José Enrique Abuín, 'El Chicle', se escondía ante las cámaras el primer día, sin querer saber nada de lo que se iba a escuchar en la sala. Hasta su voz quebrada sonaba a ausencia. Ha seguido el juicio agazapado tras el ordenador, con los brazos sobre la mesa, sin inmutarse ante los macabros detalles relatados durante el juicio. Había que fijarse mucho para verle levantar la vista, escribir en un papel o hablar con la abogada. Sí negó levemente con la cabeza la agresión sexual y lo repitió con absoluta tranquilidad ante el juez, con el objetivo de eludir la prisión permanente revisable. Sesión tras sesión ha mostrado una actitud impasible, confirmada por los psicólogos. "No hay un sufrimiento emocional actual", dijeron. La defensa ha hablado de él como "un ser humano", pero para la acusación se trata de un "depredador sexual" y la familia simplemente lo llama "monstruo". Incluso el último día, tras sus últimas palabras, ha vuelto a agachar la cabeza.

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