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Mario Vargas Llosa, háblenme de novelas

JUAN PEDRO APARICIO

El premio Nobel tiene tantos misterios como la religión. Muchos pensábamos que Mario Vargas Llosa ya había perdido el turno. Lo tuvo hace unos años, más o menos cuando se lo dieron al creador de Macondo. Luego, su aparente conversión al liberalismo pareció que iba a privarlo definitivamente del viaje a Estocolmo. Probablemente una gran injusticia, pero no mayor que otras muchas de las que el Nobel tiene en su debe.

Su conversión al liberalismo pareció que iba a privarlo del viaje a Estocolmo

¿Por qué ahora? A cualquier autor que hubiera firmado una sola de estas novelas: La Fiesta del Chivo, Conversaciones en la Catedral, La Casa Verde o la Guerra del Fin del Mundo, con toda probabilidad le hubiera bastado para situarlo en la cima de la novelística. ¿No será, dicen los maliciosos, que se quiere llamar la atención sobre las excelencias del liberalismo, precisamente ahora que la crisis lo ha dejado con las vergüenzas al aire?

Tranquilicémonos. De lo escrito por Kundera me acuerdo de aquella frase en la que el autor checo exclama: '¡Pobre del novelista más lúcido que sus novelas!'. Kundera se refería a la técnica del novelar, aquello que, cuando le preguntaron a Faulkner, contestó con un escueto '¡No soy ingeniero!'. Vargas Llosa sí lo es y ha escrito muy seductores ensayos sobre literatura, por más que su novelística siga prevaleciendo, así que no hay miedo a tener que aplicarle el lamento de Kundera. Y lo mismo cabe decir respecto de sus artículos y ensayos de asunto social o político.

Vargas Llosa es tan extraordinario novelista que tampoco él puede competir aquí consigo mismo. Sus opiniones sobre la actualidad social, política, económica, escritas desde una concienzuda disposición de compromiso, tienen sin embargo lejano parentesco con la complejidad alcanzada por sus construcciones narrativas.

A cualquier autor le hubiera gustado escribir 'La fiesta del Chivo'

Ese ciudadano que en los periódicos opina a gusto de unos y a disgusto de otros, en sus novelas, cuidadosamente limpias de esa impregnación coyuntural, recrea un mundo autónomo recogiendo magistralmente lo que es la esencia del arte del novelar: la síntesis de lo diferente y aun de lo contradictorio, envuelto en un molde temporal creado con palabras. Pocos escritores consiguen esa ilusión con destreza similar a la de Vargas Llosa. Y, lo que es más revelador, tras leer alguna de sus novelas, el lector conoce con detalle un mundo que le ayuda a conocer el mundo, y también a recordar que el hombre sigue siendo explotado por el hombre. Por eso, ahora no me hablen de derechas o de izquierdas, há-blenme de novelas. Y que sea enhorabuena.

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