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'Gran Hermano' para controlar la luz

Doñana instala un dispositivo que medirá el nivel de contaminación lumínica del parque

MARTA DEL AMO

Cuando Galileo Galilei miró al cielo por primera vez a través de un telescopio, en 1609, no pudo imaginar que, cuatro siglos después, echar un vistazo a los astros desde cualquier ciudad sería un reto casi imposible de superar debido a la contaminación lumínica. Este fenómeno 'afecta de forma negativa a numerosas facetas de la vida y no recibe la atención que merece', según opina el astrónomo Jesús Aceituno, del Observatorio de Calar Alto (Almería). Este científico ha diseñado un dispositivo que mide la contaminación lumínica y que acaba de ser estrenado en el Parque Nacional de Doñana.

'Una farola esférica convencional pierde el 50% de su luz en forma de contaminación', dice Aceituno. Esta fracción se dispersa en la atmósfera, lo que supone una pérdida económica y aumenta las emisiones de CO2, al generarse electricidad que no se usa.

Este fenómeno perjudica a la fauna y supone un gasto energético

El dispositivo de Aceituno consiste en una cámara fotográfica de alta sensibilidad. ASTMON (del inglés all sky transmission monitor) utiliza tres filtros de colores diferentes para poder detectar las diversas fuentes de luz. 'Además, su objetivo de ojo de pez permite captar toda la superficie del cielo que hay sobre Doñana', explica. El proyecto consiste en 'medir y hacer un seguimiento de la calidad del cielo nocturno del parque', comenta el vicedirector de la Estación Biológica de Doñana, Juan José Negro. 'Gracias a ASTMON podremos identificar las fuentes de contaminación lumínica y controlar su evolución', agrega.

Para poder hacer un seguimiento efectivo de este fenómeno es necesario cuantificarlo. El dispositivo mide el flujo de fotones del cielo, que representa su brillo superficial. Este dato se aplica a una fórmula con la que se obtiene una magnitud de la contaminación lumínica. El investigador explica que, con esta fórmula, el brillo superficial de un lugar con buena visibilidad nocturna arroja una cifra de 21,7 unidades. En Doñana, ese dato ronda los 21, mientras que una población de 100.000 habitantes, como Santiago de Compostela, tiene una magnitud en torno a 18. Aunque la diferencia no parece significativa, el aumento de cada unidad supone un descenso del brillo superficial de 2,5 puntos. Por lo tanto, una zona con magnitud 18 tiene 6,25 veces más brillo superficial que otra con magnitud 20.

'Tener un buen cielo nocturno debe ser un parámetro de calidad'

La contaminación lumínica no sólo impide ver las estrellas, sino que también 'afecta a los ritmos biológicos de las especies', denuncia Aceituno. 'Las ciudades con mucha contaminación pueden afectar a las rutas migratorias de las aves nocturnas', añade. Por ello, 'tener un buen cielo nocturno debe ser un parámetro de calidad para los espacios naturales', comenta Negro. Según el investigador, 'Doñana aspira a obtener el diploma de la iniciativa Starlight', un reconocimiento internacional que premia a los mejores cielos nocturnos. 'Si verdaderamente hay casos significativos de contaminación lumínica, trataremos de reducirlos y de que no crezcan más, gracias al control de su magnitud y de su evolución', afirma Negro. 'Queremos que esta iniciativa sea un ejemplo para el resto de espacios naturales', agrega.

Lo que pensaría Galileo al mirar un cielo estrellado de hoy en día es un misterio, pero lo que sí creen los científicos es que 'se presta demasiada atención a la naturaleza de día y se olvida la noche', concluye Negro.

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