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Sedentarismo infantil "Les privamos de libertad en favor de su seguridad": los traumas que arrastrarán los niños que nunca van solos por la calle

Decenas de ayuntamientos y especialistas intentan revertir en España un modelo que comporta consecuencias muy negativas para la autonomía infantil, la socialización, la salud, la calidad ambiental, el ahorro energético y la recuperación del espacio público.

Una niña jugando en la escuela El Dragón. FERNANDO SÁNCHEZ.
Una niña jugando en una escuela. FERNANDO SÁNCHEZ.

Un estudio elaborado por tres investigadores en colegios británicos y alemanes ha arrojado datos reveladores sobre la preocupante transformación que se operó a finales del siglo pasado en los hábitos infantiles. El informe señala que en 1971 el 85% de los escolares entre los 6 y los 11 años iban solos al colegio cada día. Casi 20 años después, esa cifra se había desplomado a poco más del 30%. La tendencia no ha hecho sino agudizarse con la entrada del tercer milenio. En 2016, el experto Pau Avellaneda acreditó que en Catalunya tan solo el 13% de los escolares se trasladaba de forma autónoma a su centro de estudios.

Todos estos datos se pueden trasponer al contexto español. Y de igual manera certifican una alarmante realidad: la infancia ha perdido en apenas medio siglo gran parte de su autonomía personal al tiempo que ha incrementado exponencialmente su dependencia paterna. Los efectos no pueden ser más nocivos: pérdida de la autoestima, dificultad de socialización, retraso de la madurez, desconocimiento del medio, incapacidad en resolver conflictos o sedentarismo. Sin contar con los perjuicios colaterales en términos de polución, atascos, estrés o consumo energético precisamente en la era del calentamiento global.

Los expertos coinciden en que el desencadenante tiene que ver con el uso masivo del coche en la segunda mitad del siglo XX. Las ciudades se hicieron más agresivas y el vehículo a motor fue expulsando paulatinamente a los individuos más vulnerables: niños y personas mayores. "El tráfico fue el origen", sostiene Eva Puche, consultora socioambiental con casi una década de experiencia ya en movilidad escolar. "Pero ahora los padres ni siquiera se lo plantean. Llevarlos al colegio en coche es para ellos una obligación. Hay una superprotección parental y dejarlos solos es como abandonarlos".

¿Y por qué se abandonó la costumbre de caminar al colegio?

Las consecuencias son evidentes. "Pierden libertad, reducen sus relaciones sociales, no conocen su barrio, no hacen ejercicio, no saben circular por la calle o no prestan atención a los peligros". Y un largo etcétera de secuelas poco edificantes para la maduración de un niño. Pero no es solo el tráfico. También se ha producido un aumento exponencial de la percepción de inseguridad debido a la veloz circulación de las malas noticias en cualquier parte del mundo. "Los padres temen que secuestren a sus hijos, aunque donde viven nunca haya secuestros. O que se relacionen con otros niños que no les gustan".

Eva Puche comenzó a trabajar con proyectos de camino escolar en 2012. Sus primeros encargos fueron para Torrelodones y Málaga. Formó parte de un grupo de expertos que desarrollaron una aplicación llamada Trazeo, que permitía monitorizar y gestionar rutas guiadas hasta el colegio. Son los conocidos como pedibuses. Se establecen puntos de recogida de niños, que caminan a pie hasta el centro escolar acompañados por adultos.

Córdoba capital ensayó este método entre 2013 y 2016. Muchos colegios se encuentran en el casco histórico, cuya fisonomía urbana dificulta enormemente la circulación a motor. Gran parte de los escolares viven en la periferia y muchos padres tenían la asentada costumbre de llevarlos en coche hasta la misma puerta del centro. Los atascos y la invasión de vehículos era inasumible en una ciudad Patrimonio de la Humanidad.

"Lo primero fue poner en marcha una campaña de sensibilización", explica Puche. "Charlas en los colegios y actividades orientadas a la educación vial. Visitamos a los comercios de barrio para anunciarles que los niños iban a ir caminando. Nos reunimos con los padres e investigamos los datos de movilidad escolar". Finalmente, se habilitaron varias zonas de desembarco de niños en la periferia del casco urbano y desde allí iban caminando al colegio vigilados por varios monitores. La experiencia se puso en marcha en cinco centros para un total de 2.500 alumnos.

