Salvador Ríos, sobreviviente de suicidio: "Vivir es una decisión personal que uno toma"
Una de cada cien muertes en el mundo es por suicidio. Cerca de 800.000 al año, según la OMS. Sin contar a los sobrevivientes, quienes lo han intentado o pensado. Uno de ellos cuenta a 'Público' qué lo hizo dar un paso atrás.
Si estás pasando por una mala situación personal, padeces alguna enfermedad mental o tienes pensamientos suicidas, puedes recibir ayuda de tu médico de cabecera, acudir a Urgencias o apoyarte en una persona de confianza y contarle lo que te sucede.
También tienes a tu disposición la línea de atención a la conducta suicida en el 024, el Teléfono de la Esperanza (717 003 717 / 91 459 00 55) o el Teléfono contra el Suicidio (91 138 53 85).
"Yo no quería morir, pero estaba ocurriendo algo dentro de mí que no quería seguir sintiendo y era eso lo que quería eliminar. No es un dolor físico, es un dolor interno insoportable. Yo lo llamo dolor del alma", nos dice Salvador Ríos, de 60 años, padre de dos hijos.
"El dolor que se siente es tan fuerte, tan profundo, que no te lo puedes imaginar. Da miedo. No tienes dónde agarrarte, no sabes qué es lo que te está ocurriendo", explica a Público este sobreviviente de suicidio. Así se llaman las personas que han estado a punto de suicidarse o lo han intentado, pero han dejado atrás esa ideas autolíticas.
A Salvador se le habían juntado un cúmulo de circunstancias detonantes: un divorcio traumático, pérdida de trabajo, pérdida del patrimonio, pérdida de los vínculos familiares... Sentía que lo había perdido todo. "En ese estado, no tienes capacidad de pensar en los demás, ni puedes trabajar. El 80% de mi energía se iba en mantenerme a flote. ¿En qué momento iba a trabajar? Tampoco tenía fuerzas para luchar por mis hijos. Estaba destrozado. En una situación así, se te hace urgente deshacerte de eso que estás viviendo y lo invade todo", recuerda.
Tan grande llegó a ser ese sufrimiento que no vio otra solución que acabar con su vida. Una idea que consuman casi once personas al día en España –un total de 3.952 en 2023, según datos provisionales del INE–.
La salvación en una ayuda inesperada
Una noche de 2018, Salvador ya lo tenía todo preparado para poner punto y final a su existencia. Antes, decidió llamar al Teléfono de la Esperanza. Quería despedirse de alguien antes de dejar este mundo, aunque fuera de un desconocido al otro lado de la línea. Y sucedió lo inesperado.
"Esa persona mantuvo mi alma en brazos durante tres o cuatro horas seguidas. Primero, me hizo una serie de preguntas. Me dijo si yo quería que llamara a una ambulancia, le contesté que no y respetó mi decisión. Seguimos hablando. Cuando me preguntaba "¿cómo te sientes?", el que alguien mostrara ese interés en mis sentimientos fue increíble para mí en ese momento".
"Yo me esforzaba en contestar. Esa persona hablaba y hablaba hasta que me agoté. Realmente me estaba cayendo de sueño. Me pidió que llamara de nuevo al día siguiente. Eso hice nada más despertarme, en parte por agradecimiento". Así fue cómo recibió su primera cita para consulta presencial con una terapeuta del Teléfono de la Esperanza, que le estuvo atendiendo una vez a la semana durante meses de forma gratuita.
"Es urgente que haya un plan de acción o protocolo de actuación nacional"
"Es para salir a la calle con pancartas y pedir al Estado que subsidie a este tipo de asociaciones", resalta Salvador con emoción. Antes de eso, había estado yendo a un psicólogo de la Seguridad Social una vez al mes, "pero eso no me hacía nada y no iba a estar el resto del mes con pastillas", recuerda. (España cuenta con once psiquiatras por cada 100.000 habitantes y es el país del mundo que más benzodiazepinas consume). "Es urgente que haya un plan de acción o protocolo de actuación nacional igual que hace con las campañas de accidentes de tráfico", añade.
Tomar distancia de tus pensamientos
"Llegados a este punto, necesitamos no solo atención psicológica, sino entender que somos algo más que un cuerpo. Yo entendí que eres un ser dentro de un cuerpo al que le ha tocado vivir una serie de experiencias, así como el astronauta se pone un traje para poder ir al espacio, el cuerpo es ese traje de astronauta que llevamos aquí. No te hablo de un tema religioso ni místico, sino de un tema humano", señala.
