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Polanski se pone en la piel de Tony Blair

El cineasta da una vuelta de tuerca al thriller político en 'El escritor'

CARLOS PRIETO

La última vez que fui a recoger un premio me detuvieron'. Lo dijo Roman Polanski por boca de Alain Sarde y Robert Benmussa (productores de su último filme, El escritor) en la ceremonia de entrega de premios de la Berlinale, donde recibió el galardón al mejor director. Polanski fue detenido el pasado mes de septiembre en el aeropuerto de Zurich, acusado por la justicia estadounidense de la violación de una menor en 1978.

Aún no sabemos si Polanski será o no extraditado a EEUU, pero podemos reflexionar sobre la relación entre su caso y el de Adam Lang, personaje clave de El escritor, filme que se estrena aquí el viernes y que el cineasta rodó antes de ser detenido.

El director no puede evitar bromear sobre su caso judicial

Lang, interpretado por Pierce Brosnan, es un antiguo primer ministro británico (más que inspirado en Tony Blair) que, durante una estancia en EEUU, se entera de que la Corte Penal Internacional quiere procesarlo por crímenes de guerra (la guerra contra el terrorismo, en este caso). El estadista debe decidir si permanecer en EEUU, protegido por la Administración conservadora, o regresar a Inglaterra, donde sus antiguos compañeros de viaje reclaman su cabeza.

El siempre perverso autor de La semilla del diablo no puede evitar bromear sobre la situación de Lang. Los abogados del político le recomiendan que viaje únicamente a los países que no reconocen la jurisdicción internacional: EEUU, sí, pero también ¡Irán y Corea del Norte! Polanski hace jugar a su personaje a un juego que le resulta muy familiar: ha evitado pisar EEUU desde 1978 para no ser arrestado.

A Polanski no le cuesta mucho ponerse en el lugar del malvado Lang, una ambigüedad política que se adapta bien a la condición del filme: una intriga hitchcockniana (ya saben: falsos culpables, pistas engaño-sas) en la que es difícil dilucidar de qué pie cojean los personajes. Un aspecto que ya estaba en la novela del antiguo periodista político de la BBC Robert Harris (El poder en la sombra, Grijalbo, 2008) en la que está basada el filme.

La obra es una intriga hitchcockniana de libro

'Es un thriller político, pero no del todo. Tiene un cierto sabor shakesperiano, es una tragedia jacobea. Un hombre que se ve atrapado por las circunstancias de su propia vida y su propio ego. Dudaba entre pensar que Adam Lang era un completo capullo a creer que era sincero y quería realmente lo mejor para su país. Todos los personajes ocultan mucho', ha dicho Pierce Brosnan sobre el libro.

Harris, que escribió el guión a cuatro manos con Polanski, ha explicado que uno de los temas de la película es el aislamiento: 'El primer ministro vive en un entorno aislado. Está separado del mundo por seguridad. Y eso es algo que no creo que haya recibido la atención que debería. En plena Segunda Guerra Mundial, Churchill solía pasear desde el 10 de Downing Street al Parlamento acompañado de un único inspector de policía. E iba saludando a los transeúntes. ¡Y eso durante la mayor guerra de la historia, en la que 40.000 civiles británicos murieron a consecuencia de los bombardeos! Como antiguo primer ministro, Blair cuenta, creo, con 24 guardaespaldas armados a tiempo completo. Me tiene absolutamente fascinado cómo nuestros líderes se han convertido en una clase totalmente aparte del resto de nosotros. Eso condiciona cómo se comportan. Viven inevitablemente en un mundo irreal'.

El filme aporta una jugosa teoría conspiratoria sobre el estadista

Un elemento político que interesa mucha al actor Ewan McGregor, que borda aquí su papel de negro contratado para escribir las memorias de Lang y se ve envuelto en una intriga criminal que escapa totalmente a su control. 'Los políticos toman decisiones monumentales de vida o muerte por nosotros, luego se retiran y se meten en un mundo de discursos y conferencias muy lucrativo, sin que se les haga responsable por las decisiones que tomaran o las mentiras que contaran y salen tranquilamente de rositas. Me pone furioso, y creo que esta película es muy oportuna', ha contado.

Pero pese a que El escritor aporta una jugosa tesis conspiratoria para explicar la buena sintonía entre Blair y los halcones de EEUU, la película carece de la pegada política de los thrillers conspiratorios clásicos de los años setenta (por ejemplo, la brutal El último testigo, rodada por Alan J. Pakula en 1974).

'Estima mucho la justicia. Pero nunca sin ironía', dice su productor

Porque en realidad lo que destaca en El escritor es la capacidad de Polanski para jugar con los mecanismos de la intriga. Como suele ser habitual en él, el cineasta bascula entre el respeto a los clásicos (sobriedad formal y apoteósica traca final para cerrar la función) y su querencia a no tomarse totalmente en serio lo que está contando. 'En todas las películas de Polanski hay siempre muchas capas, y uno de los temas recurrentes es la lucha por sacar a la luz la verdad subyacente, por mostrar la realidad oculta tras las apariencias. Tiene en mucha estima la justicia. Pero nunca sin ironía', ha dicho el productor Robert Benumssa. Parece que Roman Polanski no ha perdido el sentido del humor. Falta le hace, desde luego.

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