Pau Avellaneda es investigador de la Universidad Autónoma de Barcelona y acumula una larga experiencia en consultoría de movilidad infantil. Ha puesto en marcha más de 50 proyectos en un centenar de colegios de Catalunya. El objetivo de su estrategia es incrementar el grado de autonomía de los niños, transformar el entorno de las escuelas y cambiar el modo de desplazamiento. Lo primero que hace es efectuar un diagnóstico de la situación con encuestas a los padres. Necesita saber cómo van sus hijos a la escuela y también qué expectativas tienen los progenitores. En torno a un 30% de quienes usan el coche quieren cambiar el modo de desplazamiento.

Luego estudia los recorridos: las calles por donde deben pasar los niños, el estado de las aceras, los obstáculos y la visibilidad. Y, a continuación, lanza una propuesta de actuación en función de cada caso. A veces conviene cambiar la puerta de entrada del colegio para evitar calles con tráfico, en otras se hace imprescindible modificar el espacio físico del entorno para facilitar la accesibilidad de los menores. Todo ello acompañado de una intensa labor educativa y de sensibilización entre la comunidad escolar.

Avellaneda apuesta más por promover la autonomía infantil que por la organización de pedibuses. "En Barcelona se han hecho poco. Cuesta mucho arrancarlos y luego mantenerlos, aunque tienen ventajas. Es el paso previo de la autonomía", explica. En todo caso, el experto en movilidad es un firme partidario de los desplazamientos urbanos a pie. "Lo hemos visto en la pandemia", aduce. "Calles más tranquilas, menos contaminación, más seguridad vial y menos consumo energético".

En su opinión, la irrupción del uso masivo del coche en la ciudad durante la segunda mitad del siglo pasado es la causa directa de la "expulsión" de muchas actividades que hasta ese momento se realizaban en la calle. "Los juegos, los encuentros, las tertulias quedan relegadas porque la mayor parte del espacio público se entrega al coche y a los estacionamientos", argumenta. La percepción de inseguridad, a partir de casos mediáticos como el de Madeleine, hizo el resto. "Y ahora privamos a los niños de libertad en bien de su seguridad. De alguna manera, los criamos en cautividad, por utilizar un símil animal. No los exponemos a peligros y el día que salgan a cazar no sabrán hacerlo. No estarán preparados".

José Fran Cid es responsable del blog Camino Escolar. Lleva ofreciendo servicios de consultoría de movilidad en Euskadi desde 2009 y ha promovido proyectos en una docena de municipios, entre 2.000 y 60.000 habitantes. "Es más importante transformar los entornos escolares y hacerlos más accesibles y amables con la infancia, que marcar rutas concretas de camino al colegio", puntualiza. "Hay que cuestionar el modelo de ciudad segregadora y poner en valor la movilidad a pie o en bicicleta".

Sus propuestas de actuación pasan por ensanchar las aceras, impulsar peatonalizaciones estratégicas, eliminar obstáculos, calmar el tráfico y habilitar más espacio para las bicicletas o los patinetes. También ha impulsado el pedibús en centros escolares con voluntarios de la comunidad educativa, sobre todo para niños en edad más temprana. La respuesta de los padres a este tipo de experiencias es variable. "Si se hace un buen diagnóstico, un trabajo comunitario previo y labores de concienciación, es más fácil", afirma.

Los proyectos en los que Cid ha trabajado arrojan una tasa de uso del coche para los desplazamientos escolares en torno al 35%

Los proyectos en los que ha trabajado arrojan una tasa de uso del coche para los desplazamientos escolares en torno al 35%. Y observa que en los últimos años se está produciendo un sensible incremento de los trayectos a pie o en bicicleta. "Hay una mayor preocupación por la calidad del espacio público", indica José Fran Cid. "Se está produciendo una revisión hacia modelos urbanos más humanos. Si la ciudad es amable con los niños, también lo será con las personas mayores".

Los beneficios en términos de salud son notables. No únicamente por el ejercicio físico que comporta ir caminando al colegio y la lucha contra la obesidad infantil, sino también por la mejora en el desarrollo cognitivo de los niños. "Hay estudios que demuestran que existe una clara diferencia entre los chicos que estudian en colegios situados en entornos contaminados y los que lo hacen en zonas limpias", advierte Avellaneda. Esa es otra razón adicional que recomienda evitar la acumulación de vehículos a motor en la puerta de los colegios y promover los desplazamientos activos. El profesor de la UAB ha desarrollado también proyectos en Pontevedra y ha participado en jornadas de movilidad en Madrid, Canarias, Logroño o Valencià. En los últimos años ha abierto una línea de trabajo con América Latina, donde el interés en mejorar las condiciones ambientales de las ciudades ha crecido sustancialmente.

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