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Vegas a Cohen: "Igual tienes que dar la mano a algunos de los que mataron a Lorca"

El cantante recomienda a Leonard Cohen que 'tenga cuidado estos días', durante en el homenaje-concierto en Gijón

MIGUEL BARRERO

Los momentos culminantes de la velada llegaron al final. El primero tuvo como protagonista a Nacho Vegas cuando, al introducir la pieza con la que cerraba su actuación, optó por ponerle una guinda política al asunto. 'Cohen dice que está muy contento de haber venido a la tierra de Lorca', se arrancó el cantautor gijonés, 'y yo le recomiendo que tenga cuidado, porque igual estos días tiene que estrecharles la mano a algunos de los que le mataron'. La parroquia festejó sus palabras con un intenso aplauso. El segundo corrió a cargo del propio Cohen, que rompió a llorar de emoción tras la interpretación conjunta de So long, Marianne -la canción que hizo de preludio del broche final, con el Coro Juvenil de la Fundación entonando el Hallellujah- y recibió la que probablemente haya sido una de las ovaciones más atronadoras que se han escuchado en el Jovellanos a lo largo de toda su historia.

Porque Cohen fue el protagonista absoluto de la noche sin necesidad de salir al escenario. Él se pasó todo el concierto en el palco principal ubicado a la izquierda del escenario, y su aparición allí fue saludada con un unánime aplauso que le llevó a quitarse el sombrero varias veces en señal de saludo antes de que comenzara el festival que le habían organizado para darle la bienvenida a Asturias y en el que sobresalieron dos cosas: el virtuosismo de todos y cada uno de los músicos que se unieron a la causa y la calidad de un repertorio, el de Cohen, que ni siquiera necesita a su autor para defenderse, como se comprobó en Gijón. La primorosa interpretación de Dance me to the end of love a cargo de las Webbsisters y el grupo del siempre genial Javier Mas fue sólo el aviso de lo que iba a venir después: una fiesta elegante, cuidada y bien medida que aunó poesía y música sin que la mezcla chirriara o resultase cargante.

Porque a las canciones a las que fueron dando salida el irlandés Glen Hansard (primorosa su reinterpretación de Famous blue raincoat), el flamenco Duquende (tremenda su versión de My gipsy's wife, de Cohen, y estremecedora La nana del caballo grande, de Lorca) y el trío gijonés compuesto por Nacho Vegas (que, además de interpretar su revisión de la Canción del extranjero reivindicó la lengua asturiana con una espléndida versión de The partisan) y sus coristas de lujo, Montse Álvarez, de Nosötrash, y Mar Álvarez, de Pauline en la Playa, hubo que unir las intervenciones de Andrés Amorós, que dio lectura a varios textos de Cohen (entre ellos, el magnífico Sisters of mercy) y resumió los rasgos más importantes de su microcosmos literario, y de Laura García Lorca, cuyo apellido lleva décadas ligado al universo coheniano. La sobrina del poeta granadino habló de la relación entre la poética del canadiense y la obra de su tío y leyó un poema del primero titulado Lorca lives.

Dividida en tres partes, la velada exploró la lírica coheniana, la relación del cantautor con España y su influencia en las nuevas generaciones. De esta tercera parte se encargó Nacho Vegas, que en un largo monólogo explicó la importancia que el año 1993 tuvo en su vida. 'Fue cuando murió mi padre', explicó, 'y al ir a recoger sus cosas me encontré con una casette en la que yo le había grabado años atrás, porque él me lo había pedido, el primer disco de Leonard Cohen; hasta entonces no le había prestado atención; a partir de aquel día, lo estuve escuchando durante varias semanas seguidas'. El aludido escuchaba atento desde su palco en el teatro, al que había llegado en compañía de los ediles Rafael Felgueroso y Carlos Rubiera, y sólo se puso en pie durante el acto para celebrar la portentosa intervención de Duquende. La salida al escenario de Glen Hansard y la petición de Amorós para que el aforo corease el So long, Marianne que reunió a todo el elenco sobre el escenario sirvieron para desatar las emociones que se habían ido conteniendo a lo largo de la noche y que terminaron condensándose en las lágrimas del cantautor canadiense, que vivió en Gijón su primer momento de gloria en suelo asturiano. Bienvenido, míster Leonard.

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