Este artículo se publicó hace 4 años.
Covid-19La histeria de un confinado
Las medidas extraordinarias de aislamiento provocan en la mayoría de la población sentimientos de angustia. Esta sensación se agrava cuando las personas aisladas padecen cáncer u otras enfermedades y no pueden recibir visitas.
Madrid-Actualizado a
Como cualquier día me he levantado dispuesto a desayunar. Me he preparado mi café, he encendido la tostadora y se ha ido la luz. Sí, se ha ido la luz, ¡pero qué voy a hacer sin luz, dios mío! Le he preguntado a mi vecina y ella sí tiene. ¿Qué hago, a quién llamo, qué va a ser de mí?
Sí, me he puesto histérico, la solución estaba en darle al interruptor, habían saltado los plomos, pero es que no es un día normal. Estoy confinado en casa porque tengo cáncer, con tratamiento de quimioterapia y no puedo ni recibir visitas.
No debe ser fácil esto de pedir a los ciudadanos que se queden en casa, pero más complicado es hacerlo, aunque no me cabe la menor duda de que todos debemos hacer lo que nos indican las autoridades. Es la mejor manera de cuidarnos y de cuidar a los demás, pero esto del aislamiento te provoca un gran estado de ansiedad.
Cómo cada quince días, este lunes me tocó quimioterapia. Llevo más de seis años con esto del cáncer, pero es que ahora tengo un tratamiento nuevo que me deja tumbado y encima, menos fiebre, con todos los síntomas del coronavirus: tos, nauseas, malestar y vivo solo.
Sí, lo de la soledad, para cuando te toca sufrir un pandemia, es un agravante. Y además, por mi profesión -soy periodista- estoy informado al minuto de lo que está pasando, pero sin verlo con esto del teletrabajo, que mira que es aburrido, y no verlo y no compartirlo te hace sentir mal.
Mi situación es un tanto especial. Mi hermano, el que vive en Madrid, está también aislado. Su pareja tiene leucemia y no pueden salir. Y mi padre se rompió hace más de veinte días la cadera y ahora está en una residencia de ancianos a la que ya no permiten entrar a las visitas. Allí está también solo el pobre.
Hoy un amigo me ha traído leche sin lactosa, un bien preciado en los supermercados en los que increíblemente tampoco hay papel higiénico, eso que el COVID-19 no provoca diarreas. Incomprensible, sí, Madrid ha enloquecido también. Me ha dejado en el suelo las botellas y yo el dinero, y casi ni hemos hablado.
Pero es que ayer, sin más remedio, tuve que salir a la compra, porque aunque aislado hay que estar alimentado. Me vestí, me puse la mascarilla y a la calle. Con mascarilla, la gente te mira y, lo mejor, no se te acerca, pero cuando tienes rinitis seca provocada por la contaminación y la quimio, eso es otro cantar y se convierte en un agobio más.
Y tanto que lo es. Empecé a coger cosas necesarias, como jabón, ya que hay que lavarse todo el rato las manos, y la gente que se me acercaba me empezó a incomodar. Así que corrí lo que pude, me fui a pagar y la cajera me miraba con pena y miedo, porque estaba en pleno ataque de ansiedad con sudores y mal cuerpo, así que salí disparado para casa, mi refugio, y aquí estoy.
Ahora, después del ataque de histeria por el apagón, ya estoy mejor, entre otras cosas porque he decidido distanciarme un poco de la información. No se lo que me durará, pero voy a intentarlo. Es que eso de recibir tanta y a cada minuto es contraproducente para los que obligatoriamente tenemos que quedarnos en casa.
Sí, yo no tengo más remedio, pero estar en casa y aislado estos días es lo mejor para todos.Es fin de semana y hay que quedarse en casa. Es el momento de dar rienda suelta a la imaginación, activar el ingenio y disfrutar del hogar. "No salgáis", se lo digo a los que estáis sanos. Pensad en los vuestros, sobre todo en los mayores, y también en todos aquellos que no conocéis y que como este pobre histérico, al que hoy se le ha ido la luz, vive ya confinado en casa.
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