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"Las guerras han arrasado la cultura africana"

Entrevista a Seydu, cantante y percursionista

C.F.

El cantante sierraleonés Seydu (Freetown, 1964) conoce bien cómo es la vida después de la guerra. Aunque evitó los efectos de la violencia que asoló el país entre 1991 y 2002 al salir como emigrante clandestino hacia Europa, el autor de la canción Diamond tears, contra el tráfico de diamantes en zonas de guerra, ha regresado a Sierra Leona para ayudar en la reconstrucción social. Mientras ultima para septiembre la publicación de nuevo disco, Return to Africa, Anthony Seydu Zacha-riah Jalloh gestiona en su ciudad natal una escuela-taller para reinsertar a ex combatientes y huérfanos, en especial ex niños soldado. Seydu apuesta por recuperar las culturas tradicionales de Sierra Leona en el camino hacia la normalidad. 'Porque lo importante es que la gente pueda vivir en paz'.

Salí con 18 años como polizón en un barco mercante que me dejó en Canarias. Era 1982 y aún no había comenzado la guerra. Durante un viaje posterior, en 1995, se recrudecieron los combates y logré escapar por tierra hasta Guinea Conakry. Allí me busqué la vida para coger un avión a Dakar, donde pude hacer valer mi documentación española para regresar a Madrid.

Sí, soy músico desde joven. En mi país formaba parte de la National Dance Troupe de Sierra Leona, grupo creado por mi abuelo, Ebeneze Calender, pero que luego desapareció debido a la guerra civil. Ahora yo he vuelto a formar el grupo a través del proyecto Diamond Child, que también gestiona una escuela-taller de arte y cultura en la localidad de Goderich. Allí tratamos de reinsertar a alrededor de 500 jóvenes de la calle que fueron niños soldado. Entre nuestras actividades está la refundación de la National Dance Troupe, que es la única formación que ahora representa las artes populares en Sierra Leona.

La música palm-wine desapareció durante los años de la guerra civil. Antes del conflicto hubo una época dorada. El presidente Milton Margai [1961-1963] impulsó la cultura popular y apoyó a músicos como S.E. Rogie. En esos años también se produjo la revalorización de otras músicas que habían venido con los esclavos negros que regresaron de zonas del Caribe como Jamaica o Guayana. El presidente Margai se esforzó mucho para que todos los grupos étnicos tuvieran posibilidad de hacer sus músicas tradicionales.

Pero luego vino la guerra y consumió esa pequeña base artística en el país porque los músicos, que en su mayoría vivían en zonas rurales del interior, fueron huyendo a la capital, Freetown, para evitar los combates entre 1991 y 2002. Fue tal devastación que el 90% de los artistas dejaron de cantar, cuando no murieron en los 11 años que duró la guerra civil. Es una situación que, por desgracia, se ha repetido con demasiada frecuencia en otras zonas de África, donde las guerras han arrasado nuestras culturas.

Poco a poco. En nuestra escuela-taller estamos logrando que los jóvenes acepten cambiar sus fusiles Kalashnikov por instrumentos musicales que ellos se encargan de fabricar. Es una nueva inyección de energía y de sabiduría enfocada a las artes populares de Sierra Leona, donde ahora mismo tenemos cierta tranquilidad para hacer una vida normal. Freetown se está convirtiendo en una ciudad en la que se puede vivir con dignidad. Pero África es África, y mucho más en un país que ha estado tantos años en guerra, y no es fácil que los avances se afiancen. Lo más importante es que la población viva en paz.

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