Este artículo se publicó hace 4 años.
Partidor, el olvidado barrio de Alcoi que teme por el cierre de su principal centro social
El barrio lucha desde hace décadas contra la degradación y el abandono. Y ahora suma el anuncio de desalojo, para el dos de diciembre, de Cals Flares, un espacio que en 13 años de existencia se ha convertido en su principal dinamizador cultural y social.
Joan Canela
València-
El barrio del Partidor, en el centro de Alcoy, parece, como dicen sus vecinos, un "escenario de guerra". Esto del escenario es literal, puesto que en sus calles Álex de la Iglesia recreó la España arrasa de la posguerra de su Balada triste de trompeta. La película se estrenó el 2010, pero los solares y las casas en escombros continúan muy visibles solo entrar en el barrio. La excepción, seguramente, es la calle de Sant Nicolau. Por aquí desfilan las impresionantes comparsas de Moros y Cristianos y muchos propietarios optan por mantener los pisos, bien para tener un lugar privilegiado para disfrutar de la fiesta, bien para alquilar los balcones.
El Partidor, como tantos otros centros históricos, está formado por una trama de callejones algunos tan estrechos que si alargas los brazos prácticamente puedes tocar los dos lados. Este es el caso de la calle del Forn del Vidre, en el número diez del cual hay el acceso a Cals Flares, una antigua residencia de monjes franciscanos que, desde 2007, es el principal centro social del barrio. Al entrar, lo primero que sorprende es pasar de la calle estrecha y mal iluminada a una ancha terraza con unas impresionantes vistas en el río Molinar. Esta terraza se ha convertido, desde hace años, en el principal punto de encuentro de los vecinos del Partidor, muchos estudiantes de la universidad próxima y, en general, gente de todo Alcoi y comarca. Sus cafetas de verano, con actuaciones en directo y precios asequibles, son enormemente populares, sobre todo porque el barrio no tiene demasiados espacios donde socializarse.
Pero el dos de diciembre esto podría acabarse. La Sareb, propietaria del edificio, ha denunciado sus ocupantes y un juez les ha dado hasta esta fecha para abandonarlo. Una decisión que no ha caído en gracia en un barrio donde, si alguna le sobra, son edificios vacíos. "Por cómo es el espacio y su ubicación es muy difícil que alguien lo pueda comprar y darle un uso, así que si desalojan Cals Flares, lo más probable es que quede vacío hasta que por falta de mantenimiento caiga al suelo, como tantas otras fincas del barrio", explica a Público Toni Gutiérrez, de la asociación de vecinos El Partidor.
De hecho, el edificio donde todavía hay el centro social ya estuvo a punto de convertirse en una urbanización de lujo. En 2007 lo compró una promotora inmobiliaria con la intención de construir una serie de chalés con espacios comunes como piscina y pistas de tenis. El proyecto fracasó por la dificultad técnica –la mayoría del enorme terreno de la finca se encuentra al barranco que baja hasta el río en un desnivel de 50 metros- y porque las máquinas no podían pasar por la estrecha calle. Entonces estalló la burbuja inmobiliaria, y si ya entonces el aprovechamiento del solar fue imposible, ahora ya es directamente ridículo incluso imaginarlo.
Trece años de activismo social y cultural
2007 fue también el año que un grupo de jóvenes entraron en aquella antigua residencia de frailes –de aquí el nombre del centro social- y la dinamizaron hasta convertirla en el espacio referente para el vecindario del barrio. En estos años han llevado a cabo centenares de actividades y proyectos, todos ellos autogestionados y gratuitos.
