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València exprime todo el potencial de la naranja ante Europa

Ximo Puig viaja a Europa para defender un cultivo que en el País Valencià tiene mucho más valor que el simplemente económico.

Naranjo. Foto de archivo.
Naranjo. Foto de archivo. Hans / Pixibay

El año 1989, Vicente González Lizondo, entonces único diputado de la conservadora y regionalista Unió Valenciana, se estrenó en el Congreso español durante la investidura de Felipe González blandiendo una naranja desde la tribuna de oradores. "Cuando acabe de arruinar Alicante, Castellón y Valencia, habrá arruinado España" dijo justo antes de dejar la naranja sobre el escaño presidencial. El gesto de Lizondo caló profundamente en la sociedad valenciana y dio el inicio a los mejores años, electoralmente hablando, de la formación valencianista.

El símbolo escogido no fue al azar. En el País Valencià, la naranja tiene el mismo significado psicológico que el cuerno de la abundancia. Sobre su cultivo, a finales del siglo XIX y principios del XX, se edificó el poder económico de las grandes sagas burguesas, desde Castelló hasta la Ribera. Puertos, ferrocarriles, bancos... Todo se hacía y deshacía siguiendo los intereses de los grandes productores y exportadores de esta fruta. E incluso durante la guerra, la naranja se convirtió en una de las principales fuentes de divisas –imprescindibles para comprar armas- del gobierno republicano.

En el País Valencià, la naranja tiene el mismo significado psicológico que el cuerno de la abundancia

Es por eso, que el viaje de hoy del presidente valenciano, Ximo Puig, a Bruselas para entrevistarse con la directora general de Salud y Seguridad Alimentaria de la Unión Europea, Sandra Gallina, para exigir la reciprocidad fitosanitaria con las naranjas importadas de Suráfrica, van más allá de un asunto meramente agrícola, aunque esta cuestión también sea importante.

"Hace años que reivindicamos una ordenación de los acuerdos comerciales internacionales para proteger la producción valenciana y medidas como que se exija las mismas condiciones fitosanitarias a los productos importados que a los de aquí, son básicas, no solo para evitar competencia desleal, sino también para impedir la entrada de nuevas plagas", explica Carles Peris, secretario general de la Unió de Llauradors, una de las entidades que más a presionado para que el Gobierno valenciano se implique en las reivindicaciones ante la Unión Europea.

Elemento simbólico

El cultivo de los cítricos supone un volumen de unos 2.000 millones de euros y se calcula que ocupa directamente –incluyendo la manipulación- unas 15.000 personas. Aún así, actualmente la agricultura solo supone un 1,9% del PIB valenciano y hace años que arrastra una crisis constante, con la pérdida de hasta 40.000 pequeños campesinos en los últimos veinte años y un 10% menos de superficie dedicada a los cítricos.

Buena parte de la responsabilidad de esta situación viene precisamente de los tratados de libre comercio europeos, los cuales han contado con el apoyo entusiasta, tanto del PSOE como del PP. Un apoyo a unas políticas que, por ejemplo, no impidió que el eurodiputado popular, Esteban González Pons se presentara a las elecciones del 2014 con una naranja en la mano "como símbolo del compromiso de recordar cada día sus orígenes".

"El PP secuestró la imagen de la naranja en su construcción de la identidad valenciana que hegemonizó una vez secuestrada Unió Valenciana, –explica el politólogo y analista Jordi S. Carbonell- una apelación a la naranja que parecía compatible con unas políticas que se cargaban el campo valenciano. La naranja representa muy bien la identidad valenciana, si se quiere un poco flockloritzante, pero que tocaba el orgullo y llegaba muy bien al voto rural, que era una base sólida del PP". Una hegemonía que llegó hasta el punto de conseguir que a las elecciones autonómicas del 2011, el PSPV entonces liderado por Jorge Alarte retirara una imagen de campaña donde la corrupción del PP se simbolizaba en una naranja podrida porque era "ofensiva para el campo valenciano".

Con la crisis del 2008 y el tsunami de casos de corrupción que ahogó el PP a partir de la segunda década del siglo XX, el partido perdió este control sobre los símbolos más emotivos de los valencianos y estos pasaron –o como mínimo compartir- con las formaciones de izquierdas. Entonces fue Joan Baldoví, de Compromís, quien agitó una naranja en el Congreso denuncia, precisamente, de los acuerdos comerciales con Sudáfrica.

Ahora es Ximo Puig quien quiere levantar la bandera de la defensa de la naranja, después de que su partido haya realizado un cambio sustancial en este tema. "El discurso que ha hecho Inmaculada Rodriguez Piñero [eurodiputada valenciana por el PSOE], que ha pasado de una defensa enconada de los acuerdos comerciales a una posición mucho más próxima a la nuestra ha sido enorme y muy positivo", destaca Peris desde la Unió de Llauradors. Carbonell, por su parte, ve una "escenificación, por parte de Puig, de un cambio de paradigma y, quizás también, de modelo productivo, aunque esto segundo será complicado dentro del marco de la Unión Europea"

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