Público
Público

"Retirar el desnudo de Brooke Shields es censura"

El artista Thomas Hirschhorn mezcla cuerpos de modelos y restos humanos masacrados en su primera exposición en España

ISABEL REPISO

No hay nada más extraño que salir de casa y tener la sensación de que sigues ahí, delante del sofá, con un cuenco de palomitas sobre la barriga y el mando a distancia en la mano. Y sin embargo esa es la sensación que uno tiene en La Casa Encendida , que mañana inaugura la primera exposición individual de Thomas Hirschhorn en Madrid, The Subjecters. El mundo del artista suizo es de ‘zapping’. En sus obras, los cuerpos magníficos de la publicidad se mezclan con pedazos de carne masacrada, como si la publicidad fuera un atentado y las guerras, un negocio. ¿Es Hirschhorn un iluminado?

Por lo menos es un artista con los pies en la tierra, que está al tanto de la actualidad y que usa las noticias para dar forma a una voz propia. El efecto zapping lo consigue con una infinidad de ‘corta y pega’ en los que mezcla titulares (paradox of plenty, unity and diversity) con imágenes recogidas de los medios de comunicación. El resultado es una escena caótica en la que el espectador recibe más información de la que es capaz de procesar, como si la sociedad de la información fuera un tornado que provoca desorientación. “El acceso a la información violenta es ahora mucho más fácil gracias a Internet y a la televisión. La violencia es algo que ha penetrado mucho en la sociedad. No creo que sea una cuestión de gusto; sino una cuestión de cómo evoluciona la sociedad”, valora.  

En una de las ocho obras que presenta, Black & White Hemisphere, trata la exclusión a partir de una campaña política contra la inmigración que desplegó la extrema derecha en Suiza hace un par de años. Hirschhorn usa los carteles que se desplegaron entonces para componer una alegoría de la dualidad, de las diferencias que nos separan y las convicciones que nos hacen seguir en nuestras trece. Gestos como este le han valido la censura, aunque él no se deja frenar fácilmente. “Los artistas tenemos que permanecer muy lúcidos y no tratar de protegernos tras una especie de autocensura”.

Ahí está la clave, para él, en afrontar cada obra desde la total libertad, aunque ahora vea el panorama negro. “Los artistas recibimos presiones directas o indirectas y cada vez debemos luchar más para no autocensurarnos. Lo que ha pasado en la Tate Modern con el retrato infantil de Brooke Shields es censura y quizá hace 20 años no hubiera sido así. No es una censura política, sino algo mucho más complejo. Los museos son atacados por visitantes que toman acciones legales porque muestran cosas que consideran no aptas para sus hijos”. De ahí a hablar de Polanski y su reciente detención en Zúrich hay un paso. Pero Hirschhorn prefiere no resbalar con ninguna cáscara de plátano. “La libertad del arte debe ser defendida, pero Polanski no está en la cárcel por su obra de arte”, dice; y quiera entender, que entienda.   

Contra la 'hipersensibilidad'
La crudeza con la que Hirschhorn (Berna, 1957) ve el mundo contemporáneo no tiene nada que ver con el victimismo. De hecho, se niega a hablar de lo que le provoca desasosiego. “No me interesan los porqués. Me gustaría vivir en paz con el mundo, hasta con las situaciones peligrosas que provocan desasosiego. Creo que hoy hay una actitud de hipersensibilidad, que rechazo, porque la hipersensibilidad es lujosa y exclusiva, y sólo se la puede permitir cierto tipo de gente. No quiero excluir lo negativo ni convertirlo en algo positivo. Lo negativo simplemente está ahí”. Y él lo muestra a base de materiales cotidianos como neones, cinta adhesiva, maniquíes, clavos, pelucas, muñecos G.I. Joe y cables. “No quiero intimidar ni establecer jerarquías. Para mí es importante que no sean materiales exclusivamente artísticos, porque eso abre mi obra a un tipo de público menos arty”.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?