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El desafío del ‘increíble Randi’

Un mago escéptico retó a videntes y curanderos a probar sus teorías por un millón de dólares. Diez años después, nadie lo ha logrado

JOSÉ MARÍA MATEOS

Puede ver el futuro en su bola de cristal? ¿Realizar complicadas operaciones quirúrgicas empleando tan sólo sus manos? ¿Sorprende a propios y extraños doblando cucharas con tan sólo el poder de su mente? Felicidades, es usted un ser humano con capacidades excepcionales. Y, sólo por ello, la Fundación Educativa James Randi tiene un millón de dólares para usted. Lo único que tiene que hacer es demostrar que puede hacer todo aquello que afirma.

James Randi (Randall James Hamilton Zwinge, Toronto, 1928), más conocido en el ámbito profesional como El increíble Randi, es un mago ya retirado, y ampliamente conocido en círculos escépticos por su empeño en desenmascarar a charlatanes disfrazados de mentalistas, videntes, curanderos y demás parafernalia pseudocientífica. Durante un debate en un programa de radio en 1964, un parapsicólogo le retó a apostar su propio dinero si tan seguro estaba de lo que decía. En aquel instante, el prestidigitador ofreció 1.000 dólares de su propio bolsillo a cualquiera que pudiese demostrarle empíricamente y con total fiabilidad la existencia de un poder sobrenatural. El Desafío paranormal del millón de dólares se lanzó oficialmente ahora hace casi diez años, el 6 de marzo de 1998. La cifra se alcanzó principalmente gracias a donaciones de escépticos de todo el mundo.

El procedimiento para presentarse es sencillo: mediante una notificación a la fundación, se informa de las habilidades poseídas y se establece un protocolo a acordar por ambas partes que establezca de forma clara y perfectamente definida cuándo se puede dar la prueba por concluida, qué objetivos hay que alcanzar, los materiales a utilizar durante el proceso y la ubicación espacial y temporal del test.

Afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias, dijo David Hume; pruebas que, como cabría esperar, no han llegado. Desde su comienzo, el desafío ha sido una evidencia palpable de que, bajo estrictas condiciones de observación y control, cualquier supuesta habilidad sobrenatural se convierte en lo que cabría sospechar que es: un fraude.
A los examinadores les han llegado todo tipo de solicitudes para pasar el reto: rusos con telequinesia, estudiantes californianos capaces de regular las farolas a voluntad con su presencia, zahoríes feng shui, viajeros astrales y cualquier combinación imaginable de contactados por los alienígenas, futurólogos e iluminados en general. Ninguno de los candidatos (hasta la fecha, más de mil) ha pasado siquiera los tests preliminares. Efectivamente, no hay que ser adivino para saber dónde sigue el dinero: cómodamente guardado en el banco.

Autoengaño

Como explica el propio Randi en un artículo en Skeptical Inquirer titulado Fakers and Innocents (farsantes e inocentes), una amplia mayoría de todos los candidatos es, de ahí el título del artículo, inocente, en el sentido en que no se ha parado a pensar siquiera que puedan estar engañando con sus afirmaciones. Es muy difícil no sentir ni un poco de compasión por ellos, dice Randi. El resto de ellos, los farsantes, se despachan rápido.

En enero de 2007, el reto sufrió su primer cambio en las normas por las que se rige. Dada la cantidad de tiempo y esfuerzo que tiene que dedicar la pequeña plantilla de la fundación a tratar con gente que parece obvio que no tiene la más mínima posibilidad de someterse a las pruebas, se estableció la restricción de que cualquiera que desease enviar el formulario de contacto debería acreditar, al menos, un cierto perfil mediático: una noticia en algún periódico, una entrevista en televisión o una mención en un libro. Además, necesariamente tendrá que ir respaldado por algún miembro de la comunidad académica.

El segundo cambio fundamental llegó a principios de este año. A pesar de que, durante años, el millón de dólares ha permanecido impasible ante cualquier intento por llegar a alcanzarlo y ha servido para desenmascarar a más de un farsante, no ha surtido el efecto deseado. El verdadero objetivo del desafío son los peces gordos del mundo de lo paranormal, como Uri Geller, que ha rechazado en más de una ocasión ser sometido a ningún tipo de prueba.

“Cambiamos de idea sobre el reto”, comenta Randi a Público, “porque no ha tenido el efecto de atraer a los psíquicos importantes”. Ante la negativa de aquéllos que más tienen que ganar con la credulidad del público, la fundación anunció en su boletín de noticias de enero que el 6 de marzo de 2010, doce años después de su estreno oficial, el reto cerrará sus puertas definitivamente, y el dinero se empleará “de forma más productiva”, según el comunicado. No será, sin embargo, el fin de este tipo de actividades: asociaciones de escépticos locales a lo largo y ancho del planeta plantean iniciativas similares, con recompensas que van desde los 1.000 dólares hasta los varios cientos de miles. Sí será el adiós de la que ofrece la cuantía más sustanciosa.

“Hay muchos nombres de origen hispano en la lista de registros pero, hasta la fecha, nadie de nacionalidad española”, afirma Randi. Los videntes que pueblan las televisiones de este país, los mentalistas que aseguran disponer de su cerebro de forma más eficaz que los mortales comunes y toda la parafernalia de brujas y espiritistas patrios tienen ahora una oportunidad de oro para intentar demostrar que no son unos charlatanes. Si se atreven.

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