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Venezuela Pedro Sánchez y el comodín de los republicanos exiliados

Pedro Sánchez aprovecha su conferencia sobre los 80 años de exilio republicano en México para deslegitimar al presidente venezolano, Nicolás Maduro. La crisis en el país caribeño marca la visita presidencial a Andrés Manuel López Obrador. “En 1939 fue España. Ahora es Siria, África, Venezuela o Centroamérica”, dice Sánchez.

Pedro Sánchez saluda al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. / EFE

alberto pradilla

“Ningún gobernante es virtuoso, ningún gobernante tiene legitimidad si sus ciudadanos se ven obligados a marcharse de su país. Dan igual las razones originales que tenga; la migración forzada y el exilio es inaceptable”. Así arrancaba Pedro Sánchez sus referencias a Venezuela durante su conferencia sobre los 80 años de exilio republicano a México. El escenario era el Colegio de México, una institución fundada a partir de la Casa de España por refugiados españoles que huyeron tras la victoria franquista en la guerra civil.

Era el lugar perfecto para reivindicar memoria histórica de los republicanos forzados a escapar del fascismo. Sin embargo, el presidente aprovechó ese recuerdo para aplicarlo a las urgencias políticas del momento. Y esa urgencia, en México, Madrid o Washington, es ahora Venezuela. Por eso el presidente explota cada intervención para dejar un recado en clave venezolana. La víspera, en Santo Domingo, calificó de “tirano” a Nicolás Maduro, tras la reunión de la Internacional Socialista. Menos de 24 horas después, ante el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, habló de “diálogo entre las dos partes”, rebajando algo el tono. Después del almuerzo, ya sin su anfitrión a su lado, retomó la beligerancia perdida durante la mañana y negó legitimidad al actual inquilino del palacio de Miraflores.

En realidad, la idea de la conferencia era agradecer a México la acogida hacia las decenas de miles de exiliados que marcharon de España cuando Franco se impuso en 1939. Pero un presidente, y esto es universal, no puede dejar escapar a su audiencia sin soltar algún titular de coyuntura. Es parte del juego y nadie entendería lo contrario. Así que Sánchez aprovechó el tema de la migración forzosa para usar el comodín de los refugiados republicanos.

En el exterior, un pequeño grupo con banderas rojas gritaba con un megáfono que los acuerdos entre España y México no responden a los intereses de los trabajadores españoles y mexicanos y censuraban el gobierno de López Obrador, el primer presidente mexicano identificado claramente con la izquierda. Siempre hay alguien más a la izquierda.

“En 1939 fue España. Ahora hay sirios que huyen de la guerra; africanos, que huyen del hambre; venezolanos, que huyen de un régimen hostil; y centroamericanos, que huyen de todo lo anterior”, dijo. Ahí es nada. Siria, Venezuela, África y Centroamérica. Dos países, un continente y una región. Cada uno en una parte del mundo. Todos mezclados en un totum revolutum con un común denominador, la huida, pero carentes de contexto. Los primeros, víctimas de una guerra que convirtió su país en un tablero de ajedrez para las diferentes potencias; los segundos, que se encuentran en Melilla con una valla de la que el propio Sánchez tiene la llave; los terceros, víctimas de una terrible crisis con muchísimos factores y los últimos, que casi deberían sentirse agradecidos porque alguien les nombre, siendo como son las víctimas olvidadas de uno de los lugares más olvidados del planeta. Todos, según Sánchez, como republicanos huyendo del fascismo en 1939. El comodín de los exiliados republicanos.

Reivindicó Sánchez el papel de la política para resolver los problemas de la ciudadanía, pero poniendo en valor a las personas, “no como peones de la geoestrategia”. Suponemos que quería hacer referencia a aquellos países que mantienen el apoyo al Gobierno venezolano. También, de las Naciones Unidas y el multilateralismo para evitar los conflictos. “Por eso nos gusta la Unión Europea”, argumentó. No hablaba entonces sobre el país caribeño. La institución liderada por Antonio Guterres está más cerca de del diálogo “sin condiciones” por el que aboga López Obrador que del Grupo de Contacto entre europeos y latinoamericanos que había sugerido Sánchez horas antes, que mantiene el ultimátum a Maduro: o convoca elecciones presidenciales o Europa reconocerá como presidente al líder de la oposición, Juan Guaidó.

Ya centrados en actualidades políticas, el presidente retomó la idea del auge del fascismo para denunciar que en España surgen “nostálgicos del franquismo”, en referencia a Vox, pero sin nombrarlo. Teniendo en cuenta que Santiago Abascal formó parte del PP hasta que dio el salto y fundó su nueva formación, quizás hubiese sido más adecuado considerar que nunca se habían marchado. “Hoy en todo el mundo hay nostálgicos de tiempos terribles, de los nacionalismos excluyentes (¿hablaba solo de Vox?), de la incomunicación y la intolerancia. En España ha vuelto a haber nostálgicos del franquismo. Apuestas por recortar los derechos de las mujeres y de los que piensan distinto a ellos. Apuestan por reivindicar lo peor de nuestra historia”, afirmó.

“No contaminemos el exilio de romanticismo ni de épica. Es una experiencia traumática”, dijo Sánchez, que reconoció que los hombres, mujeres y niños que se vieron forzados a dejar España por miedo a ser represaliados por la dictadura no siempre han tenido el lugar que merecían en la historia. “Reivindico la necesidad de recordar. Aquellos que sufrieron el exilio merecen, merecéis (en la audiencia había descendientes de exiliados españoles) recuerdo, para que no vuelva a ocurrir nunca”, afirmó.

Además de la crisis en Venezuela, la Memoria Histórica ha sido el segundo eje de la visita de Sánchez a México. La víspera, la ministra de Justicia, Dolores Delgado, entregaba a Maria Lluïsa Gally, nieta del expresident de la Generalitat, Lluis Companys, el documento que certifica la condena del consejo de guerra que decidió el fusilamiento de su abuelo. “Tras la guerra civil, la dictadura perduró y los vencidos fueron ignorados”, aseguró, ante la descendiente del entonces líder de ERC, que llegó a ocupar el ministerio de la Marina.

Sánchez se mantuvo en esa línea para recordar a los intelectuales, trabajadores, amas de casa, que marcharon en barco para rehacer su vida en México. Mencionó a ilustres, como el cineasta Luis Buñuel o el poeta Luis Cernuda. “Llegamos tarde, muchos compatriotas no están, pero sus obras permanecen”, añadió, tras pedirles “perdón” y “reconocer su sacrificio”.

Hacia México, palabras de agradecimiento por la acogida y, también, un reconocimiento a las Brigadas Internacionales y su “lucha contra el fascismo”. También, una reivindicación de la vida en el exilio, con la recogida de fondos para los presos políticos, las discusiones a miles de kilómetros sobre por qué se perdió la guerra y cómo restituir una República que no llegaría y la producción literaria que desembarcaría en España en forma de obras clandestinas.

Todo ello, con una idea insistente: no mitificar la vida del exilio, una experiencia traumática para decenas de miles de republicanos que murieron a cientos de kilómetros de su casa.

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