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El horror no fue (sólo) el holocausto

El historiador Timothy Snyder revela que 14 millones de personas no combatientes fueron asesinadas entre 1933 y 1945 por las políticas criminales de Hitler y Stalin en el Este de Europa

PEIO H. RIAÑO

A las orillas de la Historia llegan nuevas olas de espanto. Casi ocho décadas han tardado en aparecer los 14 millones de personas que, en tan sólo 12 años, entre 1933 y 1945, Hitler y Stalin asesinaron en una estrecha franja de tierra olvidada por la Historia. Todas ellas fueron víctimas de políticas criminales, no bajas de la II Guerra Mundial. La mayoría eran mujeres, niños y ancianos. Sin armas. Eran ciudadanos de Polonia, Lituania, Letonia, Estonia, Bielorrusia, Ucrania y de la franja occidental de la Rusia soviética. Países asfixiados entre el nacionalsocialismo y el estalinismo, entre Berlín y Moscú, donde vivía la mayoría de los judíos de Europa, donde los planes imperiales de Hitler y Stalin se solaparon, donde la Wehrmacht y el Ejército Rojo se enfrentaron y donde la NKVD soviética y las SS alemanas concentraron sus fuerzas.

Los crímenes de Stalin se asocian con Rusia y los de Hit-ler con Alemania, pero la zona más mortífera de la Unión Soviética fue su periferia no rusa, mientras que los nazis mataban generalmente fuera de Alemania. 'Se suele identificar el horror del siglo XX con los campos de concentración, pero no fue en ellos donde murió la mayor parte de las víctimas de los dos regímenes', explica el historiador Timothy Snyder (EEUU, 1969) en Tierras de sangre. Europa entre Hitler y Stalin, ensayo publicado por Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. 'Ese malentendido en cuanto a los lugares y a los métodos de los asesinatos en masa nos impide percibir todo el horror del siglo XX', asegura.

Esta historia de asesinato político en masa recalca que en los campos de concentración alemanes murieron 'en torno a un millón de personas sentenciadas a trabajos forzados'. Snyder reconoce que no puede hacerse una distinción exacta entre los campos de concentración y los centros de exterminio, porque también en los campos se ejecutaba o se mataba de hambre a las personas. Pero aún así distingue: en las cámaras de gas, en las zonas de hambre y en los campos de exterminio alemanes 'murieron diez millones de personas'.

En cuanto al gulag: un millón de vidas truncadas por agotamiento y enfermedades, entre los años señalados. Pero en los campos de exterminio y las zonas de hambre soviéticas murieron seis millones de personas, de las cuales unos cuatro millones perecieron en estas tierras de sangre. 'El 90% de los que entraron en el gulag salió con vida. La mayoría de los que entraron en los campos de concentración alemanes también sobrevivió', defiende atrevido Snyder en el libro, para quien hay una diferencia entre 'ser sentenciado a un campo y ser sentenciado a muerte, entre el trabajo y el gas,entre la esclavitud y las balas'.

«El hambre es una manifestación terrible del control político»

¿Por qué aquella barbarie? Hitler no sólo deseaba destruir al pueblo judío por completo, sino devastar Polonia y la Unión Soviética, 'exterminar sus clases dominantes y matar a decenas de millones de eslavos'. Stalin, en nombre de la defensa y la modernización de la URSS, supervisó la muerte por inanición de millones de personas. 'Stalin mataba a sus conciudadanos con tanta eficacia como Hitler eliminaba a ciudadanos de otros países', sentencia el historiador norteamericano.

El hambre fue el método más frecuente de asesinato en masa en los años treinta y cuarenta, 'antes que las balas y el gas'. La cuarta parte de las 14 millones de víctimas fue asesinada, según Snyder, antes de que empezara la II Guerra Mundial. La inanición, verdadera arma de destrucción masiva. 'El hambre es una manifestación terrible del control político. Se requiere una gran cantidad de poder para conducir a un pueblo a la inanición', reconoce el profesor en la Universidad de Yale a Público.

