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El papel del hidrógeno en la transición energética genera dudas en Catalunya por su baja eficiencia

Ante el anuncio de que Tarragona acogerá la mayor planta de fabricación del Estado, los ingenieros industriales reivindican su función como "sustituto de los combustibles fósiles".

Vista general de la presentación del Valle de Hidrógeno de Catalunya, a 14 de mayo de 2021, en Tarragona, Catalunya (España).
Vista general de la presentación del Valle de Hidrógeno de Catalunya, a 14 de mayo de 2021, en Tarragona, Catalunya (España). Fabián A. Pons / Europa Press

Ante la emergencia medioambiental, cada vez menos cuestionada por las evidencias empíricas de los efectos del cambio climático, las administraciones y empresas ya han empezado a tomar posiciones en una carrera orientada a la transición energética. Los últimos episodios geoestratégicos, como la invasión rusa de Ucrania, que han desnudado la dependencia respecto a determinados combustibles, como el gas natural, han agudizado este proceso.

Esta misma semana pasada, un consorcio integrado por Repsol, Enagás, Iqoxe y Messer han presentado un proyecto de producción de hidrógeno renovable en el polígono petroquímico de Tarragona con una inversión inicial de 230 millones de euros para construir el mayor electrolizador del Estado, con una capacidad de 150 MW en la primera fase y que entraría en funcionamiento en 2025. Aunque los promotores de la iniciativa garantizan que el electrolizador utilizará energía renovable y de proximidad, algunas voces cuestionan la viabilidad del hidrógeno como vector de la transformación energética por su bajo grado de eficiencia y otros, que lo defienden, admiten que a pesar de convertirse en "un sustituto de los combustibles fósiles en general, puede resultar más interesante como materia prima del sector químico".

La planta de Tarragona se enmarca dentro del proyecto del Valle del Hidrógeno de Catalunya y del corredor de hidrógeno del Ebro. Cuando llegue a producir 1 GW, supondrá un 25% del objetivo estatal de 2030 de generación de hidrógeno renovable, según sus responsables. Una vez superada la primera fase, auguran que a partir de 2027 se destinarán otros 80 millones de euros para instalaciones de almacenamiento eléctrico. Respecto a su compromiso sostenible, insisten en que el electrolizador "utilizará preferentemente energía renovable de proximidad y minimizará el consumo de agua para producir hidrógeno y oxígeno de origen renovable".

La iniciativa entronca con la estrategia de la Generalitat de Catalunya en este ámbito. De hecho, el president Pere Aragonès califica de "proyectos transformadores para el país", la electrificación de la movilidad, el hidrógeno verde o el chip europeo. En la misma línea, el conseller de Empresa i Treball, Roger Torrent, confía en que Catalunya sea una de las regiones clave en Europa en el desarrollo del hidrógeno verde, ya que según considera, "tenemos las capacidades y los activos para ser un actor líder".

Hidrógeno, actor del sector químico

En una jornada reciente, organizada por el Col·legi d'Enginyers Industrials de Catalunya (EIC), se evidenció la necesidad de que el futuro energético contemple tres variables: seguridad en el suministro, soluciones sostenibles ambientalmente y unos costes económicos viables. Aunque el presidente de la Comisión de Energía del EIC, Josep Maria Montagut, destacó las oportunidades que ofrecen el hidrógeno y el biogás como corredores energéticos, admitió que no se pueden dejar de lado las obligaciones en relación con el despliegue de las renovables. "El hidrógeno será el sustituto de los combustibles fósiles en general y materia prima en el sector químico, y el biometano reemplazará el gas natural en el ámbito doméstico y del sector terciario". Pese a estas ventajas, cree que si no se logran los retos en el ámbito de las renovables, no habrá más remedio que mantener los sistemas de producción tradicionales para garantizar el suministro eléctrico.

Pese a las buenas intenciones y propósitos en política energética, algunos expertos vislumbran que a medio plazo, hasta que no se establezca una alternativa a la dependencia de Rusia, se incrementará el uso de la energía nuclear, a la vez que la transición verde habrá pasado de ser una creencia ambiental a un imperativo geopolítico.

"Estamos totalmente en contra de que se ponga sobre la mesa el planteamiento de que el hidrógeno puede actuar como el vector energético del futuro". El análisis crítico de Josep Nualart, investigador en Energía y Clima en el Observatori del Deute en la Globalització (ODG), se centra tanto en el objetivo de utilizarlo como en la forma de diseñar los proyectos. En este sentido, aleja incluso la posibilidad de que el hidrógeno verde pueda ser el protagonista de la descarbonización económica. Asimismo, recuerda que determinados países de la Unión Europea (UE) se están planteando resucitar el proyecto de construcción del gasoducto Midcat.

Eficiencia energética escasa

Nualart detalla que la mayoría de usos actuales de los combustibles fósiles pueden sustituirse por energías renovables. De esta forma, el hidrógeno sólo quedaría para algunas actividades industriales. "A pesar de las promesas de que su origen será verde, ahora el 99% se produce con el petróleo y el gas como materia prima". El investigador lamenta que se otorgue al hidrógeno un papel principal en la transición energética, cuando éste debería ser residual. Así, precisa que "el hidrógeno verde requiere el triple de volumen de lo necesario, perdiendo así dos terceras partes de energía". Como ejemplo, indica que para propulsar un coche con este combustible sólo se aprovecha un 20% de la energía generada.

Ante esta escasa eficiencia del hidrógeno, Nualart reivindica el despliegue de las energías renovables, como la solar, la fotovoltaica y la eólica, como motores del cambio de paradigma. Más allá de la energía utilizada, desde el ODG se defiende un modelo alternativo, que no ponga el foco de forma exclusiva en los macroproyectos, como el de la planta de Tarragona, sino que se impulse una red de distribución descentralizada, que facilite el acceso de la población a los puntos de suministro y acabe con el oligopolio de algunas empresas energéticas, que acumulan el control sobre la producción, el transporte y la distribución eléctrica.

De hecho, la denuncia de entidades como el ODG es que, a pesar de utilizar un combustible en apariencia más sostenible, se está transitando hacia un mismo modelo de proyectos y redes de distribución centralizados sin favorecer una democratización del sistema energético. Es un intento de cambio de la tecnología por producir energía, pero repitiendo el mismo esquema de acceso limitado al suministro.

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