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Bots automáticos 'Bots' automáticos o humanos descuidados: ¿qué aviva más la desinformación?

La Policía llegó a alertar erróneamente de que habían surgido 1,5 millones de cuentas dedicadas a difundir bulos sobre la covid-19. La evidencia parece indicar que los 'bots' son una amenaza mucho menor de lo que sugieren estas cifras y tras la desinformación hay una responsabilidad más social que programada.

Personas ante sus respectivos móviles. / EFE
Personas ante sus respectivos móviles. / EFE

juan corellano

En nuestras fantasiosas distopías que enfrentaban a humanos y robots nunca nos imaginamos a Arnold Schwarzenegger luchando por ser trending topic. Pero la realidad no siempre puede superar a la ficción y esta es la más próxima a nuestras fantasías que actualmente se vive en las redes sociales. La presencia de bots –cuentas que actúan de manera automatizada– constituye una preocupación creciente, aunque en absoluto nueva, para Gobiernos, expertos y empresas tecnológicas.

A comienzos del mes pasado, la Policía Nacional alertó de la presencia de 1,5 millones de cuentas relacionadas con la difusión de bulos sobre la covid-19. Se trataba, no obstante, de una cifra desmesurada fruto de una interpretación errónea, pues realmente hacía referencia al número de usuarios –no solo en España sino en todo el mundo– a los que Twitter había reclamado una confirmación de su autenticidad por su comportamiento sospechoso, lo cual no significa que necesariamente fueran bots. De hecho, en la última actualización publicada por la plataforma, la cifra ya asciende a 3,4 millones.  

La Policía Nacional alertó de la presencia de 1,5 millones de cuentas relacionadas con la difusión de bulos sobre la covid-19

No obstante, este lapsus resulta especialmente ilustrativo del punto en el que nos encontramos con respecto a estas cuentas. "Hay un poco de confusión, se le llama bot a cualquier cosa", comenta el miembro del grupo de investigación Heurística, Emmanuele Cozzo, aclarando que no son bots diversas cuentas falsas gestionadas por una misma persona o perfiles que, siendo gestionados por alguien, tienen algunas funciones programadas. El término sólo corresponde a aquellas que funcionan sin nadie al volante, aunque "distinguir entre una cosa y otra es bastante complicado, en ningún caso se puede estar seguro al cien por cien", reconoce el investigador. 

Mentiras humanas o automatizadas

En lo que respecta a la desinformación, algunas investigaciones recientes han probado que estas cuentas automatizadas propinan a los bulos el empujón que necesitan para hacerse virales. Al mismo tiempo, un estudio al respecto del Instituto Tecnológico de Massachusetts descarta la influencia de los bots –tras darse cuenta de que la amplificación afectaba casi por igual a informaciones contrastadas y falsas– y pone el foco en los retuits y comentarios que salen directamente de nuestros dedos. 

"Es sencillo: en caso de duda, no compartas; pregunta, verifica, cuestiónatelo", recuerda a los usuarios el autor de Unfaking News, Raúl Magallón, quien al mismo tiempo sostiene que el fenómeno bot "quizás está sobredimensionado porque no entendemos realmente el alcance y las consecuencias que tiene".

Cozzo también se muestra escéptico con respecto a la influencia de los bots en la desinformación. Para ello, recuerda un estudio de la Fundación Bruno Kessler sobre su presencia durante el referéndum catalán. Aunque en aquella ocasión las cuentas automatizadas generaron casi un tercio de los contenidos al respecto en Twitter, "si miras qué posición ocupaban en los debates que se generaron, los bots estaban muy periféricos, intentando distraer la atención", aclara. 

Sobre la otra cara de la moneda, la negligencia humana que aviva la desinformación, en una reciente encuesta del grupo Digilab de la Universitat Ramón Llull, el 6% de los ciudadanos reconoce haber compartido contenido falso, y el 26,6%, haberlo hecho sin ser consciente de ello. "Fundamentalmente, los que difunden los bulos son personas normales", concluye la investigadora de la Universidad Carlos III de Madrid, Mariluz Congosto. Pero también advierte: no siempre lo hacen de manera individual, ingenua y espontánea. 

Incendios provocados

A través de un bulo aparentemente inocuo con el que topó por casualidad, Congosto se dio cuenta de que quienes lo habían difundido eran "cuentas de personas normales" que, no obstante, estaban muy conectadas entre sí. Muchas de ellas se seguían de manera recíproca, no se habían encontrado de manera casual en aquel bulo. "Existen burbujas en las que solo interactúas con gente muy cercana a lo que tú piensas. Es el caldo de cultivo perfecto para difundir desinformación", comenta Cozzo.

En las conclusiones que cerraban el hilo donde explicaba este caso, la investigadora aseguraba que, aunque el lanzador del bulo parecía ser un perfil reutilizado, "estas redes de perfiles que se están tejiendo en el entorno de Vox son como la estopa seca: solo hace falta acercar una cerilla y el fuego se propaga en un instante". 

Incendios que se extienden con rapidez en Twitter, pero que nacen en grupos y chats privados de Telegram, Whatsapp o foros. "Twitter está muy conectado con la prensa. Cuando algo sale de esos foros a Twitter, luego sale en prensa y se comenta, es un altavoz", concluye Congosto.

Bots bajo el radar

Más allá de la difusión de la desinformación, Magallón duda de las utilidades que habitualmente se reconocen a estos bots y asegura que "no tienen la función de cambiar el discurso de alguien". No obstante, reconoce que son una herramienta útil para la polarización política e "intervenir ciclos de actualidad, haciendo que ciertas corrientes de pensamiento entren dentro de los trending topics y parezcan más mayoritarias de lo que son".

Un factor que ha abaratado el precio de colocar un tema en la agenda mediática, pues el coste de los bots es mucho menor a otras vías usadas antaño como la publicidad institucional. Pero no solo eso, sino que actualmente existe gracias a esta vía "una agenda que circula por debajo del radar de los medios de comunicación y que va creando pensamiento y una forma de hacer políticas", concluye Magallón. 

Coincidiendo con esta reflexión, Cozzo advierte que, en la lucha contra la desinformación, es importante abstraerse y tener en cuenta todos los aspectos que la fomentan. "El problema no son solo los bots, también son las burbujas, los algoritmos de las plataformas… Necesitamos una visión global. Es todo el conjunto lo que crea este clima de intoxicación", sentencia. 

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