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Las hormonas cotizan en bolsa

JAVIER YANES

De vez en cuando surgen estudios insólitos que ofrecen un punto de vista diferente de la realidad. No resulta obvio relacionar la actividad de un agente de bolsa con la acción de las hormonas, ni someter los resultados financieros a un análisis bioquímico. Y, sin embargo, ambos campos pueden estar íntimamente relacionados, como demuestra el estudio que los neurofisiólogos británicos Coates y Herbert de la Universidad de Cambridge publican hoy en la revista PNAS.

En colaboración con la Escuela de Negocios Judge de la misma universidad, los científicos convirtieron en su laboratorio la oficina de una empresa de brokers de la City londinense. Allí reclutaron a 17 agentes de bolsa, todos varones de entre 18 y 38 años, y durante ocho días les tomaron dos muestras de saliva, a las 11 de la mañana y a las 4 de la tarde, respectivamente antes y después del periodo en el que manejan el grueso de su trabajo.

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En la toma de cada muestra, los participantes en el estudio registraron su volumen de pérdidas y ganancias, una cifra que aparece reflejada en tiempo real en el sistema informático de gestión de riesgos de la compañía. En esas horas, los brokers desarrollaban su trabajo habitual, ordenando operaciones por valor de hasta 500 millones de libras esterlinas, sentados frente a una pila de pantallas donde desfilaban noticias y cotizaciones.

La intención de los investigadores era comprobar si en este gremio se produce el efecto ganador: los atletas que se preparan para una competición experimentan un aumento en sus niveles de testosterona, la hormona sexual masculina que se elabora en los testículos y, en menor medida, en la glándula suprarrenal. Mientras que el deportista perdedor sufre un bajón endocrino, en el vencedor los niveles se disparan, lo que refuerza sus posibilidades de ganar de nuevo. Si la testosterona sostiene la agresividad y la competitividad, el cortisol, otro esteroide de la corteza renal, ayuda a gestionar las situaciones de estrés y riesgo.

Las predicciones de Coates y Herbert se confirmaron: el nivel matinal de testosterona resultó ser un estupendo índice para predecir la ganancia de un broker en esa jornada, mientras que la subida del cortisol aparecía asociada a las mayores cotas de incertidumbre, tanto en la marcha de los mercados como en el resultado de las operaciones.

Los autores del estudio sugieren que las hormonas pueden, a largo plazo, alterar la capacidad profesional y condicionar los mercados: la testosterona mueve al riesgo y al efecto burbuja, mientras que el cortisol llama a la prudencia y al enfriamiento. Falta saber qué ocurre con las mujeres, pero en este caso los científicos lo tienen más difícil: en la empresa usada como campo de pruebas, sólo cuatro de 260 agentes eran mujeres.

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