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Reclusos sostenibles

La prisión de Mallorca forma a presos como agricultores y recupera especies autóctonas

DAVID BOLLERO

Mateo Garau tiene 42 años y ha pasado seis en el centro penitenciario de Mallorca por un delito de atraco. Aún le quedan cinco años y ocho meses, está a punto de conseguir el tercer grado y lleva dos trabajando en la finca experimental de la cárcel. Se trata de un proyecto que arrancó el actual director del centro, Manuel Avilés, y que se ha convertido en una actividad formativa para los reclusos y, además, sostenible. El huerto de la cárcel recolectó el año pasado 11,5 toneladas de frutas, verduras y hortalizas, todas ellas destinadas a consumo interno del centro, y se ha creado un sistema de autoabastecimiento.

Mateo Garau trabaja en la finca, junto a otros 14 compañeros, ocho horas al día. 'Hacemos de todo; labramos, podamos o producimoscompost', explica el interno, para el que esta actividad ha sido un soplo de aire fresco. 'Estás fuera, al aire libre, no entre los muros, y sobre todo ayuda mucho a apartarte de las drogas y los trapicheos de los módulos', asegura Garau.

El centro se autoabastace con la huerta de los presos

El alma del proyecto es, en gran parte, un payés de 70 años, Bartolomé Soler, más conocido como Tolo, que desde hace 22 años está ligado a proyectos formativos en el centro de Mallorca. Tolo no puede evitar mostrar su satisfacción por el resultado del proyecto, que 'ya ha ayudado a reinsertar a varios reclusos cuando han obtenido la libertad, porque el campo en Baleares, en general, está muy abandonado', indica.

Tolo es, en realidad, sastre de profesión, pero él mismo es un buen ejemplo de reciclaje profesional y afán por emprender: 'Tenía algunas nociones de agricultura y, con los años he ido aprendiendo; si tengo cualquier duda recurro a internet y ahí encuentro la respuesta'. El viejo payés, que cuenta que este año se alcanzarán los 60.000 kilos de producción para cocina, explica orgulloso cómo el centro está a punto de dar salida laboral a reclusos como jornaleros. 'Un agricultor de la zona dice contrata todos los años a 50 jornaleros que tiene que traer de fuera para recolectar sus campos; este año va a hacer la prueba piloto de contratar a cinco de nuestros reclusos para, si funciona, ampliar el número en temporadas venideras'.

'Es otra opción para la reinserción', opina uno de los presidiarios

El director del centro penitenciario, Manuel Avilés, recuerda los orígenes del proyecto de la finca, 'cuando los aledaños de la cárcel eran una pura escombrera'. Fue entonces cuando a Avilés se le ocurrió, en colaboración con IBANAT (Institut Balear de la Natura), rodear el recinto con encinas, pinos y carrasca. El éxito de la experiencia se extendió al huerto de la parte de atrás de la cárcel, con la plantación de cebollas y patatas. El paso del tiempo, el duro trabajo de los reclusos, y el apoyo institucional forma parte del Proyecto Oxígeno de la Fundación Biodiversidad, dirigido a crear espacios de formación relacionados con el medio ambiente en centros penitenciarios y de los Fondos Europeos han derivado finalmente en un aula-taller de 170 metros cuadrados y una parcela de 1,25 hectáreas, donde se plantan todo tipo de frutales (almendros, cerezos, albaricoqueros, melón blanco rallado, manzanos y vides), además de especies autóctonas como el tomate cor de bou, pimiento azul, habas, calabacines blancos o pebre bord (variedad de pimiento local usado como condimento en la sobrasada), entre otros, contribuyendo así a la conservación de la biodiversidad de la región. Además, este año ya se han trasplantado más de 800 pinos y en el semillero-invernadero ya se han utilizado más de 8.300 semillas.

'Es una experiencia que debería estar realizándose en todas las cárceles de España, porque ayuda a que los días se hagan mucho más cortos y, además, sales con bastante experiencia y con otra opción para la reinserción', concluye Garau.

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