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Psicópatas al poder: por qué las personas tóxicas llegan con facilidad a puestos de mando

“Todo poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Esta célebre frase de Lord Acton es citada por varios de los estudios y artículos de expertos que abordaremos a continuación para tratar de alumbrar una aparente certeza aún no demostrada científicamente: ¿por qué los psicópatas tienen facilidad para alcanzar el poder y, después, atrincherarse en él? 

Y es que los politólogos, psicólogos y expertos en liderazgo difieren en sus interpretaciones acerca de la toxicidad como rasgo inherente a los poderosos.

Porque, como veremos, existe la posibilidad de que las personas tóxicas expandan sus rasgos psicopáticos una vez alcanzan el poder, lo que nos haría alterar ligeramente la frase de Lord Acton: el poder psicopatizay todos podemos mostrar rasgos psicopáticos si nos dan el bastón de mando. Una conclusión mucho más inquietante que atribuir la psicopatía de forma exclusiva a cuatro líderes más o menos dementes, conocidos por todos.  

Psicopatía y poder, ¿nacidos para entenderse? 

Cómo identificar a un sociópata
Una mano sostiene una figura – Fuente: Unsplash

Para ponernos en situación, lo indicado es insistir una vez más en que la psicopatía, más allá de la cultura popular y del insulto de moda, es para la psiquiatría un trastorno de gran complejidad que requiere análisis y tratamientos muy específicos. Y no, no es un rasgo exclusivo de cuatro líderes: es un trastorno dos veces más común que la esquizofrenia o el trastorno bipolar.  

En este sentido, el psicólogo y profesor Iñaki Piñuel, experto en psicopatía a la que le ha dedicado varios libros, ha llegado a señalar que en España existe entre un 2% y un 3% de psicópatas puros y hasta un 12% de “psicópatas integrados”.  

Así mismo, el célebre test de Robert Hare, doctor en psicología y experto de renombre mundial en psicología criminal, nos muestra como la mayoría de nosotros tenemos algún rasgo psicopático, lo cual no quiere decir, obviamente, que seamos psicópatas a nivel clínico. Pero cuidado con esto, porque los psicópatas no son siempre los demás… 

Una vez aclarado que hay más psicópatas de lo que creemos y que no son como en las películas, sino que se pueden integrar socialmente sin convertirse automáticamente en asesinos en serie, genocidas y/o líderes fascistas, os recordamos sus principales rasgos, elemento esencial para comprender su (presunta) ansía de poder y su imán para el liderazgo: 

  • falta de afecto, remordimientos o empatía  
  • habilidad para seducir y manipular  
  • narcisismo 
  • alta capacidad intelectual  
  • crueldad  
  • baja tolerancia a la frustración  
  • rechazo de las reglas y las convenciones sociales  
  • predisposición para culpar a los demás 
  • incapacidad para mantener relaciones duraderas y/o íntimas  
  • desconexión emocional 
  • mezquindad 

La mezquindad y la audacia psicopáticas de los líderes 

¿Cómo detectar a una persona tóxica en el trabajo?
Profesional – Fuente: Unsplash

Empezamos por el final: ¿la mezquindad es un rasgo consustancial al liderazgo de los poderosos? La psicóloga Iris Kranefeld de la Universidad de Bonn ha presentado diversos estudios sobre la relación de la psicopatía y el poder.  

En ¿El bueno, el malo y el feo? Una perspectiva triárquica sobre la psicopatía en el trabajo, Kranefeld se pregunta si la psicopatía ofrece algún beneficio en contextos vocacionales, concluyendo que la desinhibición y la mezquindad, contra lo que pudiera parecer, fomenta conductas laborales contraproducentes, mientras que la audacia, otro rasgo psicopático, sí se vincula al éxito profesional

Por su parte, en Psicopatía en posiciones de poder, publicado el año pasado, la psicóloga alemana insiste en que la mezquindad típica del psicópata se relaciona negativamente con la efectividad del líder, si bien recuerda la tesis de que un rasgo latente se expresa conductualmente cuando características situacionales relevantes lo requieren: es decir, la mezquindad o la audacia de un psicópata pueden aflorar si este alcanza posiciones de poder. 

