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La realidad de los centros sociales okupados está lejos de la delincuencia y el desorden social como pinta la derecha

La creciente precarización laboral, la crisis de vivienda y la falta de políticas públicas han generado una gran demanda de espacios alternativos y accesibles para la comunidad.

Fachada del centro social okupado (CSO) La Rosa, en el barrio de La Latina, en Madrid.
Fachada del centro social okupado (CSO) La Rosa, en el barrio de La Latina, en Madrid. Cedida / Público

El color rosa simboliza la juventud, la alegría y el rubor del amor. No es casualidad que esta sea la misma tonalidad que viste y de nombre a la fachada del nuevo Centro Social Okupado (CSO) La Rosa, en el barrio madrileño de La Latina. Tras 21 años de abandono, el espacio ciudadano se ha vuelto a llenar de vida, pese a estar enmarcado en uno de los contextos más desfavorables para emprender la okupación de centros sociales en la capital.

La criminalización de la okupación por parte del gobierno del alcalde madrileño, José Luis Martínez-Almeida, los desalojos sin orden judicial por parte de la Policía, las infiltraciones policiales en los movimientos sociales y los efectos penalizadores de casi 10 años de leyes mordaza, han modificado la imagen social que se tenía de los CSO en España.

Sin embargo, la creciente precarización laboral y la crisis de vivienda han generado una gran demanda de espacios alternativos y accesibles para la comunidad. Además, la falta de políticas públicas efectivas para abordar estas problemáticas ha llevado a la búsqueda de soluciones autónomas por parte de los movimientos sociales.

El 'okupa' como enemigo público

El aumento en la difusión de discursos alarmistas que asocian la okupación con la delincuencia y el desorden social ha alimentado el temor y la hostilidad hacia los centros sociales okupados. "El okupa se ha construido como un enemigo público de forma mediática y discursiva, a lo que ha ayudado el incremento exponencial de bulos informativos sobre el exceso de okupas en nuestras ciudades", declara a Público el experto en Sociología Gomer Betancor.

Los medios de comunicación han colocado la okupación como uno de los principales problemas de la agenda pública

Por ejemplo, en el contexto del 15M, la imagen social de los CSO en Madrid no era negativa. Esto se reflejó en la multiplicación del número de centros sociales y espacios okupados. Con la primera legislatura de Almeida, esta visión cambió radicalmente. Los medios de comunicación mainstream también han contribuido a esta criminalización, colocando la okupación como uno de los principales problemas de la agenda pública.

Sin embargo, esta imagen social asociada a los CSO difiere dependiendo del lugar. En Euskadi, la okupación es una parte naturalizada del entramado urbano que está formada por un repertorio de colectivos y movimientos juveniles con identidad propia. La cultura de la okupación y de los gaztetxes (incluso en zonas no urbanas) está muy extendida gracias a la labor del movimiento autónomo.

Interior del centro social okupado Txarraska Gaztetxea, en Euskadi.
Interior del centro social okupado Txarraska Gaztetxea, en Euskadi. Cedida / Público

El Txarraska Gaztetxea es un CSO situado en las antiguas oficinas de la fábrica de la Baskonia, una fábrica de finales del siglo XIX, que constituye el motor desde donde se produjo el crecimiento urbanístico de Basauri. La asamblea juvenil okupó el edificio durante el año 1999.

Pablo, un miembro de la asamblea, cuenta a Público el gran dinamismo que caracteriza el centro social. "Tenemos una infraestructura destinada al deporte con skatepark, rocódromo y gimnasio gratuitos". Pablo explica que el gaztetxe presta atención a la dimensión cultural, especialmente aquellas que están ligadas a la idea de lo político. "Organizamos distintas charlas, coloquios, conciertos y actividades musicales".

Durante los últimos seis años, Txarraska Gaztetxea ha aumentado sus capacidades de organización e infraestructuras. "Para nosotros la okupación solo es un medio, no un fin en sí mismo a la hora de poner en marcha proyectos de autoorganización colectiva y de base", declara Pablo.

El miembro de la asamblea lamenta que el "van a okupar la casa a esa abuela de ahí" esté desviando la mirada de "las cuadrillas de amigos con profesiones que se llamaban liberales o propias de la clase media que están acumulando el mismo poder inmobiliario que los grandes fondos de inversión". Pablo opina que el debate se debe centrar en cómo explorar y construir alianzas que rompan el consenso de las clases medias propietarias. "La okupación y reapropiación es la herramienta más directa y efectiva contra la privatización del derecho a un techo", sentencia.

Desalojos inminentes

En el número 48 de la calle Escarpia, en Sevilla, se encuentra Malatesta. Después de 11 años de abandono, en diciembre de 2022, el edificio recibió el nombre del conocido anarquista italiano Errico Malatesta. Desde febrero, Malatesta está pendiente de un proceso civil. "Tenemos una situación de desalojo inminente y no creemos que nos vayan a avisar", informa a Público Errico (pseudónimo), uno de los miembros de la asamblea.

