Este artículo se publicó hace 4 años.
Alumnos con necesidades especiales, al límite por el coronavirus
El virus pone en peligro los adelantos que se habían hecho en Catalunya para conseguir la educación inclusiva en los últimos 10 años. Familiares reclaman medidas para que sus hijos no pierdan su derecho a la educación
Paula Ericsson
La vuelta al cole ha sido difícil para todos los alumnos, pero ha presentado más trabas para aquellos que ya tenían dificultades antes de que llegara la pandemia: los alumnos con necesidades educativas especiales y con necesidades específicas con apoyo educativo. El primer grupo está constituido por menores con discapacidades físicas o intelectuales, enfermedades graves, trastornos de conducta grave o con problemas de salud mental. En el segundo se incluyen alumnos con riesgo de abandono escolar, con dificultades socioeconómicas o de aprendizaje.
A pesar de que el Decreto 150/2017, aprobado por el Parlament de Catalunya, asegura que la Generalitat tiene que trabajar para garantizar una escuela inclusiva, familias y pedagogos no ven los efectos de esta ley en el día a día, y menos durante los cursos escolares marcados por la pandemia. El doctor en psicología y profesor en la Universidad Autónoma de Barcelona, David Duran, asegura que "la covid-19 ha hecho emerger las situaciones de vulnerabilidad que ya existían", una realidad que también ha denunciado la Unesco.
Uno de los problemas que arrastra la educación catalana, advierte el psicólogo, es que "hay una inversión escasa", lo que afecta directamente a los colectivos más vulnerables. "En los alumnos con discapacidad es donde se ve más claro", apunta. Actualmente hay un 14,52% de alumnos con necesidades especiales en Catalunya y de estos un 0,66% están en centros de educación especial y un 13,86% en centros ordinarios, según cifras que ha proporcionado Educació después del cierre de El Quinze. En este sentido, de los 10.396 alumnos con necesidades educativas, 9.080 de los cuales tienen necesidades educativas especiales, 4.280 van a centros de titularidad pública y 6.116 van a centros privados o concertados. "En los centros de educación especial hay una aula con ocho alumnos, dos maestros, fisioterapeutas... Esto encarece mucho el precio. La gran mayoría son concertados, no públicos", apunta Marta Cruz, fundadora del Grupo de Ayuda Mutua Inclusiva de Catalunya (Gamin). Pese a las cifras proporcionadas por Educació, Cruz insiste en que mucho alumnado abandona los centros ordinarios en la secundaria y van a centros de educación especial porque les es muy difícil seguir el ritmo de sus compañeros.
La educación inclusiva vela por la integración de los alumnos con necesidades diferentes, y esto implicaría que la mayoría de este alumnado –exceptuando los casos más críticos– tendría que ir a la escuela ordinaria. Según Duran, el porcentaje de los que van a centros de educación especial en Catalunya ha aumentado respecto a los que asisten en centros ordinarios. Este fenómeno aumenta la segregación de los alumnos, puesto que la Declaración de Salamanca de la Unesco, firmada el 1994, entiende que los centros de educación especial tendrían que ser centros de apoyo para los ordinarios, que es dónde se tienen que escolarizar. Ante esto, tanto pedagogos como familiares plantean varias soluciones: reducir las ratios, aumentar el personal que ayude a estos niños y adolescentes, hacer que los grupos sean multinivel y adaptar el currículum para que los alumnos con necesidades especiales se sientan incluidos en el aprendizaje de la clase.
Con la llegada de la covid-19 a las escuelas, dos de las opciones son posibles: reducir las ratios y mezclar grupos. Pero a pesar de que ha sido posible no ha dado los resultados deseados. Tal como advierte el portavoz de Ustec- STEs-IAC, Ramon Font, si se hacen grupos estables de 20, puede implicar que los especialistas de inglés, de educación física, de música y de educación especial que hay en primaria los nombren tutores y, por lo tanto, no puedan ir a otros grupos. Esto ha pasado en varias escuelas, lo que ha provocado una desatención del alumnado más vulnerable. "Con la covid-19 hemos vuelto 10 o 15 años atrás. Sin apoyo, sin nada dentro de las aulas, los niños van perdidos, por mucho que haya 15. Si no hay una persona que lo ayude a relacionarse, un autista no sabrá hacerlo", denuncia Cruz.
Este es el caso de Carles – nombre ficticio–, alumno de tercero de primaria en un centro ordinario e hijo de Carme – nombre ficticio–. Carme, miembro de Gamin, explica que Carles tiene autismo y va una escuela con SIEI (Apoyo Intensivo para la Escolarización Inclusiva), lo que implica que cuenta con profesionales que apoyan a los niños con necesidades educativas en la escuela. Con la necesidad actual de desdoblar los grupos, la maestra del SIEI ahora es tutora de un grupo burbuja y no puede entrar en el aula. "Carles ha perdido un recurso que él necesitaba para la inclusión", lamenta.