Así mismo, entre sus conclusiones Kranefeld señala que el adagio de que el poder corrompe per se podría modificarse afirmando que el poder solo corrompe a los que ya son propensos al mal uso del poder, o que el poder corrompe a los que ya muestran rasgos latentes de corrupción.

En este sentido, hasta que un psicópata no alcanza una posición de poder, su corrupción es menos relevante a nivel social. Es decir, el hecho de que el presidente de tu comunidad de vecinos sea un psicópata es menos relevante que lo sea el alcalde de tu ciudad o el presidente del Gobierno central. 


El modelo de carrera tóxico 

Uno de los colaboradores de Kranefeld presentó un estudio en 2020 junto a otros investigadores que se complementa con los anteriores ya que se refiere a cómo las “personalidades oscuras logran salir adelante” en un mercado de trabajo (capitalista) que se presta a impulsar los rasgos latentes de la psicopatía: la feroz competitividad, la falta de solidaridad, el éxito a cualquier precio, incluso a costa de causar un gran daño a sus compañeros de trabajo y a las organizaciones, son elementos básicos del concepto clásico de carrera laboral. 

¿Cómo explicar estas contradicciones, cómo explicar que alguien dañino para los demás y para la organización consiga ser líder? Según los investigadores, los entornos de trabajo emprendedoras alientan a las personas a manipular y seducir para conseguir escalar en la jerarquía corporativa: es el modelo de carrera tóxico. Así pues, tal y como concebimos el trabajo, al menos en muchos sectores laborales, el ascenso es más sencillo si presentas alguno o varios rasgos psicopáticos.  

La desconexión emocional del psicópata 

Ajedrez - Fuente: Unsplash
Ajedrez – Fuente: Unsplash

El psicólogo de la Universidad de Leeds Steve Taylor nos presentó recientemente su libro DisConnected en el que se refiere a los psicópatas, así como a las personas con trastorno narcisista de la personalidad como “hiperdesconectados” sugiriendo que la conexión es un rasgo humano esencial lo que da lugar en su caso a características secundarias como la falta de empatía y emoción o el egocentrismo y la incapacidad para formar relaciones auténticas. 

En este sentido, Taylor afirma que “la vida de las personas hiperdesconectadas está dominada por su necesidad de acumular. Sienten una necesidad constante de añadir más a sus vidas”.

Así, en un nivel más cotidiano, en las reuniones de vecinos, podría significar una demanda constante de atención y deferencia por parte de colegas y pares, mientras que, en ámbitos más relevantes a nivel social, como en la política, “podría significar más prestigio y territorio nacional o más poder personal, lo que llevaría a una dictadura fascista”. 

Y es que la lucha por acumular del psicópata nunca cesa, son personas que nunca están satisfechas: “No sería suficiente propiedad incluso si fueran dueños de todos los edificios o empresas en la superficie del planeta”. Te suena, ¿verdad? 

Y es que la desconexión emocional supone una menor empatía además de una poderosa sensación de carencia. A este respecto, Taylor señala que “las personas que se sienten fuertemente conectadas con los demás y con el mundo generalmente tienen poco deseo de poder y riqueza”.


Aunque conviene aclarar que se trata de una conexión profunda, no superficial, ya que los psicópatas más poderosos seducen y manipulan a sus seguidores para hacerles creer que están conectados con ellos, cuando, obviamente, no es así.  

La psicopatía corporativa y el ímpetu por el poder 

El profesor de la Universidad Anglia Ruskin y graduado en Marketing Clive Roland Boddy es experto en psicopatía corporativa haciendo hincapié en sus conclusiones en que la identificación de los psicópatas no siempre es tan sencilla como cabría esperar, no llevan un cartelito en la solapa diciendo “soy psicópata, ándate con ojo como alcance una posición de poder”. 

En este sentido, Boddy señala como “le tomó mucho tiempo a la gente reconocer que la psicopatía en el mundo corporativo era un concepto genuino: el paradigma era que los psicópatas eran violentos y semicriminales locos y no altos ejecutivos corporativos encantadores y serenos (…) Sin embargo, los psicópatas corporativos son reales y están entre nosotros y, si no se controlan, pueden causar mucho daño a las organizaciones, a la sociedad e incluso a la sostenibilidad global”. 

¿Y si, en el fondo, nos ‘gusta’ que los psicópatas nos lideren? 