Fachada del centro social okupado Malatesta, en Sevilla.
Fachada del centro social okupado Malatesta, en Sevilla. Cedida / Público

Malatesta ofrece una diversidad de actividades para sus vecinos. Desde encuentros, gimnasio gratuito hasta un Tattoo Circus y una oficina de okupación donde enseñan información sobre el movimiento okupa. Errico lamenta la creciente campaña mediática y política antiokupa. "La ultraderecha y la derecha van a recoger muchos votos mientras haya miedo. Les interesa crear una situación de caos y que la gente sienta miedo para justificar un nivel de control policial", opina.

En la mañana de este martes, el CSO La Bankarrota en la calle Encomienda de Palacios, número 46, en Madrid, está pendiente de desalojo. El colectivo Nadie, disuelto actualmente, liberó el centro en febrero de 2015. Anteriormente, el edificio pertenecía a una sucursal abandonada de Bankia. "A los pocos meses, Bankia solicitó el desalojo. Hubo juicio y lo ganamos porque el abogado del banco presentó mal unos papeles. Eso nos dio unos años de tranquilidad hasta que Bankia vendió la sucursal, junto a más viviendas y locales en desuso, al fondo de inversiones Arguijo", cuentan a Público miembros de la asamblea.

"Arguijo solicitó un desalojo exprés que fue detenido por un recurso interpuesto por nuestro abogado", explican. La pandemia hizo que el proceso de desalojo se retrasase hasta llegar a finales de 2023, "cuando perdemos el juicio y quedamos a la espera de fecha de desalojo, que finalmente llegó hace pocas semanas y está previsto para este martes", informan.

Resistencia frente a los poderes dominantes

"Auténticos laboratorios de experimentación social", así denomina el sociólogo Betancor los centros sociales okupados. Según el experto, estos espacios proporcionan un terreno fértil para probar nuevas formas de organización, participación democrática y relaciones comunitarias. "Fortalecen el sentido de comunidad y pertenencia", asegura.

Los CSO desempeñan un papel fundamental en la comunidad más próxima en la que se desarrollan. Proporcionan espacios liberados (de la lógica del capital y del estado) para actividades culturales, políticas y sociales de los movimientos sociales y de la comunidad de referencia. Betancor denomina estos como espacios de resistencia frente a las estructuras de poder dominantes, ya sean políticas, económicas o culturales.

Betancor: "La autogestión de los CSO es una herramienta clave para un compromiso activo con la transformación social"

Además, estos centros contienen infraestructuras de activismo que sirven como plataformas de apoyo para el desarrollo de diferentes movimientos sociales, que sin esos espacios liberados no podrían desarrollar muchas de sus actividades (asambleas periódicas, talleres, charlas, etc.). "La autogestión de los CSO es una herramienta clave para un compromiso activo con la transformación social", asegura Betancor.

La cultura los CSO se consolida en los años 90

La oficina de okupación de Bilbao (Bilboko Okupazio Bulegoa) define los centros sociales okupados como "lugares que estaban abandonados y que el pueblo ha decidido reapropiarse de ellos para generar dinámicas de interés común fuera de la lógica de mercado". El movimiento okupa se consolida en España en los años 80 como denuncia del alto precio de la vivienda y su infrautilización social.

Desde sus orígenes en los países del centro y norte de Europa, las okupaciones surgieron como una respuesta a la necesidad de viviendas asequibles y una denuncia de la especulación inmobiliaria, aunque, en palabras del doctor en Sociología, Betancor, "la experiencia política del movimiento pronto dio lugar a toda una red de lo que se denominan espacios liberados".

Actualmente, se puede hablar de varias generaciones del movimiento de okupa, ya que este reúne diversas identidades y proyectos en constante mutación. La cultura de los CSO aumentará en los años 90 y en el cambio de siglo, sobre todo en zonas donde la contracultura y el tejido asociativo estaba más desarrollado, como los centros de Madrid, Barcelona y Bilbao.

El sociólogo Betancor asegura que "la desconfianza hacia las instituciones tradicionales y la insatisfacción con el sistema político también alimentan el crecimiento de los CSO". El experto añade que la solidaridad y el apoyo mutuo entre los movimientos sociales fortalecen la capacidad de resistencia y organización de estos espacios autogestionados.

Interior del centro social okupado La Rosa donde se observa la bandera de Palestina.
Interior del centro social okupado La Rosa donde se observa la bandera de Palestina. Cedida / Público

El edificio situado en la calle Bastero número 1 se encarga de dar cobijo a distintos colectivos de los ámbitos de vivienda, ecologismo y feminismo. Andrés, miembro de la asamblea de La Rosa, cuenta a Público que esta iniciativa surge como denuncia a los procesos de turistificación y gentrificación, "los edificios colindantes son casi todos pisos turísticos". "Creemos que al expropiar o liberar este espacio, estamos poniendo el derecho de uso por encima de los intereses privados que han mantenido este lugar cerrado", expone.

"Es de central importancia para nosotros albergar a colectivos y reuniones políticas", explica el miembro de La Rosa. Andrés declara que este proyecto forma un lugar de asambleas y encuentros. "Sin espacios bajo control colectivo, no hay procesos colectivos de lucha", afirma. Un día común en La Rosa consiste en una multiplicidad de actividades: clases de baile, cine, charlas, talleres de lectura o grupos de consumo agroecológicos.

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