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El caso Marta se atasca sin esclarecer el crimen

La falta de resultados en la búsqueda del cuerpo y las contradicciones de los acusados siembran de dudas la investigación. La asfixiante presión social sitúa en el punto de mira la labor de la Policía

ÁNGEL MUNÁRRIZ

La investigación de la muerte de la joven sevillana Marta del Castillo ha entrado en un círculo vicioso que será difícil romper si no se obtienen resultados y nuevas pruebas concluyentes, tal y como coinciden varias fuentes de la investigación. La búsqueda del cuerpo en el vertedero de Alcalá de Guadaíra (Sevilla) se desarrolla ya 'con nula ilusión', según fuentes policiales.

Pese a que ni el juez ni la Policía le dan excesiva credibilidad, todos trabajan sobre la tesis de que sea cierta, al menos parcialmente, la última versión del principal inculpado, Miguel Carcaño, de 20 años. Es decir, que el 24 de enero él mismo y El Cuco, de 15 años, violaron y asfixiaron a Marta antes de arrojarla a un contenedor próximo al piso de León XIII donde ocurrió el crimen.

Dos meses después de las primeras detenciones, no hay un relato cerrado. Con Miguel y el resto de implicados enrocados en versiones contradictorias y con lagunas, sin cadáver ni arma homicida, la investigación es 'como un tapón viciado', según el símil de un policía. 'Cuando parece que está prieto, se pasa de rosca y queda flojo otra vez', describe.

Varios penalistas consultados por Público coinciden en que lo más probable es que los acusados elaboren estrategias que dificulten aún más el esclarecimiento de los hechos. Aunque la Fiscalía insiste en que hay pruebas suficientes, numerosas voces han advertido de que sin cuerpo ni arma es imposible condenar por asesinato.

La Policía creyó tenerlo todo atado cuando convocó a la prensa el 20 de febrero y le ofreció una versión 'constatada' basada en 'pruebas irrefutables'. Según la misma, Miguel mató a Marta con un cenicero, y El Cuco y Samuel Benítez, de 19 años, lo ayudaron a deshacerse del cuerpo tirándolo al río Guadalquivir tras llevarlo en un coche. Todo ello mientras Javier Delgado, hermano de Miguel, limpiaba las huellas en la casa. Tras un mes de rastreo en el río, el cambio de parecer de Miguel hizo tambalearse esta versión aún no descartada y sacó del relato el cenicero, el coche y el río. Desde hace casi un mes se busca el cadáver en el vertedero, sin el menor éxito. No hay fecha para que cese la búsqueda.

Todas las fuentes coinciden en que la Policía se dejó llevar por la presión y actuó con precipitación. Los agentes del caso están 'dolidos en su orgullo', según fuentes policiales. Y lo que más les escuece es escuchar un comentario hiriente que circula por Sevilla desde hace semanas: 'Tres niñatos se están riendo de toda la Policía'. También hay cierto malestar por la forma del juez, Francisco Molina, de llevar el caso. 'Lo controla todo él y no quiere que se abran nuevas vías', afirma un agente.

A todo esto se suma un clima de asfixiante presión social, que se está calentando aún más con el escrutinio político del PP, resuelto a poner en aprietos al Gobierno. Javier Arenas ya ha hablado de una futura 'exigencia de responsabilidades'. Y Mariano Rajoy se ha sumado a las voces que cuestionan la labor policial: 'No es normal que no sepan lo que está pasando'.

Si el tema adquiere mayor dimensión política, el juez tendrá aún más difícil lograr que baje la atención hacia un caso que no cesa de ofrecer novedades sensacionales: el cambio de versión y de lugar de búsqueda, el supuesto intento de suicidio de Miguel, la renuncia de sus dos abogados, las explosivas declaraciones del padre de Marta... El juez Francisco Serrano cree que se ha cometido el mismo error que con el caso Mari Luz, 'convertirlo en un reality show'. 'Es lo que menos necesita gente como Miguel o Santiago del Valle, con neurosis narcisista', dice.

El juez Molina está obsesionado con la discreción. Harto de que los medios retransmitan al minuto cada novedad, ha pedido a todas las partes del proceso que no filtren nada a la prensa. Hay voces que denuncian incluso que los medios han contribuido a envenenar el caso, condicionando las maniobras de los implicados.

El Cuco, de hecho, justificó su confesión inicial diciendo que repitió lo que vio en televisión. En cuanto a Miguel, sigue los medios desde la cárcel, sabe lo que se dice de él y le gusta ser el centro de atención, según fuentes del caso. 'La televisión le puede influir. Hace cosas incomprensibles, como inculparse de violación. Parece hecho para llamar la atención', opina una abogada penalista.

 

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