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psicología aislamiento

El confinamiento produce monstruos (y crecimiento personal)

Vivimos instalados en una carrera sin fondo, un 'vía crucis' cotidiano que deja poco margen a la introspección. Los expertos coinciden en que la situación actual podría fomentar la reflexión intrapersonal y poner a prueba nuestra resiliencia.

Confinamiento Ramala
Una niña palestina se asoma al balcón de su casa durante el confinamiento en Ramala.- REUTERS

El teatro del entusiasmo que pareció invadirnos los primeros días de aislamiento da paso a la dura realidad. Atrás quedó todo aquel dinamismo inicial de magdalenas tuneadas, ejercicios axonométricos, bicis estáticas y demás estrategias de evasión. Se impone ahora la resaca de toda aquella hiperactividad, un nuevo y exigente escenario en el que el personal se da de bruces con una realidad que inquieta y de la que nadie saldrá indemne. Con la desescalada a las puertas −todavía por definir− cabe preguntarse cómo saldremos, cuál será la herida −si es que la hay− y qué nos habrá aportado el confinamiento.

"Saldremos mucho más conscientes de cuál era nuestro estilo de vida y de si este realmente nos motivaba", explica Elisa Sánchez, profesora de psicología de la UDIMA. Una suerte de catarsis motivada por una contingencia que nos ha sobrepasado. "Creo que ha sido una oportunidad para que muchas personas hayan podido detener esa rutina de levantarse a las siete, llevar a los niños al cole, correr y al trabajo… y preguntarse hasta qué punto eso les llenaba". Se trata, a fin de cuentas, de ponerse frente a un espejo y contemplar −no sin cierto estupor− en qué nos hemos convertido y cómo hemos llegado hasta aquí.

"Te sorprendería la gente que te dice que se siente culpable por estar bien"

"Te sorprendería la gente que te dice que se siente culpable por estar bien, de haberse dado cuenta del placer de estar a gusto en casa, con sus hijos, teletrabajando quizá, pero libre de reuniones", apunta Elisa. Como lo oyen; "culpables por estar bien". La carrera sin fondo en la que vivimos insertos no parece ser el escenario ideal en el que abordar interioridades..., en ese via crucis cotidiano apenas dejamos margen para indagar cuestiones que, según los expertos, terminan lastrando nuestra capacidad para la dicha. Hablamos, cómo no, de abrir ese melón largamente postergado que nos llevaría a preguntarnos si somos (realmente) felices, si lo que ansiamos es realmente lo que queremos y la joya de la corona: si sabemos quienes creemos ser.

Preguntas, todas ellas, que siempre estuvieron ahí pero que, en el fragor de la batalla, preferimos obviar. Hasta que llega una pandemia global, el Estado nos insta al confinamiento y no nos queda otra que convivir con todas esas impurezas mentales sin escapatoria posible. "Sucede habitualmente en época de guerra o en conflictos de cierta gravedad, mucha gente entra en lo que llamamos una situación precipitante, como si el contexto fomentara un choque con la realidad que nos lleva a hacer una reflexión intrapersonal", explica la profesora de psicología de la UOC Marta Calderero.

Dicho menos finamente; tiene que presentarse el Apocalipsis en persona y decirnos 'hola, qué tal' para que miremos un poco por dentro. "El proceso es muy similar a esas experiencias que nos cuentan de gente que ha estado cerca de la muerte y, de golpe, empiezan con un replanteamiento de todos sus valores, como si recolocaran todo de una manera más consecuente". De modo que no es descartable que salgamos mejores de esta, que nuestra psique encuentre asideros en medio de la tormenta y afrontemos la desescalada con un aire nuevo. Pero también puede que no. "Esto depende mucho de la personalidad de cada cual, de los rasgos que nos definen", incide Calderero.

"Es similar a esas experiencias que nos cuentan de gente que ha estado cerca de la muerte y replantean sus valores después"

Se abren, según Calderero, dos caminos diferentes que brotan de un mismo desequilibrio: "Hay gente a la que una situación de estas características lo primero que saca son sus debilidades, mientras que también hay perfiles que potencian sus fortalezas cuando la realidad aprieta". Así las cosas, no queda otra que proceder al repliegue una vez se ha producido el zarpazo de la realidad, a esa búsqueda del reequilibrio se le llama "resiliencia" y, en palabras de Calderero, es una de las claves en estos momentos: "La resiliencia es la capacidad, ante una situación externa traumática que te rompe por dentro, de volver a ese equilibrio inicial, una vez que lo alcanzas ves más claro lo bueno y lo malo que tienes, lo ves clarísimo, y de paso consigues convertir lo que te ha sucedido en algo positivo".

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