La portavoz de CCOO de Educación, Teresa Esperabé, recuerda que desde el sindicato habían reclamado la incorporación de 16.000 docentes más para evitar esta situación, demanda que no se ha cumplido. "Con esto se podían hacer los grupos burbuja y cuidar el resto de profesionales", insiste. Por su parte, la directora general de Currículum y Personalización, Maite Aymerich, añade que en la nueva contratación de profesorado se han incluido 729 profesionales dedicados a la atención en la educación de este alumnado. Aun así, ha reconocido que la solución de las unidades de apoyo intensivo dentro de las escuelas no son la mejor práctica para conseguir una escuela inclusiva, puesto que la educación tendría que ser diseñada para todos los alumnos.
Respecto a las cifras del 2019, en el que Catalunya recibía un 1,9% de apoyo educativo, uno de los porcentajes más bajos del Estado, Aymerich lo relaciona con la prórroga de los presupuestos. Ahora, el curso 2020-2021 vendrá marcado no solo por lo que pase en las aulas, puesto que habrá alumnos que no podrán asistir en clase, ya sea de forma puntual o hasta que la situación epidemiológica encuentre un equilibrio. Aymerich explica que los que tengan que estar más de treinta días en casa recibirán atención domiciliaria, la cual "es temporal e individual".
¿Y que pasará con alumnos como Carles, un chico autista que no puede seguir las clases virtualmente si pasa la cuarentena en casa? Aymerich asegura que se incentivarán las tutorías y atenciones individuales, que es lo que reclama Carme. De hecho, durante el confinamiento esta madre señala que la comunicación con la tutora fue muy fluida, puesto que respondía todos los correos trabajando desde casa, pero ahora su hijo no recibe la misma atención y Carme no obtiene la misma información, hecho que lo ha llevado a tener problemas de conducta. "Él es incapaz de explicar su malestar, no te lo sabe expresar", lamenta.
¿Ha llegado la hora del aprendizaje universal?
En una situación donde el profesorado llega a trompicones y se reparte como puede, varios expertos defienden la implementación del diseño universal para el aprendizaje (DUA) en los centros ordinarios. "Utiliza el máximo de mecanismos para implicar el alumnado en su aprendizaje, diversificar al máximo la manera en que los docentes dan la información a los alumnos y ofrecer posibilidades para que puedan demostrar lo que han aprendido de diferentes maneras", explica el psicólogo David Duran.
Este método, que hace 10 años que empezó a andar muy despacio en Catalunya, es el gran reclamo de varias asociaciones. Una de ellas es Gamin, donde su fundadora, Marta Cruz, denuncia que muchos alumnos con diversidad funcional salen sin ningún título, puesto que durante los años de escolarización les han ido reduciendo su currículum escolar, lo que hace que no adquieran el conocimiento suficiente para obtener la escolarización. Esto los ata a trabajos que dependen de subvenciones y que no puedan hacer su vida como los otros niños que han ido a la escuela.
Maite Aymerich niega que todos los casos sean así, pero reconoce que la covid-19 puede ser una oportunidad para implementar el DUA en las escuelas y mejorar las deficiencias del sistema educativo. "El alumno no se tiene que adaptar en la escuela: la escuela se tiene que adaptar al alumno", asegura. Y afirma que desde Educació están preparando formaciones para que el profesorado implemente este método. "Hace falta una Administración que valore a su profesorado y que le dé recursos adicionales y autonomía. Hay mucho camino por recorrer, pero la covid-19 puede ser una oportunidad", opina Duran.
En este sentido, Carme –nombre ficticio–, miembro de Gamin y madre de Carles –nombre ficticio–, un niño con autismo, remarca que cuando el profesorado diseñe el aprendizaje lo tiene que hacer utilizando variantes para que todo el mundo pueda hacer los deberes. Si no se hace así, a los alumnos que no se vean capaces de hacer el ejercicio "se les machaca la autoestima cada día", puntualiza. Su hijo se escapaba de la clase porque era su manera de reclamar la atención de un profesorado que no se adaptaba a sus necesidades. Carme es escéptica respecto a la implementación del DUA, pero Duran mantiene la esperanza: "Hay que ver si la crisis puede ser vista como una oportunidad para mejorar la educación inclusiva, que es uno de los objetivos de la agenda 2030 de la ONU, y de retruque también del Estado y Catalunya".
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