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Crimen interruptus entre lápidas

Dos empleados de funeraria contratan a un sicario para matar al amante de ella y al suegro de él

Ó. L. F.

A sus 64 años de edad, Mariano no salía de su asombro. A Suso, el marido de su hija, siempre le había querido como si fuera su propio hijo. Y, sin embargo, la Policía le acababa de comunicar que su yerno estaba detenido, precisamente, por contratar a un sicario para que acabase con su vida. Importante empresario madrileño, Mariano había colocado a su querido Suso en una de las empresas de las que era accionista, en las oficinas de la Funeraria Servisa, en Torrejón de Ardoz (Madrid). Este favor fue, precisamente, el origen de los planes para su asesinato. Pero los agentes del Grupo I de la Brigada de Policía Judicial de la Comisaría de Alcalá de Henares (Madrid) lo acabaron frustrando.

Allí, entre muestrarios de lápidas y de recordatorios fúnebres, Jesús M. P. P., Suso, de 31 años de edad, había entablado una relación sentimental con otra de las empleadas de la funeraria, Ana Belén E. G.,de 36 años. Una relación sazonada con encuentros furtivos en los que ambos acabaron fantaseando con lo que podrían hacer si la mujer de él heredaba parte de la ingente fortuna que suponían que poseía el empresario.

De los planes pasaron a la acción, y Ana Belén, según los datos facilitados a Público por fuentes cercanas a la investigación, entabló contacto con un portero habitual de los locales nocturnos de Alcalá de Henares al que le gustaba fanfarronear de que no le temblaba el pulso con una pistola en la mano.

Entre copas, Ana Belén ofreció al portero un negocio: 8.000 euros si acababa con Mariano y con una segunda persona, José Antonio P. J., otro empleado de la funeraria, que mantenía también una relación sentimental con ella y del que se había cansado.

El primer homicidio tenía que ser el de este último. Ana Belén le dio una fotografía de José Antonio y le indicó el lugar ideal para matarlo: el aparcamiento de la propia funeraria. Para el segundo, el del empresario, le facilitó otra foto reciente en la que aparecía la futura víctima en una comida familiar. También le proporcionó la dirección del piso donde vivía en Pozuelo de Alarcón y la llave del mismo.

Como anticipo, Ana Belén y el confidente convinieron una primera entrega de 3.000 euros. Para ello, Suso acudió a su entidad bancaria y extrajo el dinero en metálico de su cuenta corriente. El dinero, aún en el mismo sobre donde el empleado de la sucursal se lo había entregado, pasó a las manos de Ana Belén. Y la mujer se lo dio al que debía ser el asesino.

El compromiso de los amantes era entregar otros 1.000 euros cuando cometiera el primer crimen. Y los 4.000 euros restantes, hasta completar la cantidad pactada, cuando asesinaran a Mariano. Lo que no sospechaban es que el supuesto sicario era en realidad un viejo colaborador de la Policía y que, en cuanto le ofrecieron asesinar a dos personas, ya se había puesto en contacto con los agentes.

La primera en caer fue Ana Belén. El sobre con el dinero llevó al día siguiente a Suso, el yerno al que el acaudalado Mariano consideraba como su hijo y que, sin embargo, había planeado su muerte en la misma funeraria donde lo había colocado.

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