Este artículo se publicó hace 2 años.
El daño ambiental del consumo alimentario de España es un 26% superior a la media europea
El Ministerio de Consumo publica por primera vez un informe que recoge la la huella ambiental del consumo desglosada por sectores. El informe destaca que los daños ecológicos han incrementado un 5% en los últimos ocho años.
Alejandro Tena
Madrid-
El impacto ambiental del modelo de consumo alimentario de España, muy vinculado a la industrialización del campo, es un 26% superior a la media europea, según los datos del informe Sostenibilidad del Consumo en España, publicado este viernes por el Ministerio de Consumo.
La forma en la que se asienta y articula la industria alimentaria española es, además, la que más impactos ecológicos genera de todo el país y representa el 52,1% de la huella de consumo, el indicador que mide las consecuencias ambientales vinculadas a los productos adquiridos por los ciudadanos a través de 16 baremos (contaminación atmosférica, impacto climático, acidificación, cambios en el uso del suelo...).
Al modelo alimentario le sigue la movilidad, que representa el 17,1% de la huella de consumo española y cuyos daños se deben fundamentalmente al uso del coche privado; la vivienda, que representa el 16,2% de los daños ambientales vinculados al consumo; los bienes, como los teléfonos, ordenadores, ropa o muebles, que están detrás del 9,6% de la huella; y los electrodomésticos, con el 5,1% del total.
Los resultados del informe, que ha sido elaborado a partir de los datos de la Comisión Europea, recogen buena parte de los análisis que el ministro Alberto Garzón ha realizado en lo que va de legislatura, apuntando hacia la intensificación de los ciclos agropecuarios como factor determinante en la destrucción ambiental del planeta. De hecho, al señalar al modelo de consumo de alimentos de España, se pone el foco directamente en los daños ecológicos asociados al principio de la cadena de valor: la deforestación asociada a la fabricación de piensos o la contaminación generada por el transporte de larga distancia de productos cultivados en la otra parte del planeta.
La alimentación, señala el análisis realizado por Consumo, es el principal impulsor de la eutrofización terrestre y marina –muy visible en el colapso del Mar Menor–, el agotamiento de la capa de ozono, cambios del uso del suelo, así como la contaminación atmosférica y de las masas de agua. Estos serían algunos de los indicadores ambientales más perjudicados por la forma en la que se articulan las granjas y cultivos intensivos que dan de comer a buena parte de los españoles.
La huella de consumo se elevó un 5% en los últimos 8 años
En líneas generales, España no ha avanzado lo suficiente para mitigar los impactos ambientales asociados a su modelo de consumo. En los últimos ocho años, el conjunto del sistema –alimentación, bienes electrónicos, vivienda y movilidad– ha incrementado los daños ecológicos en un 5% (promedio 2010-2018).
La huella de consumo representa los impactos vinculados a toda la cadena de producción, incluida la producción que se asienta en el exterior del Estado. Frente a este indicador, que está en una evidente tendencia al alza, se encuentra la huella interior, que sólo mide los impactos de los bienes de consumo producidos en el territorio español. Esta variable, sin embargo, se encuentra en una tendencia a la baja que contrasta con la huella de consumo española.
"España es, en términos generales, un exportador neto de impactos ambientales hacia terceros países"
Según la publicación del Ministerio de Consumo, el contraste entre los dos indicadores de consumo revelan "la creciente dependencia exterior de recursos naturales por parte de la economía española; una dependencia que deriva en la transferencia de impactos ambientales a otros países". En otras palabras, "España es, en términos generales, un exportador neto de impactos ambientales hacia terceros países".
Este método de análisis pone en cuestión el desacoplamiento económico-ambiental de España. Esto quiere decir, de manera simplificada, que el Producto Interior Bruto (PIB) consigue crecer al mismo tiempo que los impactos ambientales descienden, lo cual estaba ocurriendo de manera clara en España desde el año 2013 si se comparaba la tendencia económica del país con su huella interior. Sin embargo, al comparar el PIB con la huella de consumo, que recoge los daños externalizados del modelo productivo, se puede completar esa panorámica y ver que el desacoplamiento no es tan nítido como parecía.
Los efectos positivos de un cambio en el patrón de consumo
Los cambios en los patrones de consumo de España inciden directamente en los modelos productivos y, por consiguiente, repercuten en los impactos ambientales vinculados a cada industria, tal y como lo evidencian algunos cálculos recogidos en la publicación.
Un cambio en la dieta que sustituya el 25% de los alimentos cárnicos por productos de origen vegetal podría implicar una disminución del 20% del agotamiento de la capa de ozono y del 15% de los impactos en la contaminación por partículas vinculadas al sector alimentario.
También se evidencian los efectos positivos de medidas destinadas a mejorar la eficiencia de los electrodomésticos y la lucha contra la obsolescencia programada, la cuales podrían reducir un 11% el uso y producción de metales y minerales, la quema de combustibles fósiles y la contaminación atmosférica por material particulado.
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