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Messi hace lo que quiere

Asistido por un gran Bojan, la estrella azulgrana ajustició a un Tenerife que duró media hora

ALFREDO VARONA

Si hay que pisar cristales, que sean de Bohemia. Lo canta Sabina y Alfaro, desde este domingo por la noche, sabe que se puede hacer. Otra cosa es que los cristales se rompan. A los doce minutos, Alfaro ya había tenido tres ocasiones para destrozar a esa defensa del Barcelona que lo ha ganado todo. Y, sobre todo, en las dos primeras no hubiera soñado con un escenario más limpio. Pero la pelota se negó a enamorarse de él. O quizá fue Alfaro el que la llenó de vinagre al confundir el cuerpo de Valdés con un trozo de cristal.

A Messi, sin embargo, no le pasó. Messi sería la princesa en la letra de Sabina o, si les parece, su última Virgen de la Amargura. A la media hora, apenas había tratado con la pelota, todo lo contrario que Alfaro. Pero en el primer balón que en el área se descubrió la diferencia. Alfaro había sido la espuma. Messi fue la cobra. A la primera, curó la cicatriz y anuló los sueños de grandeza que hasta entonces idealizaba el Tenerife. Su fútbol llevaba un trazo rápido y convincente. Los pases de Kome desde la derecha llenaron a Márquez de puñaladas, pero no existió el gol que justificase tanta pasión. Al final, quedó lo peor, la mujer que se niega a ir de tu mano. Y el que mejor lo sabe es Alfaro, que lo vio tan fácil que, a un centímetro del paraíso, no diferenció lo posible de lo imposible. Queda la enseñanza para la próxima vez.

El Barcelona toleró la poesía del Tenerife sin malos modos. Más allá de los gritos de Valdés pidiendo concentración a sus defensas, allí no hubo un solo peón que se desencajase. Son las cosas de hacerse mayor, la verdad que sujeta Messi. Esta vez no fue el mejor. El mejor fue Bojan, que arrancó y terminó dos jugadas maravillosas en el primer y el tercer gol. En ambas veces, dejó sin pintura a la cintura de Juanlu. Bojan llegó hasta la línea de fondo y lo hizo con tanta autoridad que eligió el último pase. A falta de Ibrahimovic, apareció Messi, a un solo toque para la machacada. También lo hizo Puyol en el segundo gol. Entonces no existió un solo defensa del Tenerife que le complicase la vida. Eran las huellas del lógico desamor: tanto atrevimiento para nada.

El partido murió en diez minutos. En cuanto el Barça pasó la factura, volvió a ser lunes para el Tenerife. Kome perdió motivación para hacer carreras por la derecha y Alfaro, directamente, prefirió que le tragase la tierra: ya no le quedaron ganas para declarar al mundo su rebeldía, porque los cristales que se podían pisar ya no eran de Bohemia. La distancia era tan amplia que ya no había desafíos que romper ni canciones que escuchar.

La segunda parte quedó sin aire, llena de desánimo. El Tenerife ya no tenía fuerza para levantar la voz. La pelea se llenó de bondad. Ni siquiera hubo tarjetas. Tampoco el Barcelona sintió necesidad de gobernar ese escenario. Pero en la desidia se volvió a fotografiar una maravilla de Messi en el cuarto gol, que no hace más que certificar la facilidad con la que este hombre ve la portería. Soltó entonces una magnífica vaselina desde uno de los costados y dio toda la pinta de que era lo que quería hacer: el balón fue a la misma escuadra. La ovación fue inevitable.

La grada olvidó todo lo agridulce, porque, en realidad, Messi justifica todo. Y para terminar apareció Pedro, cuya presencia estaba por encima de lo que pudiese hacer en el césped. La gente lo quería ver allí, porque Pedro es uno de los suyos, hasta cuando les hace un gol, el quinto, que naturalmente no celebró. Ni él ni sus padres. Pero volvió a ser otra demostración de la que Alfaro pudo tomar nota. A los futbolistas no les titula la pasión en el área. Con un solo mimo es suficiente, y el de Pedro lo fue, uno más de los cristales de bohemia que canta Sabina.

Tenerife (0): Aragoneses; Juanlu (Culebras m. 46), Luna, Sicilia, Bellvis; Kome (Ángel m. 85), Mikel Alonso, Ricardo, Ayoze (Dinei m. 68); Alfaro y Nino.

Barcelona (5): Valdés; Dani Alvés, Marquez, Puyol (Milito m. 84), Maxwell; Busquets, Xavi, Iniesta (Pedro m. 77); Messi, Bojan y Henry.

Goles: 0-1 (m. 35), Messi, tras una magnífica jugada de Bojan en la que regatea a Juanlu y llega a la línea de fondo. 0-2 (m. 43), Puyol, totalmente solo, tras saque de falta de Messi. 0-3 (m. 45), Messi, solo tras jugada de Bojan por la izquierda. 0-4 (m. 75), Messi, de pefecta vaselina con la zurda. 0-5 (m. 85), Pedro resuelve con suma habilidad en el área.

Árbitro: Pérez Lasa. Amonestó a Márquez, Luna, Puyol, Kome.

Heliodoro Rodríguez López: 20.000 espectadores.

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