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La España vaciada también se despuebla con desalojos

La aldea de Barchel, abandonada durante cuarenta años, fue repoblada hace seis por un grupo de jóvenes. Ahora enfrentan una orden de desalojo y una multa que ponen en peligro su proyecto

Vista aérea de Barchel.
Vista aérea de Barchel. Joan Canela

Se llega por una pista que se toma al dejar la CV-390 que va dirección a Benagéber. La pista se encuentra en un estado más que mejorable y no es recomendable para vehículos bajos, pensados para vías urbanas, a pesar de lo cual está relativamente transitada, ya que permite acceder a los Chorros de Barchel, unas cascadas a solo unos cientos de metros de la aldea del mismo nombre.

Barchel no llega a la decena de casas, algunas totalmente en ruinas, pero en su momento de esplendor tenía una importante producción de huerta, gracias a la proximidad del río Túria, además de cultivos de secano, como el almendro o el olivo. A partir de la década de los 50, con la construcción del pantano de Benagéber, la población empezó a declinar, hasta quedar completamente vacía en finales de los 70.

Hasta 2014, cuando trece jóvenes se reinstalaron en la aldea con la idea de iniciar un proyecto autogestionario. "Nunca tuvimos la idea de vivir de la agricultura, pero sí que queremos ser tan autosuficientes como sea posible –cuenta Alba, una de las actuales vecinas de Barchel-, producimos casi todo lo que necesitamos: comida, energía, materiales de construcción, etc. Lo que nos permite trabajar fuera solo breves temporadas, ya que prácticamente no tenemos gastos. Si pudiéramos dejar de depender de los coches ya casi lo tendríamos". Los habitantes de Barchel reconocen que los primeros meses fueron duros. Todas las casas estaban en ruinas y el trabajo era ingente. Ahora, seis años después, aseguran que ya tienen más comodidades, como por ejemplo las estufas de leña en todas las habitaciones o el agua calentada con energía solar. "Tampoco es tan duro –aseguran-, un poco más el invierno, pero al final te acostumbras".

La España vacía

La aldea de Barchel se encuentra en la comarca de Los Serranos (València), una de las zonas más despobladas de Europa, con apenas 11 habitantes por kilómetro cuadrado. Y esto son las cifras oficiales. En Benagéber, el municipio más cercano, aunque Barchel se encuentra en el término de Chelva, hay censadas 192 personas, pero en invierno no viven más de una cincuentena con una edad media de 60 años. Es un pueblo sin niños. O más bien dicho, lo era, ya que el único bebé nació este año en Barchel.

La despoblación del interior del País Valencià –y de la zona de la sierra entre las comarcas de La Marina y el Comptat (Alacant)- es una de las preocupaciones del Botànic. Des de la llegada a la presidencia de Ximo Puig –antiguo alcalde de Morella, en la comarca de Els Ports (Castelló), también afectada por una despoblación grave- se han multiplicado las iniciativas y propuestas en esta dirección, como desgravaciones fiscales a los residentes de estas zonas, obligar a las entidades financieras a ofrecer sus servicios o mejorar la asistencia sanitaria en el medio rural. "Es el momento de la acción conjunta y, por eso, es muy positivo que podamos alinear todos los recursos porqué esta es una cuestión de gran transcendencia", declaró Puig durante el nombramiento de la directora general de la Agència Valenciana Antidespoblament, en agosto del 2019. El objetivo, continuaba, no es otro que conseguir que "todas las personas que quieran puedan vivir con dignidad en nuestros pueblos".

Aún es pronto es pronto para medir el éxito de estas iniciativas, pero el caso de Barchel pone sobre la mesa otra dificultad añadida a la repoblación: la propiedad inmobiliaria y la facilidad en mantenerla improductiva. Los promotores de Barchel presentaron un detallado proyecto de repoblación desde la sostenibilidad a diferentes instituciones que nunca obtuvo respuesta.

Amenaza de desalojo

"Antes de instalarnos allí hablamos con diferentes propietarios de las casas para pedirles permiso –continua Alba- y ninguno nos puso problemas, al contrario, de hecho había muy buena relación. Algunos venían de vez en cuando a comer, les ayudábamos con los almendros y siempre no decían cosas como ‘¡que trabajadores!’ aunque personalmente creo que pensaron que nunca pasaríamos del primer invierno". Así que se instalaron con un contrato verbal de cesión en precario.

La relación empezó a torcerse hace un año y medio, cuando llegó una multa de la Confederación Hidrográfica del Júcar por “derivación de aguas del lecho de las fuentes de Barchel, sin la correspondiente concesión o autorización, para el riego de un huerto particular”. Aunque los vecinos de Barchel explican que se comprometieron a pagar cualquier multa y a regularizar la situación, una de las familias propietarias optó por denunciarlos ante los juzgados penales de Llíria, que les condenó a desalojar una de las casas, una pequeña parte de la huerta y parte de la zona usada como aparcamiento, además de una multa para cuatro de los habitantes. Los recursos a la Audiencia Provincial de València y, después, al Supremo ratificaron la pena. Ahora mismo se encuentran con una orden abierta en que el desalojo puede producirse en cualquier momento y sin previo aviso.

"Lo que más nos duele es que no han querido escucharnos en ningún momento –continua Alba-, nos reunimos con ellos y les hicimos una oferta de compra y no nos dijeron que no, pero después supimos que la denuncia ya estaba presentada y no se atrevieron a decírnoslo". Alba también pone el acento en la diferente relación entre vecinos: "se nota mucho cuando hablamos con gente que ha vivido en la aldea o cuando lo hacemos con sus descendientes, que solo la han visitado de paso. Los primeros nos entendían mucho, pero se han ido muriendo".

Éxodo rural

"Entre las décadas de los 50 y los 70 la agricultura de montaña entra en cris y se produce la gran migración hacia las ciudades –cuenta el periodista Agustí Hernández, autor del libro Pobles valencians abandonats-, la gente que se va hacia las áreas metropolitanas prospera y sus vecinos esto lo perciben y los siguen. Es un momento en que en las ciudades hay un boom en la industria, la construcción y el naciente turismo, mientras en el campo, las propiedades pequeñas y poco rentables dan para poco más que para la supervivencia. Es un fenómeno que sucede en toda Europa totalmente comprensible".

En Los Serranos, además, influye la construcción del pantano de Benagéber, que ahoga el núcleo histórico del pueblo del mismo nombre. Aunque Benagéber fue reconstruido en otro emplazamiento, el ecosistema humano y económico local quedó duramente dañado y numerosas aldeas próximas, Bercuta, Benacacira, Arquela o el mismo Barchel, fueron abandonadas en los años posteriores.

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