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Rosa Regàs: "Tenemos que luchar por la igualdad, no por destrozarnos entre nosotras ni a los hombres"

Entrevistamos a Rosa Regàs en una conversación en la que habla de feminismo, y de otras muchas cosas. Hija de padres rojos y separados, musa de la 'Gauche Divine', contrincante de ajedrez de Marcel Duchamp y defensora de la justicia social, la escritora ha abierto camino para muchas mujeres, sin apenas pretenderlo.

L'escriptora Rosa Regàs, en una imatge d'arxiu, a casa seva.
L'escriptora Rosa Regàs, en una imatge d'arxiu, a casa seva. ACN

Si buscas una mano que te ayude, la encontrarás al final de tu mano. Esto lo aprendió Rosa Regàs (Barcelona, 1933) del Doctor Trens, nada más regresar del exilio en Francia cuando llegó al internado del barrio barcelonés de Horta. Dice que de ahí salió sin saber nada de la vida y que cuando se casó con 19 años, seguía igual. Hija de padres rojos y separados, musa de Gauche Divine, contrincante de ajedrez de Marcel Duchamp y defensora de la justicia social, Regàs sin pretenderlo ha abierto camino para muchas mujeres.

Su extensa bibliografía es sólo una prueba de ello. Rosa Regàs fue la primera en estudiar una carrera en la Universidad de Barcelona en la época franquista, una de las primeras en crear su empresa y en ir sola por el mundo. Cuando falleció Franco creó La Gaya Ciencia, una editorial que encontró uno de sus logros en la colección Biblioteca de Divulgación Política y que en 1976 se atrevía a publicar Qué es el Feminismo, título firmado por Magda Oranich.

Lleva años viviendo en Llofriu (pueblecito de la comarca de Girona del Baix Empordà), en la casa que siempre soñó con tener y que es el epicentro de la gran familia que ha formado. Con casi noventa años se prodiga poco, y no porque quiera, sino porque según ella: "No me buscan". Pero este miércoles 8 de marzo sí la buscaron. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau la invitó a la presentación de Barcelona. Ciutat de Dones, un mapa simbólico del metro de Barcelona con el que se ha rendido homenaje a algunas de las mujeres que forman parte de la historia pasada y actual de la ciudad. Entre esta constelación femenina se encuentran la cocinera Carme Ruscalleda; la ilustradora Roser Capdevila, la fotógrafa Pilar Aymerich, la activista cultural Remei Sipi o la activista vecinal, Custodia Moreno, y la escritora Rosa Regàs.

¿Qué le parece esto del 'Barcelona. Ciudad de mujeres'?

Esto es algo muy bonito que ya se hace en Nueva York y en Londres, una especie de mapa teórico de como si se hubiera contado con las mujeres. Y me pidieron si les importaría que pusieran mi nombre en una parada de metro y les dije que me sentía realmente muy orgullosa. Estoy encantada, porque en Barcelona no tengo nada, pero en otras ciudades españolas sí que me han dedicado calles. Me parece una iniciativa muy bonita, una forma de homenajear a las mujeres que han tenido una función pública. Muchos días de la mujer he estado fuera, pero siempre he procurado ir haciendo y dar facilidades a las mujeres en la medida de mis posibilidades.

En 1976 encargó a Magda Oranich 'Qué es el feminismo', ¿usted cómo descubrió el feminismo?

El feminismo lo descubrí cuando tenía 19 años, llevaba dos años que había salido del internado y hacía un año que me había casado. Por tanto, no sabía nada. Si me hubieras preguntado por la historia de las religiones habría podido decirlo todo, pero de feminismo no sabía nada. Y fui a una reunión que organizaron unas conocidas, y por lo general encontré que eran un grupo de mujeres muy cabreadas con los hombres. Desde mi ignorancia absoluta eso me parecía más una reivindicación de tener una tabla de planchar nueva, que nada más. Eran personas a quién les había fallado el pedazo de vida vivido con hombres. Hablaban de que tenían que hacerlo todo ellas, que los maridos no las cuidaban... y a partir de ahí empecé a reflexionar sobre el tema. Para mí el feminismo, desde mi punto de vista particular, era enterarse de lo que ocurre, qué busco, qué es lo que quiero, y entonces ver qué hay a mi alrededor: hombres, hombres, hombres... Y yo no quería luchar con los hombres, porque pueden ser mis padres o mis hijos, pero sí hay que buscar algo para compartir el poder. Siempre he creído que lo peor que le pasa a nuestra nación es que está gobernada por unos señores que sólo están interesados por el poder, y esto ocurre en todas partes, incluido en la familia. En una familia, teóricamente, el hombre lucha por mantener su poder. Y con esa visión he ido viviendo. Y siempre he pensado que lo que yo veía sobre cómo hacer lo que me da la gana, es la base de mi feminismo. Pero para hacer lo que te da la gana, tienes que saber qué quieres, y entender qué tienes alrededor y cómo lo puedes hacer, y también ser consciente de quien no te deja hacerlo.

