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‘MeCore’: el core que pretende acabar con la microestética de TikTok

Las redes sociales tienen una influencia decisiva en la configuración de la identidad y la personalidad de sus usuarios más habituales, entre los que destacan los más jóvenes que se adhieren a tendencias de todo tipo, desde las políticas a las musicales, pero también a las puramente estéticas: lo que antes llamábamos moda, en TikTok se conocen como core, sinónimo de estilo o estética.  

Y así surgen cores como #angelcore, #coquettecore, #cottagecore o #barbiecore, incluso el singular #corecore que mereció un artículo de la revista Time. Como reacción ante esta sublimación de las modas efímeras y consumistas ha llegado el #mecore, la última vuelta de tuerca de ese insondable universo paralelo que es TikTok.  

Los ‘cores’ de TikTok: alienación digital, gregarismo cultural y ‘fast fashion’ 

Una mujer con un móvil - Fuente: Pexels
Una mujer con un móvil – Fuente: Pexels

Hubo un tiempo en el que se podían poner de moda los pantalones pitillo o las camisas de cuadros. No importaba el fondo, sino la forma: la cuestión era que había que ir vestido como el cantante de tu grupo preferido o la actriz de moda. Sin preguntas, ni porqués.  

Pero lo “bueno” de aquellas modas es que duraban una temporada larga, incluso para algunos irreductibles se convertía en un modo de vida de forma que eran góticos, heavies o indies hasta el final de los tiempos. Desde un punto de vista práctico no era mal plan ya que no tenías que cambiar de estilo cada primavera-verano. Un heavy no se hace reguetonero de la noche a la mañana y cambia la camiseta de Manowar por un chándal de tactel.  

Pero los cores de TikTok fluyen de una manera mucho más veloz que las viejas estéticas de décadas pasadas. Y si un día hay que ir #beigecore porque lo pone de moda una influencer corena, tal vez mañana tengamos que ponernos en plan #royalcore porque pega fuerte Bridgerton. Y esto se convierte en un sinvivir para nuestras finanzas, pero también para nuestra identidad. 

Por supuesto, los más jóvenes construyen su identidad tomando de aquí y de allá, es un proceso natural por el que pasamos todos: por eso se muestran, a menudo, desafiantes en su actitud y estética: aún no saben quiénes son ni lo que quieren, pero lo van vislumbrando entre las diferentes capas de experimentación estética y actitudinal.  

Una mujer se graba con un móvil - Fuente: Pexels
Una mujer se graba con un móvil – Fuente: Pexels

Pero si no sabemos poner coto a estas influencias externas, si el ritmo con el que cambiamos de outfit estético (y mental) corre a la misma velocidad que los cores de TikTok, entramos en un círculo vicioso de peligrosas consecuencias para la forja de la identidad individual: porque entre tantos cores ya no sabremos ni quiénes somos si no nos lo sugiere nuestro influencer preferido.  

Las consecuencias de dejarse llevar por este círculo vicioso de las microestéticas digitales son, entre otras, homogeneización cultural, consumismo exacerbado y alienación, entendiendo esta última como limitación o condicionamiento de la personalidad, impuestos al individuo por factores externos, en este caso de tipo cultural. Y la alienación, por supuesto, es vía directa a la depresión, a los trastornos mentales. Mucho cuidado.  

‘MeCore’, la microestética del ‘sé tú mismo’ 

Una mujer con un móvil - Fuente: Pexels
Una mujer con un móvil – Fuente: Pexels

Como explicaba el artículo citado de Time, el #corecore fue una reacción casi entre filosófica y autoparódica a los peligros y el desquiciamiento de los cores de TikTok. Incluso se llegó a comparar esta tendencia caracterizada por la mezcla aparentemente caótica de contenido audiovisual con los dadaístas

Se trataría de una suerte de reacción contracultural usando elementos de la cultura popular (ahora serían memes y videos de TikTok en vez del urinario de Duchamp) para denunciar el lado oscuro de esa cultura popular: el escapismo, la artificiosidad y la propia alienación que deriva de vivir con los ojos pegados a una pantalla esperando el siguiente meme y core de moda para no quedarnos atrás. 

Pero entonces surgió el #mecore, una reacción ante la dictadura digital de las microtendencias, una especie de sé tú mismo que pone de nuevo el foco en el individuo y sus circunstancias personales, aunque siga pegado al móvil.  

En este sentido, el MeCore apuesta por dejar de mirar de reojo a los influencers y sus cores, a menudo esponsorizados por diversas multinacionales que obtienen cuantiosos beneficios económicos de las microestéticas ya que supone constantes cambios de indumentaria y de complementos, incluso de consumo de contenido audiovisual, para volver a mirarnos al espejo y hacernos unas simples preguntas: ¿quién soy yo? ¿qué me gusta realmente? ¿qué define mi identidad? Y a partir de ahí crear contenido que nos defina.  

Por supuesto, no es imprescindible que todo el mundo se entere de quiénes somos para serlo, pero eso ya es otra historia. Por el momento nos quedamos con esta tendencia que trata de rescatar la autenticidad individual entre el maremágnum digital… aunque la autenticidad también pueda ser un concepto equívoco.



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