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Los versos perdidos de la Feria

J. LOSA

La gente no se mata por tocar a un poeta. Sus firmas no están entre las más cotizadas. Los eruditos, los que se llenan la boca con frases rimbombantes del tipo 'la poesía es el sustrato de la literatura', 'la poesía es pura espiritualidad, una búsqueda de verdad intrínseca al hombre', probablemente habrían maldecido al vulgo en el Retiro al verle desfilar, como si no hubiera un mañana, hacia los tenderetes del último firmante catódico.

Pero el poeta es un ser paciente por naturaleza y no muy dado a los aspavientos. No se queja. Aguarda con sus hallazgos en la caseta de turno, ensaya improbables dedicatorias y mira tras la jaula sin rencor, sabiendo que algo va mal ahí fuera y que alguien tendrá que cantarlo. En esas anda Xoán Abeleira, poeta surrealista gallego que nos recibe en la 355 con un resignado: 'Ah, la poesía, eso que a todo el mundo gusta y nadie compra'.

Para Abeleira, 'la salvación, y también la desgracia, de la poesía es que no es un producto mercantil, no cotiza en bolsa y eso hace que el sistema no la prostituya'. Así las cosas, no queda otra que asumir su propia marginalidad, pero ojo, una marginalidad que, como ya apuntaba el gran Octavio Paz y nos recuerda Abeleira, 'convierte a la poesía en indispensable para el cambio social, pues el poeta, entre otras muchas cosas, es antisistema por naturaleza' .

Para bien o para mal, el carácter marginal de la poesía no admite dudas. No hay más que preguntar a los sufridos transeúntes sobre sus bardos preferidos; todos muertos. Pero, y qué hay de las nuevas generaciones. José Luis García, de la editorial Visor, cuenta con satisfacción contenida los números de sus últimos invitados; Antonio Lucas y Elena Medel, ambos ganadores del premio Loewe. 'Les fue bien, firmaron bastante... entre 10 y 15 ejemplares'. Ante la mirada ojiplática del periodista, el librero alega: 'La poesía no es sencilla de leer, hay que entender las metáforas, las elipsis, los juegos de palabras... exige al lector'.

Con todo, y pese a las modestas cifras que se manejan en el sector sigue habiendo entusiastas —o incautos, según se mire— que no dudan en liarse la manta a la cabeza y poner en marcha una revista de poesía. Es el caso de Miguel Ángel Arcas, editor de Cuadernos del Vigía, quien, junto con los poetas Juan Carlos Reche y Abraham Gragera, acaba de lanzar Años diez, una publicación con cadencia semestral y vocación de ser un lugar de reflexión sobre el estado de la poesía y las poéticas en la actualidad.

Tal y como reza el prólogo del número cero, 'si se quiere convertir a la poesía en poco más que un nicho especializado, que al menos tenga un carácter abierto, no tendencioso, que se construya también con los hallazgos de las reflexiones del pasado, el más lejano y el inmediatamente anterior'.

Pero para carácter abierto el de Momentoverso, la propuesta de Alejandro y Tania, dos hermanos de 26 y 25 años que, provistos de una mesita playera y una Olivetti —en breve se agenciarán también una sombrilla—, improvisan unos versos en el acto y por la voluntad. El espontáneo mecenas sólo tendrá que sugerir el tema y en cuestión de minutos, ya lo tiene, una poema personalizado. Ahí va una muestra:


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