'La Alemania nazi y la Unión Soviética tuvieron ambiciosos proyectos ideológicos que definieron el territorio. Lo que es crucial es que estas dos visiones se superponen en un mismo territorio', reconoce al enfatizar su descubrimiento. Doctorado en Oxford e investido en las universidades de París, Viena, Varsovia y Harvard, Tierras de sangre es la primera traducción al castellano de un estudio de este especialista en la Historia de Europa central y del Este, así como del Holocausto.

«El riesgo deasociar esto al mal es que lo deshumanizamos»

En los próximos meses, la editorial Taurus publicará la última obra de Tony Judt, Pensando el siglo XX, firmada en pareja con Timothy Snyder, donde dialogan sobre los acontecimientos del pasado siglo. Se reunieron una vez por semana durante seis meses con largas conversaciones y juntos las editaron para el libro. 'Hablamos sobre la historia de las ideas políticas en el siglo XX, el marxismo, el nacionalismo, el fascismo, la socialdemocracia. Y también sobre el papel de los intelectuales en la política', adelanta.

El estudio que ahora llega a las librerías se detiene en aspectos militares, políticos, económicos, sociales, culturales e intelectuales. Y, por supuesto, geográficos. No una geografía política, sino una geografía de las víctimas. Porque el corazón de la investigación de Snyderes demostrar cómo estas tierras no fueron un territorio político, sino los lugares donde los regímenes más crueles de Europa realizaron su obra más mortífera. Cuando comienza la II Guerra Mundial, los soviéticos ocupan los países bálticos y Polonia oriental; a continuación, los alemanes invaden la URSS, en 1941, es decir, ocupados por segunda vez; y triple ocupación, cuando el poder soviético vuelve en 1944. Una experiencia peligrosa y mortal.

Según sus cálculos, el régimen estalinista asesinó a unos seis millones de personas deliberadamente y el régimen nazi a 11 millones. 'Si añadimos a todas estas personas aquellas que perecieron por enfermedad o hambre en los campos de concentración, el número aumenta a alrededor de nueve millones de personas más para los soviéticos y unos 12 millones para los alemanes', aclara el historiador. Naturalmente, a esos números estremecedores hay que sumar la muerte de los militares. 'Estas son una responsabilidad alemana', señala Snyder para destacar la liquidación nazi. Curiosamente, esta fue también la parte del mundo más mortífera para los soldados: alrededor de la mitad de las bajas militares de la contienda cayeron allí.

Belzec, Sobibor, Chelmno, Treblinka, Auschwitz y Majdanek, territorios del mal. Lugares en los que se aceleró el exterminio judío a partir de 1941, cuando la guerra no iba como Hitler había imaginado. Y todavía podía haber sido más horrible: la versión original de la 'solución final' de Hitler debía tener efecto después de la guerra. Con la victoria, preveía la aniquilación de '30 millones de civiles, que habrían muerto de hambre durante el primer invierno'. 'El riesgo de asociar esto al mal es que lo deshumanizamos y dejamos de entender lo que los humanos son capaces de hacer', advierte.

Por si todo esto fuera poco, por si se pensaba que las fotografías y filmaciones de los campos de concentración alemanes eran la cúspide del espanto, Timothy Snyder las califica de 'atisbo' del pánico. Porque nadie pudo dar testimonio de las 'tierras de sangre'. 'Las fuerzas británicas y estadounidenses liberaron campos de concentración alemanes como Belsen y Dachau, pero nunca llegaron a ninguno de los centros de exterminio importantes', añade, para señalar que la verdadera dimensión de las matanzas ha tardado en llegar y otras se han perdido. Los crímenes del estalinismo quedaron sin documentar y las fuerzas aliadas 'nunca vieron ninguno de los lugares donde los alemanes perpetraron sus masacres'. Y, aún así, nadie puede olvidarlos.

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