"Todos nosotros, en algún momento, nos hemos dado cuenta de que hay algo dentro de nuestro cuerpo, una conciencia, ese testigo interno que se ve a sí mismo y a sus pensamientos. Al ver esto desde fuera, pierdes dramatismo porque tomas distancia de eso que te está pasando", explica Salvador. Es, en su opinión, algo que todos hemos vivido alguna vez, aunque nos suele pasar desapercibido. "Nos distraemos con actividades diarias y obligaciones, no queremos sentarnos y ver lo que está ocurriendo dentro de nosotros porque a veces da mucho miedo".
Sin embargo, Salvador había tomado una decisión: vivir. Y estaba dispuesto a vencer sus miedos para conseguirlo. "Puse toda la carne en el asador", nos dice. Y comprendió que "esa conciencia interior que todos tenemos no puede ser amenazada por las circunstancias".
"Es urgente enseñar a la agente a gestionar eso que sucede en nuestra mente"
"Fue entonces cuando comprendí que estoy habitando un cuerpo que desconozco cómo funciona. No sabemos gestionar nuestros pensamientos repetitivos e intrusivos, ni nuestras emociones. Es urgente enseñar a la agente a gestionar eso que sucede en nuestra mente". Es, precisamente, una de las peticiones más frecuentes entre los expertos en prevención del suicidio: incluir las habilidades emocionales e interpersonales en el currículum del sistema educativo desde edades tempranas.
Pero no solo eso. Para Salvador, además fue clave descubrir el plano espiritual como una capa de protección y comprensión para superar el dolor. "Tú tienes una mente, pero esa mente no eres tú. Igual que tienes una mano pero no eres esa mano. Tú no eres eso que estás pensando". De igual manera, observa que "para darle sentido a la vida, a veces la mente no funciona. La vida se siente, no se piensa".
Encontrar un sentido de la vida propio
En este sentido, Alejandro Rocamora, psiquiatra experto en suicidio, profesor en el Centro de Humanización de la Salud, remarca la importancia de encontrar el sentido de la propia vida, que es particular de cada individuo y, además, puede ser cambiante en el tiempo. La familia, el trabajo o cualquier actividad que suponga un beneficio para los demás son algunos ejemplos.
"Cualquier objetivo que sea más grande que nosotros mismos es preventivo del suicidio. Si no tienes ese sentido de trascendencia, tienes menos recursos para enfrentarte a la adversidad". En este contexto, los valores nos dan mecanismos para afrontar los baches del camino, dice a Público el doctor Rocamora, que fue voluntario en el Teléfono de la Esperanza desde sus inicios y durante cuarenta años.
Algunos de estos valores protectores, según este experto, son "la solidaridad, la tolerancia o la aceptación del otro". Eso sí, no son algo que se pueda enseñar solo cognitivamente en la escuela, como mera teoría: "Deben aprenderse y cultivarse vivencialmente", recalca.
Grandes lecciones aprendidas
Hoy, seis años después de la noche en que Salvador decidió morir, su vida "es la antítesis de aquellos días. Tengo una vida plena de crecimiento y estabilidad emocional. Los problemas siempre existen, no es que no tenga. Pero he cambiado mi forma de pensar. Yo no existe lo bueno y lo malo, existe el aprendizaje. La base del sufrimiento humano es sentir que la vida no está ocurriendo de la forma en que quiero que ocurra. Sin embargo, la vida ocurre como tiene que ocurrir. El dolor lo sigues sintiendo, pero lo gestionas de otra manera".
"Tengo una vida plena de crecimiento y estabilidad emocional. Los problemas existen, pero he cambiado mi forma de pensar"
¿Y qué consejo daría a alguien que está dándole vueltas al suicidio? Por supuesto, "no se puede resumir en una palabra y cualquier cosa que te diga puede sonar demasiado simplista". Después de pensarlo un tiempo, reconoce que él tenía un as bajo la manga: "Saber que la mente es más caótica que la realidad y depende mucho de la veracidad que le des a esos pensamientos. La vida no es una mierda, es solo como tú la ves".
Al final, en sus palabras, "tanto vivir como quitarse la vida es una decisión personal que uno toma. No tiene que ver con nadie más. Yo decidí tener paz y vivir de forma diferente a como lo había estado haciendo antes".
Momentos de gran vulnerabilidad
"Las personas que estamos pensando en suicidarnos tenemos la emoción a flor de piel, nos volvemos hipersensibles", explica Salvador, recordando cómo cualquier cosa podía dispararle el llanto en los momentos de su recuperación anímica y psicológica.
Por eso, advierte, es importante tener especial cuidado con cualquier influencia externa que pudiera dañarnos. "Mucho ojo con buscar en internet soluciones al dolor que estás sintiendo, porque puedes encontrarte con muchas cosas que no estás preparado para asimilar o que pueden ser contraproducentes".
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