Un arlequín multicolor que corre por las abarrotadas calles de Tarazona sorteando tomatazos hasta que alcanza la plaza de España y es subido a hombros a una escultura erigida en su honor. Este arlequín de atuendo verde, amarillo y rojo es el Cipotegato, el protagonista absoluto de la fiesta que todos los 27 de agosto se celebra en la localidad aragonesa de Tarazona. Nos vestimos de fiesta mayor, hacemos acopio de tomates y nos dirigimos a la provincia de Zaragoza para celebrar uno de los eventos más curiosos del calendario estival.
Cipotegato: origen e historia
Hay tradiciones españolas más o menos bizarras, pero lo del Cipotegato tiene un lugar de honor en nuestras leyendas más singulares. Porque los propios turiasonenses no se ponen de acuerdo a la hora de explicar el origen de esta fiesta. Acudimos al historiador Javier Bona López, autoridad en la materia, para ilustrar la historia de este escurridizo arlequín.
Bona señala que no existen datos documentales que justifiquen las dos primeras leyendas que se asocian al Cipotegato. Por un lado, la que señala que fue un bufón de la corte aragonesa el primero en taparse con una máscara tras recibir un tomatazo. Y, por otro, la más controvertida, la que indica que todos los años se le daba la oportunidad a un preso de ser liberado a cambio de sufrir la humillación del lanzamiento de las hortalizas sobrantes del mercado.
Bona señaló en su conferencia de 2009 en el Casino de la Amistad en Tarazona titulada «300 años de Cipotegatos» que no existen pruebas documentales de que fuese un reo al que humillar, al que le lanzaran tomates o incluso se le lapidase.
Pero sí que admite que el Cipotegato puede proceder de un personaje más antiguo, quizás medieval, llamado “Mojigón”, “Mojigato” o “Carigato” que habría existido en otras ciudades como Madrid y que fue adaptado para formar parte de la procesión del Corpus, “cumpliendo su labor de «escorrer» a los niños para que no entorpeciesen los oficios religiosos de esa procesión”.
La primera referencia al Cipotegato es de 1706 en el archivo capitular de la catedral de Tarazona, donde aparece un personaje que persigue a los niños llamado “Pellexo de Gato”. A partir de entonces, la suerte de la figura del Cipotegato es cambiante, ganando fuerza hasta convertirse en una suerte personificación del diablo al que había que temer, para después ser denostado —“eres más tonto que el Cipotegato”— y, finalmente, ser prohibido.
Ya en el siglo XX, el Cipotegato vuelve a estar integrado en las fiestas turiasonenses despejando el camino de las procesiones, con un carácter similar a las comparsas de Gigantes y Cabezudos. Sigue persiguiendo a los niños, pero en ningún caso a los adultos.
Cuentan que, en 1974, los tomates que debían ir dirigidos al Cipotegato, cambiaron de destinatarios, arrojándose a la Policia Local, al alcalde y a la reina de aquellas fiestas, tomando un claro carácter político.
Fue definitivamente en 1985 cuando “nace un nuevo Cipotegato” según Bona. Aquel personaje mal visto y al que pagaban “cuatro perras” se transforma en un honor presentándose más de un centenar de voluntarios que se sienten orgullosos de ser el Cipotegato, el máximo exponente de una fiesta que ahora lleva su nombre.
El Cipotegato, la fiesta de Tarazona
Más de 300 años después de su primera referencia documental y más que probablemente mucho tiempo más desde su primitivo origen, el Cipotegato es ya una tradición consumada en Tarazona, adaptada, eso sí, a los nuevos tiempos.
Actualmente, el Cipotegato sale cada año desde la puerta del Ayuntamiento tras las campanadas de las 12.00 horas del 27 de agosto, escuchando a una multitud que se agolpa en la plaza de España, antigua plaza del Mercado, allá donde se vendían las hortalizas que, presuntamente, lanzaban al Cipotegato en aquellos primeros tiempos.
Aquí se encuentra la impresionante fachada renacentista del Ayuntamiento con su estructura tipo lonja, como mirador de bueyes y graneros, y su decorativista galería obra de Fernando Chueca en 1969. Esta fachada se cubre de plásticos durante la fiesta, no vaya a ser que ocurra como en 1974…
El que no se cubre de plásticos es el Cipotegato, que aparece con su ya clásica vestimenta de traje de pantalón y chaqueta de 3 colores, amarillo, rojo y verde, estructurado en patrones de rombos lo que le da ese aspecto de arlequín. Dicen que el traje está acolchado para protegerle de los tomatazos… que el Cipotegato recibe con orgullo mientras comienza su ruta por la ciudad, acompañado de cuadrillas y amigos en una ruta siempre diferente que marca el propio Cipotegato. Así que los turiasonenses nunca saben por dónde parapetarse para acribillar al arlequín.
Al volver a la plaza de nuevo, el Cipotegato debe subir a la estatúa creada en su honor, ya sin recibir tomatazos, como gran héroe de la fiesta, vitoreado por todos los asistentes. Finalmente llega la denominada “bajada de la plaza” en la que los asistentes bajan por la calle Marrodán, una de las más célebres de la localidad, mientras desde las ventanas se arroja agua para borrar la huella de los tomates.
La primera mujer Cipotegato
El Ayuntamiento de Tarazona ya ha celebrado el sorteo para elegir al Cipotegato de… ¡2023! Con un año de antelación, 109 personas se han presentado al sorteo del que ha salido un ganador, todavía anónimo, que será el suplente del Cipotegato de 2022. Lo que sí ha desvelado el Ayuntamiento es que se han presentado 12 candidatas, lo que supone un nuevo récord.
Y es que la historia moderna del Cipotegato vivió uno de sus momentos más recordados cuando la joven Loreto Velilla de 18 años fue la primera mujer en encarnar la figura del arlequín, después de que el elegido decidiera cederlo su puesto: fue la histórica edición de 1993.
No sería hasta 18 años después cuando otra mujer interpretó al héroe de las fiestas Tarazona, en honor a su padre, que durante 20 años se puso el traje arlequinado cuando nadie quería, a cambio de un par de zapatillas y un abono para los toros. Y es que como dice el lema de las fiestas: “Cipote, Cipote es cojonudo, como el Cipote no hay ninguno”… independientemente de quién esté detrás del traje arlequinado.
