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¿El Mar Menor puede salvarse del colapso?

Francisca Baraza, responsable de la coordinación del Marco de Actuaciones Prioritarias del Mar Menor, analiza la situación ecológica de la laguna murciana y cómo se están tratando de atajar los problemas que han llevado al ecosistema a estar al borde del colapso. 

Plano general de las Salinas del Mar Menor, en San Pedro del Pinatar, a 9 de agosto de 2021, en Murcia (España).
Plano general de las Salinas del Mar Menor, en San Pedro del Pinatar, a 9 de agosto de 2021, en Murcia (España). Javi Carrión / Europa Press

Al Mar Menor, uno de los mayores humedales de España, le acecha desde hace años un mal. Sus aguas dejaron de ser transparentes y finas, para convertirse en una sopa verde eutrofizada que ha acabado con buena parte de este peculiar ecosistema en el que, no hace mucho, se podían ver caballitos de mar nadando sobre extensas praderas de vegetación marina. En 2016, se presenció el primer signo de declive y, en 2019, un episodio de anoxia elevó al máximo el nivel de alerta al dejar las costas cubiertas de peces muertos. 

"Todos los mecanismos de funcionamiento del ecosistema hicieron crack", lamenta Francisca Baraza, la persona encargada de coordinar el Marco de Actuaciones Prioritarias para la Recuperación del Mar Menor. "Lo que ha pasado estos años viene de mucho más atrás, de todo un conjunto de presiones humanas que se han ido acumulando a lo largo de los años. Desde los 60 del siglo pasado, con la promoción turística de La Manga, se empezó a incrementar el urbanismo y se fueron ampliando los puertos deportivos hasta llegar a diez. Creo que es el ratio de puertos deportivos por kilómetro de costa más alto de todo el litoral español", expone la experta.

Al desarrollo urbano descontrolado, se suma un cambio importante en los modelos agropecuarios del entorno de la laguna. Los campos, que antes eran pequeñas huertas locales, se han convertido en gigantes de la producción hortofrutícola. Los avances económicos del sector, sin embargo, se han convertido a la larga en una amenaza para las aguas salinas y toda su fauna. "Ahora la superficie es toda plana, no como antes que había unas huertas más escalonadas. Cuando llueve en este territorio lo suele hacer en régimen de lluvia torrencial, es decir, se inunda todo y se arrastra hacia las cuencas, lo que motiva un chute de sedimentos con nutrientes contaminantes que se meten en el agua y generan toda esa turbidez y ese fitoplancton", describe la experta. 

Tras las recurrentes imágenes de los últimos años –muertes masivas de peces en la arena de las playas y el enfangado de las aguas–, la pregunta más oportuna es saber si el Mar Menor ha muerto para siempre. Baraza, que trabaja en un plan impulsado desde Transición Ecológica, tiene esperanzas y deja claro que para poder revertir esta situación de origen se debe atacar al problema "de origen" y no implantar parches y simples planes para limpiar las aguas. "Para empezar, detectamos que había, en toda la cueca vertiente, 8.500 hectáreas de regadío ilegal que estaba provocando vertidos y contribuyendo a la contaminación. Ahora mismo, la superficie de regadío ilegal que ya ha sido desconectada asciende a 7.800 hectáreas", dice la experta.

Pero no basta con ello. El humedal necesita restituir su forma, volver a la abundancia de la naturaleza más salvaje, al menos en los perímetros costeros de toda la cuenca oeste. Y es que, aunque los problemas se manifiesten en el interior de la laguna, el origen está en ese entorno costero donde se afincan todos los huertos.

"Descartamos las soluciones de ingeniería hidráulica y apostamos por soluciones basadas en la naturaleza", comenta la experta. "Se trata de poner un cinturón verde que filtre el agua que llegue a la laguna u que además revaloricen el paisaje. El plan se basa en instalar humedales seminaturales, filtros verdes y áreas de renaturalización que permiten depurar las aguas que llegan desde los campos de cultivo cuando llueve. Lo hacemos con plantas autóctonas", aclara.

A ello se suman otras actuaciones de limpieza de los entornos mineros o en mejoras para los sistemas de depuración que, debido a su deterioro, han podido verter aguas residuales al Mar Menor. La coordinadora del plan de actuación resalta la importancia de actuar con presteza para salvar este ecosistema del desastre y advierte de su delicado estado de salud. "Aunque ahora se pueden ver mejoras y se puede ver que en los últimos meses el agua está más clara, la situación es de fragilidad y vulnerabilidad. Ante cualquier cambio brusco, como un lluvia torrencial, se puede repetir un episodio como los de los últimos años, porque el mar está prácticamente sin mecanismos de defensa", zanja. 

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