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Faltas sin perdón

El Madrid castiga el exceso de juego sucio del Valladolid con tres goles fruto del balón parado

LADISLAO MOÑINO

En su primer intento de reanimación, el Madrid tuvo que soportar un partido de pierna dura y tacos afilados. Salió de él reforzado como colectivo, incluyendo la supuesta rabieta entre Higuaín y Cristiano. Juego pudo desarrollar muy poco, sólo cuando el Valladolid abandonó sus malos modos. Onésimo intuyó que el Madrid es nitroglicerina y pretendió que sus jugadores le hicieran explotar. Tocado como llegaba su rival, buscó desquiciarle a patadas.

Ordenó Onésimo el clásico partido de comerle las piernas y la cabeza al Madrid con el fútbol subterráneo. Quiso jugar con la creencia de que al Madrid se le ha caído la gomina y la púrpura con su eliminación de la Copa de Europa; de que depresivo como anda, no estaba para un partido a palos. Onésimo, que padeció muchos siendo un regateador, ayer se desvirtuó y mandó a la basura ese discurso que pronuncia de ser alguien en los banquillos desde el balón. Convirtió a su equipo en 11 cazadores de tobillos. El plan le empequeñeció y le explotó en su cara. Con tres faltas ventiló el partido el Madrid. Ya que ordenó tarascadas a granel, Onésimo debió dar también instrucciones de dónde hacerlas. También debió preocuparse de cómo deben defenderlas sus jugadores. Lo único que consiguió Onésimo con ese planteamiento de fútbol de trincheras fue destapar que, efectivamente, el Madrid no llegaba en su karma. Respondió a ese fútbol agobiado y pateador con ansiedad. Eran momentos en los que se cuestiona que Lass lleve el 10 y que un mediocentro de su corte sea bautizado como Pele.

Higuaín vuelve a reivindicarse como goleador con un hat-trick

En esas, el Madrid huía de la combinación. No miraba atrás. Cada jugada que iniciaba la reducía a progresar en vertical. Se saltaba el centro del campo y cualquier intento de elaboración. En defensa, también se le destapó la ansiedad en los primeros minutos. Albiol, tan fiable siempre, entregó un balón en la frontal del área y Ramos, desbocado. No deja de ser curioso que las dos faltas que provocaron los dos primeros goles fueran precedidas de las dos primeras series de pases que entabló.

Onésimo creyó que el Madrid no soportaría un partido a palos

Cristiano fue el primero que resquebrajó al Valladolid con una de esas curvas tensas y con poca caída tras una falta con muy mala baba sobre Granero. Se pone farruco Cristiano en medio de tanta agresividad. Le da por acentuar sus gestos técnicos en zonas de nadie y se pone virguero. No se arruga, aunque se calienta. Marquitos le buscó con un feo pisotón y le encontró; le soltó una patadita. Como el Valladolid seguía a mamporros, el segundo gol también nació en una falta. Van der Vaart la cerró al primer palo e Higuaín inició su camino hacia el hat-trick. Se adelantó a la defensa del Valladolid y con un giro de tobillo superó con suavidad a Villar.

Con 0-2, el discurso a patadas de Onésimo ya no tenía sentido ni futuro. Tampoco parece tenerlo el Valladolid si pretende obviar el fútbol para mantenerse. Higuaín le enseño otro par de veces que tiene que preocuparse más de trabajar la defensa del fútbol que la defensa personal. Que es a lo que quiso jugar ayer.

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