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"Los griegos estamos metidos en una trampa sin salida"

Filippos Tsitos. Cineasta. El director griego sorprendió con el triunfo de 'Mundo injusto' en Donostia, película que arrasó a otras favoritas con los premios al director y actor

SARA BRITO

Fue, junto a la Concha de Oro de Isaki Lacuesta, la gran sorpresa de la noche del sábado en San Sebastián. La película griega Mundo injusto barrió a otras favoritas al llevarse la Concha de Plata al mejor director para Filippos Tsitos y la de mejor actor para Antonis Kafetzopoulos. Ambos son cómplices en una tragicomedia a lo Kaurismäki, en la que un policía taciturno trata de hacer justicia ayudando a delincuentes que han sido injustamente tratados por el sistema. Mundo injusto pasó casi desapercibida, quizás por haber sido proyectada en una sesión poco favorecedora (la hora de la siesta, en uno de los últimos días de Zinemaldia). Pero, con la que está cayendo, una fábula de autor sobre la quiebra ética y económica de Occidente no se podía marchar con las manos vacías. Tsitos, director griego con un pie en Alemania, dice que el guión lo había escrito en 2003, pero que en la crisis lo importante no son las consecuencias, sino las razones.

Escrita hace años, la historia no estuvo influenciada directamente por la crisis, pero ¿en qué términos cree que la película funciona como metáfora de la situación que vivimos hoy?

La crisis tiene su origen en que la gente sólo se ocupa de conseguir dinero, sin importarle cómo, y de absolutamente nada más. Cuando estaba escribiendo la historia, no sabía que la crisis económica se iba a producir. Si no, me hubieran pagado un dineral en Wall Street. Pero, en realidad, no importa si la crisis ocurre o no, lo que pesan son las razones. En esta película y en la anterior, Academia Platón, la crítica es esa. La corrupción está por todas partes. En Grecia se desarrolló una rama muy particular del capitalismo que consistía en trabajar todos juntos en contra del Estado.

¿Tiene fe aún en el ser humano?

De alguna manera sí. Hace tres años, los cineastas griegos nos unimos para protestar en contra de la forma corrupta en que el dinero estatal se repartía para las ayudas al cine. Al principio éramos cinco, luego más de cien. Finalmente, funcionó, y la ley de cine se cambió, aunque ahora no haya dinero para llevarla a cabo. Eso me hizo pensar en que quizás la solución está en pequeños grupos de gente que se unan para trabajar por una sociedad más justa. Por ahí podría empezar una pequeña revolución.

En cambio, en su película, los personajes no se unen para cambiar este mundo injusto.

La película es sobre la desesperación de una persona que sabe que la sociedad carece de moral y ética,aunque él sí cree en la ética y la Justicia. La historia intenta contar qué le pasaría a una persona que cree profundamente en la moral en una sociedad amoral. Desde el punto de vista de un solitario, quizás la opción final es huir.

También es cierto que le da una oportunidad a su personaje para intentar convencer a otros personajes de que es posible cambiar las cosas.

La película une a dos personas:este policía que cree en un mundo ético, y una mujer que por su pobreza es amoral y sin ética. Entonces, el amor interfiere. Esto hace la situación difícil, porque los dos necesitan amor, pero, para conseguirlo, necesitan ir más allá de ciertos aspectos de sí mismos. Él, de su rigidez, ella, de su obsesión por el dinero.

¿Es esperanzadora?

[Risas] Creo que sí. Aunque no es muy obvio, creo que se encontrarán. Hay una transformación, los dos personajes aprenden algo.

Y, sobre Grecia, ¿tiene esperanza de que supere esta grave crisis?

Soy muy pesimista. Estamos metidos en una trampa sin salida. Inversores de otros países metían dinero en el país bajo la promesa de retornos altísimos, y ahora quieren su dinero de vuelta, con los beneficios planeados. Esa gente es la que está manejando toda la situación. Cuando la crisis llegó, el país más débil de la UE, Grecia, fue el primero en caer. Hubiera sido lógico intentar llevar al país a una bancarrota controlada para cortar las deudas, pero lo que han hecho ha sido obligar a los países de la UE a prestarle dinero a Grecia para que esta se lo devuelva a los bancos. ¿Cuál es el final? Es imposible que funcione. Si no lo paran, no habrá fin.

Hable de la influencia en su cine de Aki Kaurismäki.

Es mi director favorito, aprendí de él una manera de expresar sentimientos verdaderos. Ahora, lo más difícil es hacer una película que no esté corrompida por las formas de la televisión y su modo de exponer los sentimientos. Kaurismäki, pero también Jim Jarmusch o Jean Pierre Melville, crearon mundos que tienen verdad.

También tiene en común con él un humor muy particular, el tono tragicómico, la negrura...

En la película tratamos de encontrar una balanza entre lo trágico y lo cómico. Si fuera muy trágica, sería aburrida, si fuera muy divertida, se escaparía la verdad. Al final, lo que intenté fue construir las escenas para que el espectador sintiera una risa interrumpida: el momento cómico está a punto de llegar, pero al final no provoca carcajada. Me gusta jugar en ese límite.

¿Qué tono quiso conseguir?

Esta es una historia minimalista, así que hay que dar tiempo a cada momento para que se revele. Si la cuentas muy rápido, obtienes la mitad de los sentimientos. Por eso la mantuve lenta. Por otra parte, queríamos crear un realismo artificial. La cámara no se mueve apenas y los actores hablan distinto a como harían en la vida cotidiana.

¿Es una película de bajo presupuesto?

Esta película la hice con mi propio dinero, y el equipo no cobró honorarios, sólo algunos técnicos. En Grecia se están produciendo muchas películas sin dinero. La última de Lathinos (Canino) se rodó así. Creo que viene una época de cine sin costes en Grecia.

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