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Yolanda Díaz, ante el reto de que la izquierda hable el mismo idioma en campaña

Más allá de la unidad de las siglas, si las izquierdas acuden juntas al 23J tendrán que diseñar una campaña común que aglutine todas las diferencias discursivas vistas durante el 28M.

La vicepresidenta segunda del Gobierno y líder de Sumar, Yolanda Díaz, durante su intervención en un acto de campaña este lunes en el palacio de Congresos de Málaga
La vicepresidenta segunda del Gobierno y líder de Sumar, Yolanda Díaz, durante un acto de campaña del 28M en Málaga. Imagen de archivo. Jorge Zapata / EFE

Unidad no es uniformidad. Hay diferencias claras y matices conceptuales entre ambos términos, aunque también hay ciertas similitudes. Lo uniforme va unido, es una continuidad, un todo indistinguible entre sus partes. La unidad se puede construir desde la diversidad, desde la diferencia incluso, apreciando los matices de unas partes que componen el todo. Es imposible (más allá de si sería conveniente) que las izquierdas logren la uniformidad de cara a las elecciones generales del 23 de julio, y a lo que aspiran es a la ansiada unidad.

Sin embargo, también es importante discernir cuáles son los objetivos de cada actor político en este sentido y qué sería lo más positivo de cara a una de las campañas electorales más importantes de la historia reciente por lo que está en juego.

Todos los actores implicados en el proceso de negociación para una coalición electoral comparten que es necesario lograr la unidad como herramienta electoral. Esta es la única fórmula que permite sortear los obstáculos de una ley electoral que penaliza de manera muy contundente la división. Las muestras y ejemplos reales de esto son muy numerosos y la hemeroteca, extensa; además, las encuestas que se han publicado también apuntan a que una izquierda dividida sería duramente castigada por la LOREG en unas generales.

En el 28M también han habido ejemplos; en el municipio de Huesca (un escenario claro de la penalización de la división) ninguna de las opciones de la denominada izquierda transformadora entró al Ayuntamiento por no lograr el porcentaje mínimo de votos que exige la ley. Sin embargo, las tres candidaturas de este espacio (Podemos-AV, CHA y Equo) sumaban más de un 13% de los votos, un 3% más de lo que sacó Vox, tercera fuerza del Consistorio con tres concejales.

Sin embargo, la unidad no solo podría ser necesaria para sortear la ley electoral, sobre todo en unas elecciones que tienen lugar como oportunidad para revertir una ola reaccionaria que arrasó en municipales y autonómicas hace apenas tres días. El 28M sirvió como escaparate de muchas cosas, también de las diferencias de unas izquierdas que forman parte de un espacio tan amplio como diverso.

Los discursos, formas, gestos, marcos e, incluso, las escenografías de los partidos han sido radicalmente distintas durante la campaña electoral. El cartel de Podemos-IU-AV en el barrio de Salamanca con la cara del hermano de Isabel Díaz Ayuso, Tomás Díaz Ayuso (por el escándalo de las comisiones de las mascarillas durante la pandemia del coronavirus), o la crítica a grandes empresarios con enormes beneficios durante la crisis, como Florentino Pérez o Juan Roig, poco tiene que ver con la campaña de Más Madrid o de una Yolanda Díaz que en sus discursos prefirió exhibir sus famosos datos y los logros legislativos del Gobierno de coalición.

Ejemplos de una campaña común entre distintos

Esta situación no es nueva. Podemos, Izquierda Unida y el resto de formaciones que se unieron en una misma coalición electoral en 2016 tenían evidentes diferencias (las dificultades de los de Pablo Iglesias y de los de Alberto Garzón para unirse son una buena prueba de ello, aunque este no fue el único motivo). De hecho, en esta coalición también estaba Compromís, que se adhirió a este espacio en el proceso electoral y que optó por formar su propio grupo parlamentario en el Congreso, al margen de Unidos Podemos, después. 

En determinados municipios, Podemos y otros partidos se unieron a las denominadas mareas, movimientos ciudadanos conformados al calor de las protestas y la indignación por los recortes y el debilitamiento de los servicios públicos. En Galicia, Alternativa Galega de Esquerda unificó a la Esquerda Unida de Yolanda Díaz, de tradición comunista y socialista, con el independentismo gallego crítico con el BNG que encarnaba el histórico Xosé Manuel Beiras. 

Todos estos actores tenían orígenes, discursos y estrategias distintas, pero la unidad fue posible, incluso en campaña. En el momento actual las diferencias entre los partidos de la izquierda transformadora tienen un importante foco por varios motivos. El primero es que el Sumar de Yolanda Díaz, Podemos y el resto de fuerzas no lograron cerrar un acuerdo de coalición para las generales antes del 28M.

Algunas voces del espacio de Unidas Podemos apuntan a que "llegar a las municipales y autonómicas con varias candidaturas de izquierdas compitiendo entre sí y con el espacio habiendo fracasado de manera reciente en su intento de unificarse, quizá exageró las diferencias entre todos, y estas diferencias se hicieron más patentes en un contexto en el que el perfil propio era necesario".

Aunque ahora la máxima es unirse, y todos los actores parecen coincidir en ello, se prevé enormemente complicado unificar discurso y formas para orquestar una campaña común en la que se puedan subsumir diferencias tan profundas como las que se vieron en el 28M. Incluso las grafías, símbolos y escenografías de los actos y mítines han variado de una candidatura a otra en todo el Estado.

En todo caso, en el espacio precisan que la izquierda no está aún en esta fase, y que lo primero es dirimir la unidad electoral para pasar a la ofensiva frente a la derecha y a la ultraderecha en las generales. Quedan ocho días.

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