Escultura clásica - Fuente: Unsplash
Escultura clásica – Fuente: Unsplash

Más controvertido, pero quizás también más sustancioso, es el enfoque de Brian Klaas, politólogo y profesor asociado del University College de Londres que tampoco considera que el supuesto axioma de que el poder corrompa sirva para dar carpetazo a una cuestión mucho más compleja.  

Siguiendo a sus colegas, Klaas llega a unas conclusiones lógicas: si los psicópatas anhelan más el poder que el resto, es normal que tengan más probabilidades de autoseleccionarse para ocupar puestos de poder. Mientras al ciudadano normal el poder le interesa menos, para los psicópatas es un asunto vertebral en su vida por lo que centran sus esfuerzos en medrar mientras otros se dedican a supervisar nubes o a podar el rosal. 

Pero ya lo dice Klaas: “Muchas personas que terminan en el poder no son representativas del resto de nosotros. No son promedio y no son normales. Una vez que se acepte eso, podremos comenzar a contrarrestar esos problemas”. 

¿Y cómo contrarrestar el problema? Afrontando un tema tabú: “¿Por qué nos sentimos atraídos por personas que claramente no están en el negocio del servicio público pero que quieren abusar de nosotros y a menudo nos muestran que son hombres fuertes que están orientados a conquistarnos y dominarnos en lugar de servirnos?” 

Klaas habla de la psicología evolutiva —hombres grandes y fuertes para proteger la tribu— pero también de un sesgo cognitivo presente en nuestro cerebro: nos seducen los psicópatas, las sociedades se sienten atraídas hacia líderes abusivos.  

De hecho, está mal visto que un líder dude, se retracte o pida perdón. Entonces se dice que “no tiene capacidad de liderazgo”. El buen líder, por su parte, es implacable con la oposición y con sus subordinados y hace lo que sea para conseguir sus objetivos, que son los nuestros, porque nos ha manipulado para hacernos creer que sus delirios egoístas son también los nuestros.  

Entonces, ¿como “contrarrestar activamente este impulso de las personas hambrientas de poder, de buscar y abusar del poder”?

Klaas considera que debemos diseñar sistemas políticos y de selección de personal que atraigan a mejores personas y que cuentan con mecanismos para rechazar a los psicópatas: “lo que a menudo le digo a la gente es que imaginen que la peor persona del mundo se postula para un cargo en su partido político. Ahora, diseña cada sistema con esa idea en mente, logrando procesos de selección para tratar de eliminar a esas personas durante el proceso”. 

¿Y si limitamos el poder para acabar con el liderazgo de los psicópatas? 

Sobre el papel, la propuesta de Klaas es intachable, diseñar fórmulas de “contratación o selección” para puestos de gran responsabilidad que atraiga a los “buenos” candidatos y rechace a los “malos”. Pero esta propuesta, de alguna forma, nos hace volver al principio. Si estamos de acuerdo en que el poder corrompe, aunque corrompa más a los que ya vienen corrompidos de fábrica, siempre que haya poder habrá corrupción.

¿Y si enfocamos el problema desde otro punto de vista? ¿Y si “acabamos” con el poder tal y como lo conocemos, como la capacidad de un individuo para controlar los resultados organizacionales de otros en función de su posición jerárquica formal, como cita Iris Kranefeld en sus trabajos?

¿Es imprescindible a nivel social contar con líderes “omnipotentes”, aunque sea en sociedades aparentemente democráticas? ¿Y si en vez de cruzar los dedos (o la papeleta) para que esta vez no nos toque un psicópata, limitamos (de una vez) el poder a todos los niveles?  

¿Estamos preparados (psicológicamente) para ser nuestros propios líderes, asumir nuestra propia responsabilidad y acabar con ese sesgo cognitivo que nos fuerza a buscar inconscientemente “hombres muy fuertes y muy psicópatas” que protejan la “tribu” del mal a cambio de entregarle poder absoluto convirtiéndonos en peleles manipulados a merced de su psicopatía? 

Tal vez no estemos preparados para nada de esto y estemos condenados a vivir bajo una jerarquía perpetua más o menos confortable, más o menos democrática, en la que siempre nos quedará el comodín de echarle la culpa de todo al psicópata que está en el poder y no asumir jamás la responsabilidad en el liderazgo de nuestro propio destino. 



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