrió. El agradecimiento al gobierno mexicano y la nostalgia por lo que no llegó a ocurrir, la España republicana, avanzada, de derechos sociales.

"Hasta la secundaria era un antifranquismo visceral, luego fue evolucionando", dice Carlos Ordoñez. Habla con voz bajita, deja siempre que sean los otros los que se expresen y fuma un cigarro tras otro. Pero tiene mucho que contar. Recuerda que en su casa se hablaba más "de lo que se había tratado de hacer, más que de lo que podría ser", y enumera políticas como el intento de igualdad entre hombres y mujeres o la libertad religiosa.

"Franco me hizo un favor trayéndome aquí, no hubiese querido vivir en la España de Franco"

Los exiliados brindan por la República, aunque fue el designado por Franco, Juan Carlos de Borbón, quien terminó en la jefatura de Estado. También dicen que la bandera es lo de menos, que es más importante el recuerdo y el homenaje a lo que ocurrió.

"Yo esperaba algo así, aunque en aquella época hablaban de Juan Carlos ‘el breve’, porque iba a durar muy poquito, pero no", recuerda Ordoñez.

"Más que el hecho de que pusieran al Borbón, está el reconocimiento de la República. Podían haberlo puesto y reconocer a la República", dice Carmen Tagüeña, que ejerció como presidenta del Ateneo español durante nueve años. En su opinión, la clave está en quienes tomaron las riendas del país después de la Transición. "Felipe González y Alfonso Guerra provenían de un grupo que no tenían nada que ver con la República. No les importó. Años después me lo reconoció Alfonso Guerra. Tuvieron todo el poder para cambiar cosas y no lo hicieron", dice.

Ella, que viene de familia "roja", no conoció la España franquista y pone en valor el hecho del exilio. "Nunca tuve una puta muñeca, pero viví con mucha dignidad. A los que se quedaron sí que les hicieron sufrir", dice. Su padre, Manuel Tagüeña, fue el comandante que organizó la retirada tras la batalla del Ebro. "En el Ebro lo recuerdan porque nunca fusiló a nadie, sus inclinaciones eran humanitarias, era físico, tenía la cabeza super organizada", dice. "Hubiera ido con una beca a Estados Unidos, hubiera sido un gran físico español, eso es lo que se pierde en la guerra", asegura Tagüeña.

Lo perdido, la España que nunca llegó a desarrollarse, las vidas que jamás vivieron.

"A veces pienso qué pasaría si hubiéramos ganado la guerra, o si no hubiera habido guerra. Ya lo dijo Ortega y Gasset, soy yo y mis circunstancias, si no hubiera habido guerra…" reflexiona Miaja.

"Fue la generación más vanguardista, la que tuvo los mejores maestros, la que logró el voto de las mujeres, la libertad, las misiones pedagógicas, y de repente perdieron todo", añade Loty de la Granja. La alicantina recuerda que su reencuentro con España tuvo lugar en Redondela, Galicia, la tierra de su marido, Suso Bernárdez, ya fallecido. Con él regresó en 1976, una vez muerto Franco, y quedó impactada por el recibimiento. Telmo Bernárdez, el suegro al que nunca conoció, fue bautizado en su pueblo como "el médico de los pobres", lo que no le libró de ser asesinado en 1936 por su militancia en el Partido Republicano. Comprobar los honores con los que la familia era agasajada después de años de destierro cambió la perspectiva de la mujer.

"La República fue una República romántica y muy precipitada. Yo tenía 14 años cuando se proclamó, queríamos que en dos años se recuperara lo que se había perdido", dice Rodríguez Miaja. Y apunta: "España es muy reaccionaria. Y esto de Vox no es una casualidad. Es una parte del PP, la parte más reaccionaria. Pero que estaban ocultos y ahora vieron la oportunidad de salir brillando", dice.

"No hay que victimizarse, nos tocó eso y punto", dice Teresa Martín. Pone como ejemplo una anécdota familiar: "Mis papás se reunían en un café cuando iba a morir Franco. Habían pasado 40 años y mi padre dijo 'a mí no me arruinéis el exilio'. Ya era demasiado tarde".

Isabel Allende dijo una vez que "el exiliado mira hacia el pasado, lamiéndose las heridas; el inmigrante mira hacia el futuro, dispuesto a aprovechar las oportunidades a su alcance". La conversación, en este momento, gira hacia el pasado, pero también es verdad que México fue generoso con estos hombres y mujeres obligados a dejar atrás su país.

En el recuerdo de los viejos tiempos, rememoran, por ejemplo, la celebración en el edificio Ermita el día en el que los nazis fueron expulsados de París. También el momento en el que Franco murió. Y Tagüeña rememora la gracia que le hacía a su madre recordar el himno de Falange cuando ETA acabó con la vida del almirante Luis Carrero Blanco, llamado a suceder al dictador. "Formaré junto a los compañeros que hacen guardia sobre los luceros", dice la letra, creada en 1935 y, por lo tanto, incapaz de prever que una carga explosiva haría volar por los aires al presidente español.

Regresamos a la España que pudo haber sido. Al horror que tuvo lugar.

"Si comparas el discurso de Azaña con el discurso de Franco, Azaña está hablando de la reconciliación, es un discurso muy hermoso", dice Tagüeña.

"El otro era un cabrón hecho y derecho", responde Rodríguez Miaja.
"Se quiere quitar los restos y no se ha hecho", añade Martín, en referencia a que los restos de Franco siguen en el valle de los Caídos, pendientes de una exhumación que el Gobierno previó para el 10 de junio pero que un juez ha paralizado. En cualquier caso, una exhumación que llega casi 45 años después de la muerte del dictador.

"Da igual donde estén los restos", le responde Altolaguirre.
"No, no da igual", rebate su compañera. "Donde está es un homenaje y no merece, que lo entierren en el panteón de su familia".
"Lo único que siento del valle de los Caídos es que el suelo es de granito y eso no vuela", apunta Rodríguez Miaja.
"Y lo hicieron los presos políticos", insiste Tagüeña. "En realidad, nosotros nos salvamos de un sufrimiento extra que tuvieron los republicanos, que tuvieron que aguantar. A nosotros nos fue mal pero…"
"Pero podemos reunirnos a echar pestes", zanja el antiguo militar.
Desde la lejanía, los exiliados también observan con preocupación la evolución de España.

"Nací un año antes de terminar la primera guerra, viví la de España y la mundial. Los que luchamos en España pensamos que íbamos a acabar con la putrefacción del mundo, que esto ya no se repite", dice Fernández Miaja. "En aquel tiempo pensaba que todo el monte es orégano, que íbamos a construir algo diferente. Te decepcionas. Yo no puedo dejar de ser, como se dice ahora, progresista, pero también comprendo que fue muy romántico".

"Pensábamos que el camino estaba así (imita una línea recta con la mano), pero esta así (forma un círculo), estamos aquí otra vez. Pensábamos que el mundo iba hacia adelante, pero es algo que gira", dice.

Vox, el Brasil de Bolsonaro, el Estados Unidos de Trump.

Estos hombres y mujeres que tuvieron que dejar sus casas porque sus familias (o ellos mismos en el caso de Rodríguez Miaja) pelearon por una España diferente observan con preocupación hacia dónde evoluciona el mundo.

Se hace un silencio.

Hasta que, uno a uno, canta. "Arriba parias de la tierra…"

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