Así pues, ¿su feminismo radica en la libertad individual?

Yo empecé por la libertad individual, después pasé a la colectiva, porque me quedé horrorizada de la cantidad de cosas que veía y veo. Y empecé a luchar. Y me emocionan mucho las manifestaciones de Madrid y las que también se organizan aquí [en Barcelona]. Ahora bien, la división entre el sector feminista es terrible. Es como esto que me ha llegado ahora de que debemos ponernos en contra de las gallinas y de los huevos fecundados. Es una tontería, pero nadie se lo ha dicho públicamente. No puede ser que hablen en serio. Nos deberíamos preocupar de otras cosas. Y que se peleen me horroriza. Ahora ya soy mayor y no puedo salir a la calle, pero muchas veces saldría a dar discursos. Debemos luchar por la igualdad, no por destrozarnos entre nosotras, ni por destrozar a los hombres sino por repartir bien el poder.

¿Ve lejos la igualdad?

Sí, la veo todavía muy lejos. Lo único que importa en este mundo es la economía y el poder, y eso lo tienen ellos. El capitalismo ha llegado a un punto que nadie pensaba que llegaría y tiene como miembros a toda la sociedad. Muchas de nosotras luchamos por el feminismo y en contra del capitalismo, pero hacemos lo que ellos quieren, y tenemos las cosas en los bancos, y pagamos los impuestos de la forma que nos dicen. A nadie se le ha ocurrido decir, sacamos lo necesario para aguantar seis meses y detenemos el sistema. Y no lo hacemos porque somos miembros de ese capitalismo brutal aunque nos hace ilusión pensar que estamos en contra. La igualdad está lejos, es el camino de Ítaca, trabajamos para conseguirlo. Debemos pensar, saber dónde estás, en contra de quién estás, saber para quién trabajas, y más importante que ganar, es el camino. Y mi forma de luchar está basada en todo esto.

¿Usted que ha estado en posiciones de poder, ve diferencias entre la manera de gestionar el poder de hombres y mujeres?

El modo de las mujeres es más fiable. También habrá estafadoras, pero es más fiable. Las mujeres están mejor preparadas y comparten su preparación, y esto es muy importante. A mí las mujeres me han enseñado muchas cosas, los hombres no tantas. La ministra de cultura de la época en que yo fui directora de la Biblioteca Nacional, María Teresa Fernández de la Vega, cuando te decía una cosa, te la decía y te la contaba, y por tanto tú sabías por dónde ibas. Los hombres no necesitan dar explicaciones…

¿Comparte las consignas de este 8M?

Todo es importante, pero también deberían abrirse las puertas al pasado. Muchas de las mujeres que trabajan por el feminismo no saben cómo era la vida de las mujeres en los años 40 y 50, y deberían saberlo porque es su historia. Ya sé que las cosas están mal ahora, pero en los 40 y 50 era una brutalidad. Me gustan mucho las reivindicaciones actuales, pero tanto desde el punto de vista feminista, como de la historia, como de la lucha a favor de la igualdad creo que lo más importante es el conocimiento del pasado. Estoy absolutamente convencida. Ver a una madre aguantando los dulces, detrás de su marido, en la sala de visitas del internado donde vivía me ha enseñado más que muchas conferencias a las que he ido. El conocimiento es una de las cosas más importantes.

Ha sido la primera en muchas cosas, ¿ha sido consciente de ello?

No, porque yo no había vivido la vida. Ni la profesional de las mujeres que había en ese momento, ni había vivido la vida doméstica, ni la personal, y cuando me sublevé contra todo, y empecé a hacer lo que me daba la gana lo hice porque creía que tenía derecho a hacerlo. Tuve que dejar de hacer gimnasia, recuerdo que cuando me matriculé en la universidad estaba muerta de miedo, pero estaba segura de que no había hecho nada mal hecho. Y cuando le dije a mi marido que yo no iría más a misa los domingos, pero que le vestiría a los niños para que ellos fueran, estaba segura de que tenía derecho a hacerlo. Te hablo de cuando no estaba permitido tener lo que tenían los hombres, pero yo pensé que tenía derecho a tenerlo, y sí me las cargué, pero tampoco tanto. Yo seguía mi camino, lo que pasa es que es muy difícil, porque no tienes ni referentes ni dónde apoyarte, pero tú tienes que salir adelante. Que pierdes, mala suerte. Lo único que me detuvo es que yo tenía cinco hijos pequeños y claro, si tú te marchabas y dejabas a los hijos, según la ley franquista perdías a los hijos y tuve la inmensa suerte de que cuando hablé con mi marido que no podía marcharme porque me caería lo del "abandono del hogar", me dijo que me quedara. Y tuve suerte, pero aguantar treinta años con un tío del que estás separada no es fácil. Pero iba ganando cosas de mi interior, iba entendiendo cosas.

