/ Viral

Aitana durante su visita en El Hormiguero. Fuente: Antena 3
Aitana durante su visita en El Hormiguero. Fuente: Antena 3

Aitana, la última víctima del stalking

“Pero Aitana, para que no te persigan tendrás que confirmar o desmentir”. Esta frase está poniendo patas arriba a la prensa y una vez más se debate los límites entre información e interés del público. Los datos personales revelados por algunos medios y su difusión por las redes sociales han favorecido el stalking a famosos, una práctica ilegal que no es nueva, pero llega a unas dimensiones inéditas.

Andrea García

Aitana Ocaña tiene miedo. Esta frase podría estar en boca de cualquier mujer, pero ahora le ha tocado a ellauna chica que quería cantar y quedó finalista en un concurso de audiencia masiva. Cualquier persona puede tener miedo; pero a diferencia de Ocaña, lo normal es no recorrer el camino inescrutable de la fama, una mala amante, como opina Rosalía. Cuando hablamos de esto, se discute a la celebridad como una elección, una decisión tomada y pensada encarecidamente. Dicho esto, parece que los famosos no merecen el mismo respeto que cualquier otro ciudadano y más cuando lo piden, o al menos eso percibe la gente. Pero debemos recordar que todos somos iguales ante la ley.

Son muchas las mujeres célebres que han denunciado que sufrían acoso durante los últimos años. Aitana hoy es la última, pero también lo fueron Paula Bonet, Rocío Osorno, Aida Domenech (Dulceida) o Laura Escanes, quien asegura que la han perseguido en su día a día, personas desconocidas o paparazzis, y ha sido víctima del acoso mediático tras su ruptura. En una visita a La Resistencia tuvo la oportunidad de debatir con Broncano la situación que les ha tocado vivir como personas públicas, un día después de las declaraciones de la cantante. En el programa cuenta que se fue a ver un piso y, poco tiempo después había un artículo sobre su posible nueva residencia, algo que ni siquiera estaba confirmado. Un gran error habitual de los medios, por querer ser los primeros o suponer demasiado nos arriesgamos a convertir la noticia en desinformación.

Incluso los espacios del corazón de algunos periódicos de tirada nacional han publicado información e imágenes que podrían desvelar el posible domicilio de la cantante. Twitter se ha llenado de comentarios que denuncian la irresponsabilidad periodística y la violación del derecho a la intimidad en casos como el que nos ocupa. Desgraciadamente, estas publicaciones contribuyen a que se viralice una residencia privada, porque en el caso de Aitana, ya ha dejado de serlo. 

El machismo, quid de la cuestión

Las mujeres son una diana mediática cuando rompen con su pareja. No pasa lo mismo con el otro miembro de la relación, que normalmente es un hombre cuya vida también es pública. Las mujeres son quienes sufren el verdadero escrutinio. Muchos de los derechos de las mujeres son vulnerados cuando se trata de su vida privada; la clemencia a los medios se convierte en un torbellino que tiene como resultado un periodismo declarativo vacío y sin ánimo de concienciar. Todos sabemos que pasar el duelo del fin de una relación es duro, pero más aún cuando no puedes hacerlo en paz. Aún no se ha confirmado este hecho, ¿pero acaso Aitana debería hacerlo?

Twitter arde estos días contra los periodistas que no establecen límites entre promocionar una serie y la vida privada de los artistas, o establecen comparaciones con el nivel de «resistencia» de otros rostros conocidos. Algunos han comparado este momento personal de Aitana con la ruptura entre Shakira y Gerard Piqué; que obligó a la cantante colombiana a contratar seguridad durante dos meses.

¿Interés público o interés del público?

Este pequeño trabalenguas crea confusión y alguna vez que otra ha servido de excusa a la prensa rosa. Es interés público cualquier situación que nos afecta como ciudadanos, ya que tenemos derecho a la información, pero no a la información privada —la vida de los famosos—. Esto último es a lo que se refiere el interés del público, por ejemplo, a difundir información privada sobre las relaciones afectivas de una persona; cotilleo sin ningún tipo de relevancia informativa. En resumidas cuentas, si alguien quiere publicar una información que no es de interés público pero sí del público, puede enfrentarse a medidas legales.

Todos tenemos derecho a la privacidad. Lo dice La Ley Orgánica de Protección de Datos y Garantía de Derechos Digitales, que tiene como fin proteger la intimidad; este código se vulnera si se difunden datos personales en formato de texto, imagen o audio que permita identificar a una persona sin su consentimiento. Las infracciones pueden ser muy graves, graves o leves y conllevan multas que oscilan entre los 40.000 y 600.000 euros. Para algunos, estas penas no son lo suficientemente disuasorias y prefieren aparcar la autocrítica y la empatía para favorecer intereses económicos, políticos y/o laborales. Ana Bernal-Triviño, experta en violencia de género y colaboradora de Público también se vio envuelta en un caso de acoso en redes que tenía que ver con su persona. Contaba que pagó muy caro la primera edición como experta en el caso de Rocío Carrasco en televisión y se baja del carro para la segunda temporada, alegando a que la prensa del corazón no es su especialidad. Mostró su caso en las redes; este tuit se publicó tras la salida del último episodio de Rocío, contar la verdad para seguir viva, el año pasado.

El Stalking, un delito tipificado

El artículo 172 ter. del Código Penal nos enseña las claves del delito de acoso, que lleva a condenas de prisión de tres meses a dos años o multa de seis a veinticuatro meses, cuando el quebrantamiento de la ley es insistente e implica lo siguiente para la víctima:

  1. La vigile, la persiga o busque su cercanía física.
  2. Establezca o intente establecer contacto con ella a través de cualquier medio de comunicación, o por medio de terceras personas
  3. Mediante el uso indebido de sus datos personales, adquiera productos o mercancías, o contrate servicios, o haga que terceras personas se pongan en contacto con ella.
  4. Atente contra su libertad o contra su patrimonio, o contra la libertad o patrimonio de otra persona próxima a ella.

Esto recuerda al caso de la actriz Candela Peña, quien recibió amenazas graves de muerte junto a su hijo de 10 años. La actriz puso a disposición del juez más de 40 páginas con capturas de pantalla de publicaciones de acoso recibidas en su cuenta de Instagram, denunció y una mujer de 22 años fue detenida. Este es un caso más de cómo una persona pública tiene que lidiar con amenazas que afectan a su bienestar físico y psicológico. El acoso se apodera de la vida de la persona afectada y todo se paraliza. Aquí no sirve lo de dejar los problemas del trabajo en la oficina.

El sensacionalismo popularizado en la prensa rosa parece deslizarse a otras secciones informativas. El morbo de conocer los entresijos de la vida privada de los demás —sin consentimiento—, crear historias o suposiciones son malas prácticas que vulneran los derechos de las personas (famosas o no).