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Te estoy amando locamente
Reme (Ana Wagener), una de las protagonistas de 'Te estoy amando locamente'. (Fuente: Filmax)
Te estoy amando locamente
Reme (Ana Wagener), una de las protagonistas de 'Te estoy amando locamente'. (Fuente: Filmax)

‘Te estoy amando locamente’, o el por qué se ha convertido en un fenómeno Zeta

La película estrenada el año pasado aborda los orígenes del movimiento LGTBI en Sevilla y, desde que se estrenó, se ha convertido en una de las películas favoritas de esta generación.

Helena Celma

Un informe de Ipsos Mori lanzado en 2021 llegó a la conclusión de que la generación Z era la menos “100% hetero” de la historia. No es algo que nos venga de nuevas, ya que cada vez es más normal que las personas tengan una orientación sexual diversa. Las barreras y los convencionalismos se han ido redefiniendo cada vez más, dando más espacio a la libertad sexual del individuo. 

Ante este contexto, no es extraño entonces que Te estoy amando locamente, una película estrenada el año pasado y que trata sobre los inicios del movimiento LGTBI en Sevilla a finales de los 70, se haya convertido en un must para esta generación.

El largometraje refleja el nacimiento del colectivo, la lucha que llevaron a cabo y la libertad que obtuvieron para poder ser ellos mismos, como mínimo de forma legislativa. Los tintes de humor con los que se reviste la película no esconden el drama y la tragedia que representó aquel contexto para las personas LGTBI.

Para ser más concretos, la historia se sitúa en el 1977, tan solo dos años después de la muerte del dictador Francisco Franco, por lo que la homosexualidad seguía siendo un delito. Miguel Acosta (Omar Banana) es un joven homosexual que quiere dedicarse a la música, pero los planes de su madre son un tanto diferentes, ya que aspira a que se convierta en abogado. 

Miguel se introduce en el mundo del espectáculo nocturno y lo acaban deteniendo por “comportamientos homosexuales”, ateniéndose a la Ley sobre peligrosidad y rehabilitación social que estaba vigente en la época. 

Más allá de la historia del joven, lo más interesante es que se puede ver desde el prisma de su madre, Reme (Ana Wagener). Con su personaje es posible comprobar cómo empieza sintiendo vergüenza por tener un hijo homosexual y cómo acaba apoyando y encabezando las manifestaciones por la libertad sexual.

Te estoy amando locamente, dirigida por Alejandro Marín, replica la realidad de represión que sufrió el colectivo hace poco más de cuatro décadas. No hay más que ver cómo la madre lleva al protagonista al médico y le aplican técnicas de electroshock cuando ve imágenes de hombres desnudos, o cómo lo aprisionan sin que tenga prácticamente derecho a réplica.

La lucha por querer cambiar las cosas provoca que los amigos con los que se junta Miguel creen el Movimiento Homosexual de Acción Revolucionaria (MHAR) en Sevilla, algo que acaba trascendiendo hasta el punto de que sus protestas acaban surtiendo efecto: la homosexualidad dejó de ser delito el 26 de diciembre de 1978.

De hecho, la película finaliza con la que se considera la primera manifestación del Orgullo en la ciudad andaluza, algo que, a día de hoy, está extendido por todo el mundo y en la que jóvenes y mayores aprovechan para reivindicar su sexualidad.

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Este origen es un espejo en el que los jóvenes de hoy en día pueden reflejarse, observando de esta forma lo que ha costado llegar hasta aquí; un contexto mucho mejor, aunque sigue teniendo sus graves problemas aún. De hecho, en la actualidad, la homosexualidad sigue siendo perseguida en cerca de 70 países. Tal y cómo se indica en el último fotograma de la película, “las cosas están cambiando, pero no han cambiado todavía”.

El papel de la Iglesia

Algo que sorprendió a muchos de los espectadores de esta película fue el papel de la Iglesia. El MHAR que se ve en el largometraje está compuesto de miembros de la Juventud Obrera Cristiana. Por aquel entonces, este movimiento contaba con el beneplácito episcopal e incluso tenían las llaves del Palacio Arzobispal de Sevilla, donde podían montar sus reuniones reivindicativas.

La generación Z ha crecido escuchando que la Iglesia no está a favor de los homosexuales y, a pesar de que el Papa Francisco ha llegado a decir que “ser homosexual no es un delito”, la realidad es que la Iglesia y el colectivo LGTB se sigue mirando a los ojos desde la lejanía.

Sentirse creyente con ser del colectivo no es algo incompatible pero, por desgracia, sigue habiendo ciertas reservas en este ámbito. Quizá es ésta una de las premisas que más encandiló al público: el hecho de que ser homosexual tuvo en algún momento el visto bueno de la Iglesia. Es por ello que en estas fechas tan señaladas en el calendario, volver a ver Te estoy amando locamente es un plan perfecto. 

Una lucha transversal

Uno de los puntos que conectó enormemente con el público Z fue que las reivindicaciones del MHAR no se limitaban tan solo a la liberación sexual, sino que también van de la mano con la lucha obrera y la feminista. 

Hay que tener en cuenta que sindicatos como Comisiones Obreras mostraron su apoyo a MHAR, cediendo también su local en la calle Calatrava en Sevilla para que se organizaran las reuniones necesarias. 

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Era una época convulsa, en la que los colectivos que estaban por debajo en la escala social -como las mujeres, la clase obrera y las personas LGTBI- se dieron la mano para luchar por sus derechos y reivindicar que no merecían ser menos que nadie. 

Esta lucha es algo fácilmente identificable en la generación Z, no tanto por los motivos de reivindicación, sino por la capacidad de alzar la voz ante cualquier injusticia que se vea e intentar el cambio. No hay más que entrar en internet y ver la implicación en las redes sociales de los jóvenes cuando salta alguna polémica en la que se ven trazas de machismo u homofobia.

El humor y la música, elementos identificativos

Alejandro Marín ha adornado este drama con toques de humor, sobre todo con la forma de ser de personajes como Dani (La Dani), cuya espontaneidad aporta un toque de frescura necesario. 

Una de las mejores decisiones del director es convertir a los personajes en sujetos de esperanza. Hubiera sido más fácil mostrar a los protagonistas como víctimas, porque el drama así lo propiciaba. Sin embargo, se les da la vuelta y los muestra como seres empoderados, cuyas dificultades no evitan que saquen el hacha de guerra para batallar contra las injusticias.

Además, las canciones son también parte esencial del film. De hecho, el propio título de la película ya hace referencia al hit de Las Grecas, que incluso las juventudes de hoy en día han escuchado en algún momento de su vida.

Aunque para Z, el tema principal: Yo solo quiero amor, interpretado por Rigoberta Bandini. Pocas artistas son más seguidas por esta generación que la cantante catalana, por sus valores y sus canciones poco comunes. Por no hablar del himno que creó para el Benidorm Fest y que se ha vuelto un canto a la libertad y al feminismo, Mamá.

“Tengo ganas de no explicar por qué / Yo te quiero querer sin miedo a que puedan volver / Tengo ganas de saltar a tus pies, levantar el parquet / Contarle a Dios, quién quiero ser”, reza el estribillo del tema principal. Porque hoy en día, ya no debería ser necesario explicar los motivos de ser como somos, cada uno debería ser libre para amar locamente a quién quiera.