Este artículo se publicó hace 2 años.
Cuando la ayuda vecinal sustituye las carencias del Estado
Un informe revela que durante el peor momento de la pandemia, los movimientos vecinales articularon el soporte necesario para muchas familias a las que el Gobierno, por la urgencia desatada, no era capaz de ayudar.
Jose Carmona
Madrid-Actualizado a
Igual que la pandemia ha desvelado que la intervención del Estado minimiza el impacto de una crisis, sea económica, sanitaria o social, la incertidumbre generada por la covid-19 tampoco hizo aflorar sentimientos salvajes de 'sálvese quién pueda' en el que algunas ficciones han incurrido cuando imaginan historias sobre crisis mundiales.
Las redes de ayuda mutua, vistas ya desde la distancia tras dos años del inicio del estado de alarma, despuntaron y cobraron un sentido inédito al alcanzar espacios donde los gobiernos no llegaban por carencias propias de la urgencia.
Esa, entre otras, son las conclusiones que se extraen del informe Solidaridades de proximidad: ayuda mutua y cuidados ante la covid-19, un informe realizado por el grupo cooperativo Tangente que pretende recopilar la actividad vecinal de los meses más crudos de la pandemia y sacar enseñanzas que, aunque suene a mal augurio, valgan para próximas crisis globales.
En cuanto a las formas de ayuda mutua, durante la pandemia primaron se basaban en el reparto de alimentos. La ayuda a los mayores (73%), el apoyo emocional (32%), el acompañamiento escolar (29%) o la fabricación de mascarillas (32%) también han estado presentes.
"El movimiento vecinal ha demostrado una agilidad que las políticas publicas no han podido tener"
José Luis Fernández de Casadevante, uno de los mayores implicados en la realización de este trabajo, concluye tras la elaboración del informe que "el movimiento vecinal ha demostrado una agilidad que las políticas publicas no han podido tener".
Frente a las carencias que de pronto se generaron tras marzo de 2020, los ERTEs, el miedo y el desconocimiento, la solidaridad se impuso en el panorama vecinal. "Ante catástrofes y situaciones excepcionales como la pandemia covid-19 no resulta factible una respuesta autosuficiente por parte de las instituciones. La agilidad, la flexibilidad y la capilaridad demostrada por las redes de cuidados y ayuda mutua les permitieron llegar de forma temprana donde no lo hacían las instituciones o el mercado", asegura este escrito.
El informe recoge enseñanzas tras la experiencia pandémica y la primera de ellas es que "los canales de participación institucional son insuficientes", por lo que es de imperiosa necesidad para el futuro "desplegar una pluralidad de dispositivos de escucha, diálogo y coproducción de políticas". Para ello, se propone "reducir la distancia entre la atención profesional y la vida cotidiana de la gente" mediante "culturas profesionales menos burocráticas y más empáticas".
Las llamadas "colas del hambre", que se alargaron durante más de un año y medio tras el inicio de la pandemia, sostuvieron durante momentos muy críticos a familias que no tenían recursos. Y en muchos casos, a esos puntos de recogida de alimentos acudían personas a las que la política les era totalmente ajena.
"Muchas redes asumieron que su actividad es política. El ejercicio de transversalidad colectiva es inédito. Hubo una implicación de perfiles diversos que por ejemplo el 15M no tenia. Esa capacidad de llegar a gente que normalmente la actividad política les es ajena es increíble. No les movilizas por algo abstracto sino por organizar casi la supervivencia cotidiana", apunta José Luis Fernández.
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