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Cuando el secuestrador es papá

Asuntos Exteriores tramita 85 casos de sustracción internacional de menores. Una ONG asegura que en los últimos 12 años ha recibido más de 400 denuncias

OSCAR LÓPEZ-FONSECA

Hay personas que van a por tabaco y no vuelven. Otras dicen que se llevan al niño al cine y se largan con el crío a cientos de kilómetros de distancia durante años cuando no para siempre. Los casos de sustracción internacional de menores por parte de uno de sus progenitores son mucho más comunes de lo que mucha gente cree, convencidos equivocadamente de que, tras el libro de la estadounidense Betty Mahmoody No sin mi hija y su secuela cinematográfica, eso no podía volver a pasar y mucho menos en España.

Sin embargo, los datos que maneja el Ministerio de Asuntos Exteriores y las ONG que colaboran en la localización de estos críos secuestrados por papá o mamá revelan que es un tipo de delito en alza. El departamento de Miguel Ángel Moratinos tramita en estos momentos 85 de estos casos. La Fundación Child Care asegura que, desde que se creó, en 1997, ha recibido más de 400 denuncias, 32 de ellas en lo que va de 2009. El Código Penal castiga desde 2002 estos secuestros con penas de dos a cuatro años de cárcel. ¿Poco? Antes ni siquiera era delito. Simplemente se penaba con una multa.

El caso de Belén Tapia, una profesora de danza zaragozana, supera de largo lo vivido por Betty Mahmoody. Esta mujer lleva más de doce años buscando a su hija Dounia, que desapareció cuando aún no había cumplido los tres años de la mano de su padre, Abdelilah Chahidi. Todo apunta a que la que hoy será una adolescente vive en Marruecos, pero Belén no ha vuelto a verla. Para añadir más dramatismo al caso, el padre de Dounia llegó a pedirle poco después de llevarse a la cría un rescate de 10 millones de las antiguas pesetas por devolverla sana y salva. En otra ocasión, envió a la madre un supuesto certificado de defunción de la pequeña acompañado de una manta con manchas de sangre que, efectivamente, era de Dounia. Pese a todo, Belén cree que su hija está viva y no arroja la toalla. Su foto y la de su papá-secuestrador siguen colgadas en Internet en busca de una pista.

Una ONG asegura que en los últimos 12 años ha recibido más de 400 denuncias

En la misma página web donde se recoge el caso de Dounia se encuentran las fotografías de una veintena de críos que también han sido secuestrados por alguno de sus progenitores. Niños pequeños. Algunos, bebés. Grupos de hasta tres hermanos. Casos con más de un lustro. De vez en cuando, estas búsquedas tienen final feliz. Las menos. Una de cada diez. Y ello a pesar de que el 80% de los menores están localizados. Problemas judiciales entre países impiden ponerles el colorín colorado a todas. Sin embargo, el pasado marzo dos casos lograron superar todas las trabas.

Uno de ellos es el de Leticia Moracho, una madrileña que regresó a España con Sara, su hija de 11 años, secuestrada por su padre en Irak durante dos años y medio. Más tremenda es la historia de otra pequeña también llamada Sara. Ésta desapareció cuando tenía tres años de su domicilio familiar, en Ávila, de la mano de su padre, que dijo que se la llevaba al cine. Cuando la niña fue localizada en México era ya una adolescente de catorce años. Habían pasado once años. El padre, posiblemente, únicamente podrá ser sancionado con una simple multa. Ni que hubiera ido sólo a por tabaco.

 

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