Una de sus formas de luchar ha sido esparcir conocimiento. Antes citaba el libro 'Qué es el feminismo', pero también editó un libro sobre los anticonceptivos que encargó a Santiago Dexeus y Margarita Rivière.

Los anticonceptivos son la libertad, debía hacerse. Yo iba haciendo cosas que me parecía importante explicar cómo el Qué es la derecha, Qué es el anarquismo, eran cosas de las que no sabíamos nada. Cuando hubo esta maldita Transición, que yo la odio, estábamos en una mesa con Oriol Bohigas y Santiago Dexeus, y hablaban de que es lo que harían, a que se presentarían… y yo pensaba, ¿porqué no nos damos un par de años para prepararnos? Hemos tenido gobiernos en que alguno de sus miembros no tenía ni el bachillerato… Oyes hablar a la gente que manda y a menudo te quedas de piedra.

Si ahora estuviera en una reunión con mujeres muy jóvenes ¿que les diría?

Les diría que todas las cosas comienzas en el interior de una misma. Si no escuchas a tu interior y lo transformas irás mucho más despacio. No digo que no avances, pero... todo empieza dentro de ti. Y no debemos tener miedo a romper con los modelos más tradicionales que todavía pesan mucho. Y no debemos olvidar el tema de la libertad económica que es fundamental. La libertad económica es la libertad de poder. Se llega al poder a base de economía, no se llega a base de conocimiento, lamentablemente... Y las mujeres no pueden porque no han tenido la facilidad de ganarse la vida como lo hace un tío. Lo tenemos difícil, pero se puede luchar, se debe luchar, ¡es el camino de Ítaca! La defensa de la mujer debe hacerse con todo lo que tienes a mano. Pero para hacer esta defensa, que es una guerra, no es necesario hacer víctimas, y por tanto debes pensar desde el principio cómo puedes hacer cosas que no perjudiquen a las mujeres más vulnerables. Porque algunas han salido a denunciar su situación sabiendo que tenían la muerte detrás. Creo que se puede mejorar la lucha, y se puede avanzar con el conocimiento de una misma y de la sociedad. Pero luchar a trompicones, y sin planificar bien, no mejora nada.

¿Recuerda cuándo empezó a formarse la conciencia política?

Escuchando una conferencia de Manolo Vázquez Montalbán en la universidad hablando de lo que hicieron los americanos en el Congo. Allí vi que las injusticias no las hacía sólo Franco y decido ponerme a favor de lo que yo creía que era de verdad. El proceso fue largo porque yo vivía en otro mundo, un mundo diferente al que había a mi alrededor, diferente a Jordi Pujol... Y poco a poco fui entendiendo que lo que yo estaba descubriendo, era una vida diferente a la mía, pero que es la que he acabado viviendo. Vivimos en un mundo que es una mierda, y quien no vea que este mundo es una mierda hecha y mantenida y pagada por nosotros, no sabe dónde vive. A veces me dicen que no se puede ser tan drástica, pero creo que sí. Hay dos cosas que no puedo evitar, una es oír hablar de Franco y que no me coja una irritación y una vergüenza impresionante, que muchas veces la arreglo marchando, y la otra es oír hablar de la República y la Guerra Civil y no llorar. No puedo. Me marcó la vida, pero cuando estaba pasando no lo sabía. A los veinte y pocos muy pocos años ya tenía tres hijos…

Hace años que en Barcelona la vemos poco, ¿qué le ocurre con Barcelona?

No he roto con Barcelona, pero sí la veo distinta. Pero claro ha pasado el tiempo, he vivido fuera, y he entendido cosas de Catalunya que no había entendido. Vivir fuera me ayudó mucho, pero no tengo manía a Barcelona. Tengo manía a una Barcelona que si la miro desde lo que me gusta me resulta desconocida. La Barcelona del debate intelectual no la veo, y cómo es la mía… Mi Catalunya es la perseguida, como las banderas, sólo me gustan las perseguidas.

En catalán ha escrito muy poco a pesar de que es su lengua materna…

Mi lengua materna es el catalán, el español y el francés. Las tres. Yo aprendí a escribir en catalán, mis primeras palabras fueron en catalán y lo primero que aprendí a leer sobre un papel de estraza fue en francés. Cada persona tiene su historia, y yo tengo la mía. Y la mía es que yo soy una apasionada del catalán y de la sociedad catalana del año 29 al 39, pronto hará 100 años, pero no creo que se hable mucho de eso. Basta con ver lo que le ha costado al MNAC (Museu nacional d'Art de Catalunya) montar la exposición de Feliu Elias (Barcelona, 1878- Barcelona, 1948, conocido también por su seudónimo Apa, fue un caricaturista, pintor y crítico de arte). Por todo esto no acepto eso de pertenecer a otra cultura, o se recupera aquella o nada. Para mí lo que han construido después es otra historia y no es la mía.

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