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Cristian Mungiu denuncia en 'R.M.N.' la grave pérdida de humanidad en Europa

El director rumano explica los síntomas de la enfermedad letal que se extiende por Europa, la intolerancia y xenofobia, la victoria de la parte animal sobre la empática y generosa del ser humano. Estrenada en Cannes, es uno de los títulos más importantes del año.

El actor Marin Grigore, protagonista de la película 'R.M.N'
El actor Marin Grigore, protagonista de la película 'R.M.N'. BTeam Pictures

La intención, en una panadería de una pequeña aldea multiétnica de Transilvania, de contratar a trabajadores extranjeros se convirtió en un devastador terremoto en Rumanía, donde llegó incluso a intervenir el primer ministro. Los vecinos, con una potente comunidad húngara, se reunieron en la asamblea de la vergüenza, exhibiendo su xenofobia y su odio. El episodio, un pequeño apunte de la enfermedad letal que se extiende por Europa y que provoca una gravísima pérdida de humanidad, lo recoge el gran cineasta rumano Cristian Mungiu en R.M.N., una de las películas más importantes del año.

Alguien subió a internet aquella reunión de vecinos, los medios de comunicación se hicieron eco y terminó en los titulares no solo de Rumanía, sino de toda Europa. Ahora está en el cine con esta película, con la que Mungiu –autor de la mejor película sobre el aborto que se ha hecho nunca, 4 meses, 3 semanas y 2 días- sentencia: "Esa intolerancia y xenofobia no está asociada a un grupo étnico concreto, está presente en todos lados y es una situación que se podría reproducir en cualquier parte del mundo".

"La responsabilidad de la película es mostrar que las cosas buenas y malas que vemos no están asociadas a un género o a un grupo, sino que pueden ocurrir en cualquier sitio y esa es la visión que quería transmitir con la película", dice el cineasta, una de las voces clave del compromiso social, político, ético y artístico del cine en Europa. Por cierto, la secuencia en plano fijo de la asamblea de vecinos es la constatación del portentoso talento de este creador.

Demencia moral de Europa

Estrenada en el Festival de Cannes y presente en la sección Perlak del Festival de San Sebastián, la película revela esta demencia moral a través del personaje de Matthias. Rumano que trabaja en Alemania, donde le desprecian y le insultan llamándole 'gitano', cuando vuelve a su aldea se siente en una posición de poder frente a los trabajadores asiáticos que han llegado a la fábrica de pan. Marin Grigore, Judith State y Macrina Barladeanu son los actores principales.

"La película habla también del conflicto que hay entre el individuo frente al grupo. Al final ese es el problema que hay cuando pierdes la identidad y te conviertes en parte de un grupo simplemente para contentar a la mayoría y renuncias a lo que piensas realmente".

"Creo –añade el cineasta Cristian Mungiu- que eso habla también de cómo la democracia está cansada, siento que es el final de cómo la conocíamos, porque si no te tomas el tiempo de instruir o educar a la gente, no tiene sentido preguntarle su opinión sobre cosas de las que no están bien informados. Y es necesario también defender tus principios incluso contra lo que todos piensan".

La escena de la asamblea del pueblo en 'R.M.N'
La escena de la asamblea del pueblo en 'R.M.N'. BTeam Pictures

Al final, la democracia

La historia retrata la pelea del individuo consigo mismo, "ese lado más oscuro, más animal, más impulsivo, más violento, ese impulso de supervivencia a cualquier precio, frente al otro lado más humanista, más empático, más generoso, que pienso que existe en todos nosotros. Lo importante es defender tus principios, incluso ante estos grandes grupos que pueden modificar tu opinión. Al final la democracia no va a dar buenos resultados si antes de poder opinar no has informado y educado a la gente, y la película habla también de este peligro".

Mungiu, consciente de su "deber" como cineasta y del poder del arte en la sociedad, defiende que desde el cine se tiene que "poder tratar o hablar sobre temas de los que la sociedad no quiere hablar o sobre los que hay un tabú. El no hablar de ciertas cosas no significa que no existan. Ahora, con tanta corrección política, no se pueden expresar ciertos pensamientos y luego surgen sorpresas, como ocurrió con el Brexit, que de repente te das cuenta de que la gente pensaba así. En vez de negar ciertas opiniones, lo que hay que hacer es entender esos pensamientos para que de verdad pueda haber un cambio real y profundo".

La peste que se extiende

Ello no significa que el cine para servir de herramienta social deba ser simple o demasiado explícito, adjetivos de los que huye el cine de Mungiu. "El cine tiene que buscar un equivalente visual para mostrar los pensamientos y cosas abstractas", explica el director que, premeditadamente, ha rodado un final para su película capaz de recoger muchas y muy diferentes interpretaciones.

"Con ese final quiero mostrar esa dualidad del ser humano. En ese final algunos ven animales, otros ven personas, otros el miedo del personaje. Lo importante es sobre todo lo que transmita ese personaje, que está un poco entre dos mundos, que está en ese bosque oscuro que es su subconsciente, su parte animal, y luego al mismo tiempo tiene esa parte más humanista, más de afecto por la persona querida. Al final lo importante es si hay que estar preparados para que no salga lo instintivo sin más y si es posible evitar esa parte animal, y si podemos tener una parte más racional".

R.M.N., siglas de resonancia magnética nuclear, es una pista desde el título de que los síntomas de esta peste de irracionalidad e intolerancia se extienden por Europa. Pobres contra más pobres, emigrantes contra otros emigrantes. En el caso real, en esta pequeña aldea de Transilvania hubo vecinos que quisieron esconder a los trabajadores extracomunitarios, convencidos de que otros llegarían a lincharlos. El mal ya había llegado allí.

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