A pesar de que ahora mismo todo se encuentra bastante parado, primero por la pandemia y después por la orden de desahucio, hasta hace poco aún funcionaban diferentes talleres de soldadura, cerámica, serigrafía, yoga o autodefensa para mujeres. En un tiempo también acogió la biblioteca Rebrot Verd, así como un espacio para el pensamiento con debates, conferencias y pases de documentales. Pero, con todo, si algo ha convertido Cals Flares en una referencia, han sido sus conciertos de pequeño formato, generalmente en la concurrida cafeta de verano. No es casual, entonces, que uno de los sectores que más se han solidarizado contra el desalojo han sido los músicos. Grupos alcoyanos como El Diluvi, Arthur Caravan, Júlia, Tito Pontet o Alfons Olmos, cantante de VerdCel han firmado un manifiesto de apoyo junto con decenas de asociaciones y entidades de todo el País Valencià.
"Cals Flares para mí es un punto de unión social y cultural imprescindible que no tiene que desaparecer", escribe Pere Serrano, un camionero y vecino del barrio, en el muro de comentarios habilitado en la web que han abierto para pedir apoyo para salvar el proyecto. "La parte más bonita de la amenaza de desalojo ha sido la oleada de solidaridad que hemos recibido –explica Pau, uno de los activistas del centro-, mucha gente que solo había pasado por aquí como usuaria puntual se ha dado cuenta de la importancia del espacio, y esto es especialmente relevante tras unos meses en qué desde los medios se ha hecho una durísima campaña contra los okupas. Imagino que es porque la gente nos conoce y sabe lo que hacemos". Otra de las activistas, Marta, denuncia que "si cierran Cals Flares, los únicos lugares que quedarán para socializar serán las casas de apuestas", además de reivindicar todo el trabajo hecho: "mi hermano, que trabaja de soldador, aprendió el oficio en el taller que un cerrajero jubilado ofrece gratuitamente desde hace años".
40 años esperando la rehabilitación promesa
"Cuando yo era pequeño este barrio tenía mucha vida, toda la calle estaba llena de tiendas, gente de clase trabajadora", recuerda Toni Gutiérrez. Desde entonces El Partidor ha ido sufriendo un proceso de degradación que no parece acabar nunca. "A partir de la década de los 70 mucha gente se traslada a las nuevas promociones de vivienda y cada vez quedan más pisos vacíos. En los 80, la crisis de la heroína fue terrible, con muchos pisos vacíos ocupados por adictos". Ahora el problema son que las casas caen. Construcciones sencillas, edificadas en el siglo XIX para meter a los obreros de las pujantes fábricas textiles, se hicieron aprovechando los muros de unas y otras, así que cuando una casa cae empiezan a temblar las del lado, en un efecto dominó. El enero pasado, el temporal Gloria provocó el derrumbe de una finca que estaba vacía. No tuvieron tanta suerte en el vecino barrio del Centro, donde murió una mujer cuando le cayó la casa encima.
Desde la llegada de la democracia, cada gobierno municipal ha prometido la rehabilitación del Partidor, declarado Bien de Interés Cultural (BIC), "pero pasan los años y aquí nadie hace nada, solo dejan que las casas vayan cayendo", denuncia Gutiérrez. La última promesa llegó en 2018, cuando el Ayuntamiento anunció la creación de un "ecobarrio" en el Partidor, pero el activista vecinal no se muestra demasiado convencido: "esperamos que sí lo hagan, pero ya veremos".
Ante este abandono institucional, los vecinos se han acostumbrado a resolverse los problemas por ellos mismos. Tanto desde la asociación de vecinos como el Ateneo Panical han promovido la organización de gente interesada a quedarse al barrio para comprar y rehabilitar las casas, y así evitar su deterioro y, incluso, han creado su propia empresa de reformas. "Hemos conseguido atraer suficiente gente –explica Gutiérrez- y la llegada de estudiantes ha significado un importante rejuvenecimiento, aunque no sean residentes fijos".
Es el mismo espíritu autogestionario que anima el proyecto de Cals Flares. Desde el centro social, Pau y Marta no son demasiados optimistas en poder mantener el espacio, pero no quieren rendirse todavía. Por ahora, están preparando una movilización por el sábado 28 de noviembre, el último antes de la orden de lanzamiento.
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